viernes 29 marzo 2024

Charlie Chaplin y Fidel Castro

por Daniel Iván
Algunos camaradas me preguntan por mi silencio en torno a Fidel Castro, por alguna perspectiva desde mi anarquismo al respecto. Si bien les agradezco que tengan en alguna estima mis palabras, me siento incapaz de decir nada que no suene a un eco de esa necesidad tan contagiosa de refocilarse en la muerte de alguien, ya para bien o ya para mal, ya para sentirse la mar de buenos o ya para dejar bien claro que el odio sabe llenarse de palabras y de una pedestre elocuencia. Ya para el elogio y el vituperio ensordecedores y anencefálicos, ya para el balbuceo cargado de adjetivos. Yo no creo que haya nada que el anarquismo pueda aportar a eso, porque la anarquía tiene que ver con la vida y con los vivos y en la muerte, diría Dylan Thomas, no tiene dominio.


 


En todo caso, lo único que puedo aportar a toda la marea de lugares comunes que se vive son las palabras de otro anarquista que no soy yo; otro lugar común, puesto que los anarquistas también tenemos los nuestros: alguien que ya lo dijo fuerte y claro y mejor, sin florituras de ninguna comprensión superior, adelantándose a todas las formas de la muerte, adelantándose incluso a todas las formas del discurso.


 


Ese anarquista se llamaba Charlie Chaplin:


 


"Lo siento, pero yo no quiero ser emperador".


 


Ese no es mi oficio, yo no quiero mandar ni conquistar a nadie. Quisiera ayudar a todos si fuera posible. Judíos, gentiles, negros, blancos… Todos queremos ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para cada uno de nosotros y nuestra Tierra es rica y puede alimentarnos a todos. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero hemos perdido el rumbo. La codicia ha envenenado el alma del hombre, ha dividido al Mundo con barricadas de odio, nos ha sumergido en la desgracia y en un baño de sangre.


 


Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y desconsiderados. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener cortesía y bondad. Sin estas cualidades la vida será violenta y todo estará perdido.


Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos clama por lo bueno que hay en el hombre, clama por la fraternidad universal y la unión de nuestras almas.


 


Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que lleva al hombre a torturar y encarcelar inocentes. Para aquellos que puedan oírme les digo: no desesperen. La desgracia que nos aqueja es tan sólo la muerte de la codicia y el resentimiento de hombres que temen el progreso de la especie humana.


 


El odio pasará y dictadores morirán, y el poder que le arrebataron al pueblo volverá al pueblo, y así, mientras los hombres den la vida por ella, la libertad no perecerá.


 


¡Soldados! No se sometan a las bestias, hombres que los desprecian y esclavizan, que en nada valoran sus vidas y les dicen qué tienen que hacer, qué decir y qué sentir. Los tratan como a ganado y como inútil carne de cañón. No se entreguen a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.


 


Ustedes no son máquinas, no son ganado, son Hombres. Llevan el amor de la Humanidad en sus corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que no aman y los inhumanos.


 


¡Soldados! No luchen por la esclavitud, luchen por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre…". No en un hombre ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres. Y ustedes, el pueblo, ustedes tienen el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad. Ustedes, el pueblo, tienen el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de hacer de esta vida una aventura maravillosa.


 


Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, un mundo decente que dé a los hombres la oportunidad de trabajar, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad.


 


Fue bajo la promesa de estas cosas que las bestias subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas y nunca las cumplirán. Los dictadores se hacen libres sólo a ellos mismos, pero esclavizan al pueblo.


 


Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Luchemos todos para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la codicia, el odio y la intolerancia. Luchemos por un mundo en que reine la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.


 


"¡Soldados!


En nombre de la democracia, debemos unirnos."


Charlie Chaplin / El Gran Dictador (1940)

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