viernes 19 abril 2024

Cambio de régimen

por Jesús Ortega Martínez

El nuevo régimen que nos proponemos construir será antítesis del presidencialismo imperial con el que se simboliza el régimen priista. Se trata de que, desde un gobierno de coalición, terminemos con uno de los símbolos que mejor identifican al ancien regime mexicano, es decir: a la concentración cuasi absoluta del poder en un solo individuo, lo cual ha sido —en parte importante— la causa fundamental de nuestras tragedias y males como sociedad y como nación.

Se trata, además, de que el Congreso de la Unión asuma plenamente, como no lo ha hecho antes, su principal responsabilidad constitucional: controlar y vigilar al Ejecutivo, al encargado de la administración y del gobierno del país. El Congreso no sólo debe legislar bien, sino, más importante aún, contar con nuevos mecanismos constitucionales para controlar el ejercicio del poder. Sin esto, no habrá República verdadera y continuará la supremacía imperial del Presidente. Pero al control del Congreso se deberá agregar, de manera principal, el control ciudadano, a través de diversas formas e instrumentos.

Sin embargo, no habrá control ciudadano sin ciudadanía. Un nuevo régimen implicará terminar con la visión patriarcal del gobierno sobre las y los mexicanos. Se lograría que el régimen dejara de considerar vasallos del presidente imperial a quienes deberían ser ciudadanos. La mayoría de las y los mexicanos continúan siendo controlados con las ayudas y apoyos en que se han transformado los programas sociales manejados por el gobierno, y eso es, llanamente, corporativismo.

En sentido radicalmente diferente, un nuevo régimen logrará que las y los mexicanos seamos personas que ejercemos responsabilidades civiles, garantías constitucionales y derechos humanos. En pocas palabras: El cambio de régimen transforma vasallos dependientes en ciudadanos libres.

La transformación del régimen implica, además, terminar con la dependencia que hacia el gobierno observan los grupos empresariales mexicanos; fenómeno que durante décadas procreó una clase empresarial mediocre e irresponsable socialmente, y en esto hay que incluir a los grandes grupos empresariales de la comunicación, que en su gran mayoría siguen mamando bastos recursos públicos de la gran ubre gubernamental. Seguimos siendo un país subdesarrollado porque tenemos una clase empresarial (la de los grandes ricos) mezquina, egoísta y agiotista.

El cambio de régimen significará la independencia verdadera de las instituciones de procuración y administración de justicia. Mientras el Frente insiste en que los fiscales deben actuar al margen de cualquier consigna política del Presidente o de otros poderes, el PRI y López Obrador reiteran que éstos deben ser simples empleados del Presidente imperial. En el PRI así los han considerado siempre y López Obrador reafirma la costumbre y tradición priista.

El cambio de régimen debe significar la descentralización del poder. Resulta penoso ver a los gobernadores de los estados libres y soberanos haciendo colaante las oficinas del secretario de Hacienda en turno para solicitar —como pidiendo limosna— un poco más de recursos. Esta dependencia financiera provoca dependencia política y, con ello, la permanencia de un centralismo cuasi absoluto en el ejercicio del poder. Hay que descentralizar, con el nuevo régimen, la vida política, la política fiscal y la distribución del presupuesto de la nación.

Lo mismo sucede con las políticas de seguridad pública, en donde el PRI impone la idea de que éstas se sostengan en el Ejército y, por ende, en su comandante supremo, el Presidente. El cambio de régimen implicará un viraje profundo en esta materia, para que, en el uso de su soberanía, las entidades puedan obtener recursos suficientes para dotarse de cuerpos policiacos civiles que sean eficientes, suficientes, capacitados y provistos de la infraestructura técnica, y de inteligencia necesarias para cumplir con sus responsabilidades de garantizar el derecho humano a la seguridad de todas las personas en su vida y patrimonio.


Este artículo fue publicado en El Excélsior el 12 de diciembre de 2017, agradecemos a Jesús Ortega Martínez su autorización para publicarlo en nuestra página.

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