jueves 28 marzo 2024

Chris Rock y los límites de la comedia

por Óscar Constantino Gutierrez

La bofetada que Will Smith le asestó a Chris Rock propició poses, destapes y oportunismos. Por ejemplo, causa un poco de risa que tanto mexicano se haya indignado por la violencia física de Smith, cuando los nacionales son campeones de la práctica de soltar tortazos a quienes insultan a su pareja, hermana o madrecita. Ahora resulta que todos son finlandeses deconstruidos. En fin, la hipotenusa.

Entre los destapes y oportunismos destacan los protagonizados por los cómicos, que revelan su temor a que se normalice la práctica de responder con golpes a la violencia verbal. Unos defienden —erróneamente— un supuesto estatus ilimitado de la comedia, que facultaría cualquier tipo de expresión, sin recibir desquites. Esa es la posición de Chumel Torres (“es solo un chiste”) y Franco Escamilla (“pero Ezra Miller ofendió más”), quienes ya tenían conflictos por su forma de expresarse, uno con una crítica soez a la senadora Caraveo, otro con chistes sobre la muerte de Taylor Hawkins y una supuesta mala suerte de Dave Grohl, porque le fallecen sus compañeros de banda (en referencia al líder de Nirvana, Kurt Cobain). A Chumel lo denunciaron en la fiscalía capitalina (la misma que acusó a Alejandra Cuevas de un delito que no existe en la ley), mientras a Escamilla lo quieren cancelar. Su defensa de Chris Rock es la de su propia causa. Kathy Griffin explicó claramente ese miedo: “es una muy mala práctica subir al escenario y agredir físicamente a un comediante. Ahora todos tenemos que preocuparnos por quién quiere ser el próximo Will Smith en los clubes de comedia y los teatros”.

No todos fueron recatados en sus posturas, Jim Carrey mostró descaradamente su oportunismo despreciable: si alguien ha sido abusivo en ceremonias de premiación y relaciones tóxicas que al menos llevaron a una exnovia a suicidarse, es ese cómico en declive. No tiene legitimidad para llamar egoísta a nadie, ni para asquearse porque alguien reacciona mal a una broma sobre la apariencia y condición física de su esposa. En contraste con la indignación hipócrita de Carrey, recomiendo escuchar a Jenna Wortham, quien explica que la mayoría de la gente no tiene la historia completa del incidente y que es algo de una magnitud que no cree que pueda resolverse en un escenario público.

Hay algo que debe resaltarse: Chris Rock cometió violencia verbal contra una mujer y no “solo contó un chiste”, como algunos han querido minimizar. Bajo la ley de California, la burla de Rock a la alopecia de Jada Pinkett puede catalogarse como incidente de odio, ya que es un insulto sobre discapacidades, como lo expliqué en este hilo de Twitter al que remito, para no ampliar en exceso este texto.

Por tanto, debe preguntarse cuáles son los límites de la comedia. La respuesta corta es que la frontera son los derechos de los terceros. El problema es que no es lo mismo burlarse de que alguien tiene la cara fea, a humillar a una persona porque su rostro está desfigurado por un accidente o enfermedad. Tampoco es igual ridiculizar a un personaje público que a una persona privada. Y las críticas a un personaje público sólo son válidas cuando tratan sobre los aspectos públicos de su vida. 

En consecuencia, a pesar de los reclamos de Chumel Torres por el caso Rock, sus críticas políticas a la senadora Caraveo no equivalen a mofarse de la condición médica de una actriz, aunque las dos sean personajes públicos. A Torres no le ha ido bien en Twitter por su posición de que Rock “hizo un chiste” y flaco favor le hace a su causa penal al respaldar las agresiones verbales de otros.  

Debería ser obvio para la gente, pero parece que no se entiende que no es comedia el burlarse de la salud de una persona o de las secuelas en su imagen causadas por una enfermedad. Tampoco debe quedar duda de que la violencia verbal no justifica que se responda con violencia física. Como decía el director de un diario en el que yo era editor: “las palabras se inventaron para que las personas no rompan cosas, ni golpeen a la gente”. 

Sin embargo, hasta en el derecho estadounidense es una condición atenuante que la agresión haya sido provocada, como se resolvió en Lockett v. Ohio: es atenuante que el agredido haya inducido o facilitado la agresión, también es atenuante que la agresión no se hubiera cometido de no haber sido porque el agresor estuvo bajo fuerte provocación.

En suma, Rock violó derechos con su comentario, al igual que Smith cometió un ilícito al agredirlo. Como ya se señaló, poco se ayudan los cómicos al minimizar las agresiones de Rock, ya que no es creíble que no supiera de la condición médica de Jada Pinkett, que es pública y notoria (si no lo sabía, hizo mal su trabajo como comediante y es culpa de él). Este conflicto debió resolverse con una rueda de prensa conjunta, una disculpa y un apretón de manos, pero la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas ha tomado una posición punitiva contra Smith que contrasta gravemente con su condescendencia con las violencias en la industria y que recuerda Noelia Ramírez en este artículo de El País.

El doble estándar en este asunto confirma los dilemas permanentes del liberalismo: la libertad de actuar no implica la exclusión de consecuencias. Esta regla aplica tanto a los que usan la libertad de expresión como patente de corso para ofender, como a los que carecen del control para resolver sus conflictos sin amenazas físicas. 

El mejor test para las afirmaciones en redes sociales es su comparación con la realidad: en la mayoría de México, la burla de Rock hubiera terminado, al menos, en una bofetada. ¿Somos mejores que ese estado de cosas? Sin duda, pero la falsa estatura moral de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, de algunos actores, de cómicos interesados y de la comentocracia, solo enturbian la conversación. 

Afortunadamente hay gente inteligente y con criterio, como Whoopi Goldberg, que es parte de la junta de gobernadores de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y que opinó así sobre la conducta de Will Smith y la respuesta de Chris Rock: “no todo el mundo actúa como nos gustaría que actuara bajo presión. Algunas personas simplemente se quiebran. Él se rompió. Lo que sí quiero decir es que fue extraordinario, maravilloso, que Chris Rock no lo llevara a ese otro lugar al que podría haber ido. No sé si hablaron o se disculparon o no. Todo lo que sé es que a veces llegas a un punto en el que te portas mal. Yo misma me he portado mal en alguna ocasión”.

Concluyo este texto con lo que razona la brillantísima Roxane Gay en The New York Times: “no tendría ni que decir que los cómicos son libres de decir lo que les plazca. Larga vida a las licencias creativas y a la libertad de expresión. Pero debería ser evidente que quienes son objeto de bromas e insultos tienen todo el derecho a reaccionar y responder (…) no importa lo dura que tengas la piel o lo protegido que estés por la riqueza, la fama y el poder: que se rían de ti no tiene gracia. A veces, es intolerable”.

Y burlarse de la alopecia de Jada Pinkett es inaceptable, porque no es un chiste, no es comedia, sino un abuso que no ampara la libertad de expresión. La sociedad haría bien en no olvidarlo. 

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