lunes 15 abril 2024

¿Caballos de Troya?

por Jesús Ortega Martínez

Y es que existe una equivocada percepción acerca de que las acciones y las decisiones de los grandes líderes políticos están adoptadas desde la circunstancia de la racionalidad pura; desde la frialdad metálica del cálculo exacto. En política todo está pensado de antemano, se dice erróneamente. En política —se suele repetir por los profesionales de la especulación—, las casualidades no existen y toda ella —la política— se suele desarrollar como un perfecto engranaje que va uniendo decisiones y efectos en impecable sincronía.

Esto no es cierto y, en la realidad, las decisiones políticas tienen mucho más el ingrediente de la sinrazón que el de la razón. En sentido diferente a los dichos ramplones que aparecen en la mayoría de las columnas periodísticas, la vida política y las decisiones que se adoptan en su seno se encuentran generalmente envueltas por las pasiones, los sentimientos, arrebatos, delirios y, en no pocas ocasiones, dichos eventos políticos se desarrollan como marchas de la locura y, de ahí, precisamente el título del maravilloso texto de W. Tuchman.

El caballo de Troya fue un pasaje de la mitología griega en donde resulta completamente irracional, insensato, absurdo, que los troyanos abrieran las puertas de su fortaleza para recibir un regalo de sus enemigos mortales. Quién pudo suponer que a quien se quiere aniquilar, aplastar, destruir —como es lo que sucede en una guerra— es, precisamente, el que te envía los regalos. ¡Nadie en su sano juicio supondría tal cosa! Y, sin embargo, los troyanos —dice la mitología— cayeron en la trampa fatídica.

¿Por qué Hidalgo, en marcha triunfante hacia la capital de la Nueva España y ya situado en el perímetro de ésta, prefirió dar media vuelta hacia la Nueva Valladolid para, con ello, sentenciar su aprehensión y muerte, y alargar por más de una década la guerra por la independencia?

¿Por qué los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto mantienen y extienden la guerra de las drogas sabiendo que es completamente inútil para combatir el tráfico ilegal de estupefacientes y sabiendo, además, que esta absurda guerra ha causado la violencia más aterradora que ha sufrido nuestro país desde hace muchas décadas? ¿Inexplicable? En el espacio de la razón sí lo es, pero tiene su explicación en los espacios de la irracionalidad, la intransigencia y en los territorios de las pasiones, las locuras que guían con frecuencia a no pocos de los líderes políticos.

Veamos otro ejemplo: ¿Por qué aceptar del régimen presidencialista —aún vigente en México— un caballo de Troya? ¿Por qué aceptarles a Peña Nieto y a López Obrador la burda tesis de que el Frente Ciudadano por México no puede constituirse como coalición electoral, debido a que los partidos que le conforman son el agua y el aceite? Ésta es una trampa tan rústica y ramplona que sólo algunos personajes en el PAN, en Movimiento Ciudadano y en el PRD la aceptan, pues con ello y, al margen de intenciones, lo que hacen es tratar de impedir que se constituya la gran fuerza política que sea capaz de derrotar al régimen priista decadente, personificado en Peña Nieto y en López Obrador.

Hay algunos dirigentes políticos que se oponen al Frente desde concepciones ideológicas; eso es, en todo caso, un error resultado de apreciaciones francamente anacrónicas; pero hay otros que se oponen a la coalición electoral frentista porque son caballos de Troya; porque simplemente le están sirviendo al régimen actual, al de la concentración del poder en un solo individuo.


Este artículo fue publicado en El Excélsior el 21 de noviembre de 2017, agradecemos a Jesús Ortega Martínez su autorización para publicarlo en nuestra página.

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