miércoles 17 abril 2024

Carlos Monsiváis

por Arouet

Carlos Monsiváis es un hombre de claroscuros: el cronista agudo que retrató los movimientos sociales y, simultáneamente, entendió sus alcances (los sismos del 85 y sus organizaciones sociales, el movimiento estudiantil del CEU, los primeros movimientos feministas en el marco de la legalización de la prostitución); el periodista que exhibió y se burló de las prácticas del PRI, incluso como una expresión de identidad nacional que rebasa a las paredes del partido; es el arqueólogo de la urbe y los boleros, el narrador del frenesí por los ídolos como impronta de la orfandad social para creer en nosotros mismos. También es el hombre de guetos y claro que de revanchas, de vetos y de omisiones relevantes, por ejemplo para no emprender el filo crítico contra la izquierda tradicional y su viraje al estatismo –a lo sumo tuvo ocurrencias–, un ensayista sin obra perdurable y un amigo de todos los reflectores (hasta con La Familia Burrón tuvo que ver –”¿A dónde váis Monsiváis?”, le pregunta Avelino Pilongano, el poeta que en el aire las compone, además de ser compadre de luminarias tan inconmensurables como la señora Lucía Méndez).


El escritor murió un día como hoy, y como creo en las efemérides en forma de pretextos para dejar testimonio de hombres de carne y hueso de los que sus lectores siempre aprenderán, es lo que ahora hago para reconocer a Carlos Monsiváis, una figura imprescindible para estudiar a la crónica de la segunda mitad del siglo pasado en nuestro país.

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