jueves 28 marzo 2024

Carlos Imaz, destrozado por los medios

por Marco Levario Turcott

En la era de la comunicación cualquier cosa que se mira y escucha es lo que existe, más aun cuando eso fue grabado subrepticiamente. Digamos un acto indebido realizado a escondidas y difundido en los medios de comunicación que actúan como mensajeros de una fuente que buscó cierto ajuste de cuentas u obtener la ventaja que sea en la circunstancia pública para detonar el escándalo. Eso el lo que sucedió con los videos que entregó el empresario Carlos Ahumada Kurtz y que fueron difundidos en México hace poco más de 13 años.


Un par de días después de que en Televisa se hubiera propalado el video de René Bejarano, el entonces jefe delegacional de Tlalpan, Carlos Imaz Gispert, comentó a Carmen Aristegui en la W Radio que él podría haber sido grabado porque también se entrevistó con Ahumada de quien recibió dinero en el mismo lugar que René Bejarano. Y así fue, el video se difundió en “El Noticiero con Joaquín López-Dóriga”, es decir, en el horario estelar de la misma televisora el 8 de marzo de 2004 y creo que destrozó para siempre la carrera política de uno de los tres dirigentes estudiantiles del CEU durante 1986 y 1987 (los otros dos fueron Antonio Santos e Imanol Ordorika).



Seis días después de que se publicara el material, el 14 de marzo, Imaz pidió licencia como delegado en Tlalpan, el 24 de agosto de 2004 fue declarado culpable por delito electoral: lo sentenciaron a tres años y seis meses de prisión y se le suspendieron sus derechos políticos; al no ser un delito grave liquidó una fianza de 100 mil pesos y no pisó la cárcel. El 15 de diciembre de 2004 fue exonerado por el Tribunal Superior de Justicia, pero Carlos Imaz ya no regresó a la jefatura delegacional.


Vale la pena precisar la dimensión de este acto indebido: Carlos Imaz recibió 350 mil pesos de Ahumada para apoyar a Rosario Robles Berlanga (entonces pareja del empresario) en su campaña para la presidencia del PRD. Ese es el monto, aunque desde luego eso no atenúa el acto indebido al que llamo así no por eufemismo sino porque Imaz fue exonerado por las autoridades y porque pesó más el veredicto impulsado por los medios que el tamaño de esa transgresión así como la resolución legal. Basta con asomarse a los comentarios en la web asociados con el exdirigente estudiantil para registrar el juicio severo, el encono y sin duda el incentivo político para defenestrarlo. Junto con ello, la defenestración del personaje político fue irreversible porque sus compañeros del PRD y sus amigos, incluso los más cercanos, no fueron solidarios ni para fijar al menos las coordenadas precisas del error indiscutible.


Carlos Imaz fue grabado en una acción que ocurre centenas de veces en cada partido, más aún en procesos electorales pero, como dije al principio, lo que se mira y escucha existe y lo que no, es como si no sucediera: la circulación millonaria de recursos que no son fiscalizados y que, las más de las veces, ignoramos su origen; las cantidades también podrían haber sido recibidas por varias empresas de comunicación para la promoción electoral que disfrazan de información.


Fui integrante del CEU y le guardo cariño a quienes entonces fueron mis dirigentes; con esa proclividad busqué sin suerte a Carlos Imaz para ofrecerle un espacio en la revista que dirijo. Vi a Imaz hace ocho meses, el 30 de octubre del año pasado cuando celebramos los treinta años del CEU, tenía casi el mismo tiempo de no verlo, treinta años también. Le dije que tiene mi consideración además de los gratos recuerdos que guardo de aquellos ardores juveniles, también comenté que sólo las mujeres y los hombres perfectos no se equivocan aunque ahora a mis 51 años aún no conozco a uno solo. Él hizo lo que muchos hacen pero no son vistos, y aunque eso de ninguna manera releva la equivocación sí hace patente la furia de los medios y la doble moral con la que actúan. Lo miré bien, aunque con la tristeza del jilguero que vive en la jaula y la certeza –es un hombre inteligente– de que muy probablemente así será para siempre, quizá por ello es que su risa destemplada la oí con amargura. Nunca fuimos amigos pero nuestro abrazo fue franco y cálido; sé bien que no soy mejor persona que él. Ni peor. No tengo piedras que lanzar. No soy parte de quienes juzgan implacables a los otros. Solo estuve con un hombre que erró –uno de los mejores de nuestro movimiento– y que los medios de comunicación y el entorno político fueron despiadados con él, aunque los mismos medios y los mismos actores políticos siguen actuando como entonces, en una complicidad para la que nunca pasa el tiempo.


 

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