jueves 18 abril 2024

Bicentenario de la Consumación de la Independencia de México sexta parte

por Manuel Cifuentes Vargas

La Independencia de México fue la de una nueva nación

Hay quienes sostienen que lo que sucedió en 1821 fue la recuperación de la Independencia. Y con esto se refieren a los pueblos asentados en estas tierras antes de la llegada del conquistador. De ahí que se diga que este fue el año de la recuperación de la independencia de estas tierras del Anáhuac, poblada en su momento por varias naciones nativas. Para decirlo de otra forma, desde su ángulo de vista, este 2021 es el bicentenario de la recuperación de la Independencia.

Sin embargo, debemos recordar primero, que muchos pueblos y/o asentamientos indígenas ya eran recuerdos vivientes de algunas culturas, cuya grandeza había desaparecido centurias atrás. En ese año de conquista, con excepción del Imperio Mexica, ya casi no había naciones poderosas, pues ya eran resabios poblacionales de esas grandes culturas de antaño. Por eso me parece que no tienen razón y que, en todo caso, es un sofisma con visión ideologizada.

Por esto, hay que señalar que la independencia no la estaban recuperando los descendientes de todos los pueblos que originariamente habitaban en todo el altiplano del territorio mesoamericano, que en aquellos lejanos tiempos era más vasto que el que actualmente tenemos del conquistador ibérico, porque en esos tiempos muchas de las culturas asentadas en Mesoamérica ya habían perdido su independencia, o la tenían disminuida en buena medida por el dominio que ejercía el pueblo Mexica en Mesoamérica; esto es, hacia el sur continental; en parte de Centroamérica, porque hacia el norte del continente no había tal, ya que todavía se caracterizaba por tener básicamente poblaciones nómadas.

Ya forzada, apenas si vendría a ser la recuperación de la independencia perdida por algunos pueblos originarios que hoy forman parte integrante de una nueva nación de rostro amplio. Y, así forzada, quizá solo de lo que quedaba de una de ellas en 1821; aunque en estricto sentido, los descendientes de los Mexicas, solos; esto es, por sí mismos, no lograron la llamada “recuperación” de la Independencia. El logro de la Independencia, como hemos dicho, fue de todos; de toda una nueva sociedad de amplio espectro social, compuesta de clases y castas, pero preponderantemente mestiza.

Y no lo digo en detrimento del pueblo Mexica que merece mi respeto, y con el que también me siento identificado, así como con otros de los pueblos primigenias, como mestizo. Admiro a los Aztecas, pero no por las barbaridades humanas que se cometían en aquellos tiempos, sino por su enorme trabajo, esfuerzo y visión de superación para conformar todo un gran imperio.

Tan es así, que hemos expuesto desde hace un cuarto de siglo en algunos otros espacios y foros, a propósito de nuestra composición nacional, así como de las del resto del mundo; de la necesidad y conveniencia de conservar y exaltar con algunas acciones a los pueblos de mayor origen étnico y de elevarlos, como seres de más singularidad primigenia, a la categoría de “patrimonio de la nación” en las constituciones de los respectivos países, así como de “patrimonio de la humanidad” a través de las declaraciones correspondientes de los órganos internacionales competentes encargados de estos temas.[1]

Aunque para propósitos puramente genéticos, considero que hoy los colores de piel, lenguas, rasgos físicos, usos, costumbres, folclor y, en general, acentos culturales particulares, ciertamente dan una acentuada identidad, pero ya no son del todo garantía absoluta de que se tenga un solo gen nativo ancestral impoluto.

Dentro de este marco y en el mejor de los casos, pero como hemos dicho ya forzada la idea, la recuperación de la independencia lograda en 1821, si es que con esta palabra de “recuperada” la queremos retrotraer hasta los pueblos vernáculos, sería de la nación Azteca o Mexica, que fue la única verdaderamente conquistada; esto es, que perdió su independencia y dominio sobre Mesoamérica.

No nos engañemos, esta fue la visión y plan de Hernán Cortes en cuanto pisó estas tierras y se informó de la situación política militar en que se encontraban en ese entonces. Por eso puso la vista de inmediato, se dirigió y avanzó directamente hasta Tenochtitlan, porque sabía que el corazón del poder en ese tiempo estaba ahí, y no se distrajo encaminándose hacia otros lugares, por lo que una vez vencida la capital del Imperio Mexica, se consumó la conquista total y el establecimiento de la colonia española, quedando solo pequeños estertores poblacionales por apaciguar.

Por eso reitero que la Independencia iniciada en 1810 y lograda en 1821; es decir, de todo este movimiento emancipador, no fue solo el fruto de los pueblos indígenas sobrevivientes, sino de la población existente de toda una amplia tipología social, que ya no quería estar ligada al obligo español, sino ser libre y autodeterminarse por sí misma; aunque es innegable, pues no se puede dejar de reconocer, que mucha población de los más variados orígenes indígenas y afrodescendientes, participó activa, decidida y valientemente en el movimiento libertario ofreciendo hasta su vida.

Los demás pueblos aborígenes del altiplano, en la conquista fueron en alianza con el conquistador blanco, probablemente con la ilusión y esperanza de recuperar su libertad e independencia, con el vencimiento del Imperio Mexica; estos últimos, quienes seguramente vieron la rebelión en esa alianza, como una traición de sus propios congéneres auténticamente autóctonos. ¿Engañados y forzados?; seguramente. Pero si esos pueblos hubieran descentrañado o percibido que seguirían conquistados y esclavizados; esto es, que iban a cambiar para seguir igual, pero ahora dominados por otro amo; ¿se hubieran prestado para colaborar con un pueblo ajeno a estas tierras para la destrucción Mexica?

Quien sabe que habrán pensado aquellos viejos pobladores de nuestro actual territorio, pero tengo mis dudas, porque me parece que, por lo menos con la lógica de nuestro tiempo; es decir, a la luz después de 500 años, quizá se hubiera pensado que era mejor primero combatir al extranjero, al invasor, al extraño a estas tierras, y después seguir con la lucha doméstica; al interior, contra el pueblo dominador. La alianza en todo caso, hoy se antoja que era lógica entre los Mexicas y el resto de todas las demás naciones de Mesoamérica para combatir al extraño a su entorno territorial, racial y cultural.

 Además, no podemos pasar por alto, que todavía había poblaciones, si se quiere no muy grandes, diseminadas por todo el territorio del Anáhuac, que no estaban completamente controladas y dominadas por los Mexicas, que se resistían al dominio y que, aunque alejadas y guarecida en regiones completamente agrestes, conservaban ciertos residuos de libertad.

El 22 de octubre de 1821, casi cumplido el mes de la entrada del Ejército Trigarante, la Plaza Mayor de la Ciudad de México se engalanó nuevamente con los colores tricolores, esta vez para realizar la jura de la independencia de México.

Realmente son pocos los pueblos vernáculos que perdieron la Independencia con la llegada del conquistador; es más, creo que se reduce en estricto sentido a uno. Porque en sí, quien la perdió fueron los Mexicas, porque las otras naciones prehispánicas, tenían cierta autonomía, pero al final del dìa controladas y dominadas por los Mexicas, por lo que podríamos decir que estas pequeñas naciones, comparadas con la Mexica, no tenían una plena independencia como pueblos totalmente libres.

Es por ello, que podemos señalar, que no perdieron su independencia con la llegada de los conquistadores españoles, sino que ya la tenían perdida con los Mexicas. Estos pueblos más bien terminaron uniéndose al conquistador español, para vencer a los Mexicas. Pero no recuperaron su libertad e independencia, como probablemente lo llegaron a pensar al ser vencidos los Mexicas, sino que continuaron sojuzgados, pero ahora por un país desconocido, allende el Océano Atlántico: España.

Estos pueblos simplemente cambiaron de sojuzgador: de los Mexicas a España. De uno de sus propios coterráneos, a un extraño a estas tierras; a un extranjero de otro continente. La Independencia de toda la Mesoamérica que abarcaba la Nueva España y más allá de sus confines, tuvo su resonancia y repercusiones en otras latitudes hacia abajo del Continente Americano, con la proclama de su movimiento independentista.[2] Eso sí, a partir del grito de Independencia de México, se liberaron de la corona española, casi en cadena y casi de un tirón, todas las naciones de origen étnico asentadas en lo que fueron los dilatados territorios de la Nueva España y los del resto del continente.

Ahora bien, conviene indicar que, si nos colocamos frente a un espejo retrovisor, veremos atrás que el anhelo por la libertad e independencia se despertó desde unos siglos atrás, pero el furor más fuerte inició unos años antes, llegando a su maduro clímax y al descubierto, de ahí su estallido, en 1810, consumado finalmente en 1821. Pero esta fue la Independencia de una nueva nación, que se vino gestando y que emergió con un grueso tinte mestizo, al margen del caleidoscopio de clases de los liderazgos que lo jefaturaron en sus distintos intervalos.

Entiendo la postura de quienes afirman que se recuperó la Independencia, y que lo hacen con motivo del cumplimiento y recuerdo de los 500 años de la conquista, con el fin de querer enaltecer a la raza primigenia de estas tierras, pero considero que los descendientes actuales  de aquellos primeros habitantes de estos territorios, más que querer se cambie la concepción de la realidad que vivieron sus antepasados en la conquista, se sentirían más tomados en cuenta y encumbrados, como mexicanos que son al margen del predominio de su raíz primaria, si se les estableciera toda la infraestructura que necesitan en sus espacios territoriales; se les dotara de los servicios indispensables; de las herramientas y oportunidades de justicia y bienestar para su pleno desarrollo y total incorporación al del país, más que el cambio de conceptos y nombres con lo cual no ganan nada, y que además estrictamente no corresponden del todo a la realidad de los acontecimientos por los que pasaron sus ascendientes lejanos. El tiempo ha pasado; dos siglos de una supuesta recuperación de independencia de estos pueblos, pero su realidad de vida prácticamente sigue igual.

Al parecer los puntos centrales es que la conquista fue brutal, así como saqueado y explotado el país. ¿Y qué conquista no ha sido atroz y tóxica, así como saqueado y explotado el país conquistado? Entonces habría que condenar prácticamente a toda la historia universal, porque está llena prácticamente desde que apareció el hombre, en el tiempo y en el espacio, de hechos de este tipo. Si hasta las revoluciones han sido bestiales, con más razón lo han sido las conquistas para posesionarse de los territorios. ¿Qué revolución y qué conquista no ha sido brutal? No ha habido ni hay guerras ni conquistas santas, aunque a algunas se les bautice con este nombre. Bueno, hasta en la revolución cultural, en su proyecto de reconversión cultural, se cometieron atrocidades. Qué cosas; en nombre de la cultura; de la reculturización, se cometieron crueldades.

Y casos similares, hoy lo vemos con la repetición de gobiernos reciclados del mismo corte. ¿O todo el tiempo nos lo vamos a pasar quejándonos? Hay que aprender del pasado para no repetirlo y ver para adelante. No caigamos en aquello que dice el refrán de que “el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra”.

Por lo anterior, reitero que me parece que no cabe del todo esta expresión, teñida de una tonalidad ideologizada, de “recuperación de la independencia”, porque la población de este país en 1821, ya no era totalmente indígena, sino de un amplio mestizaje dominante. Realmente se trataba de una nueva nación incluyente en estas tierras novohispanas, que fue la que se independizó por todos y para todos, sin dejar de aceptar y reconocer que aún se conservaban en ese tiempo pueblos con un mayor dominio genético de raíces primitivas.

Así lo vieron, lo consideraron y lo aceptaron nuestros padres fundadores en la emancipación de México. En su visión de país, estaba contemplada esta perspectiva plurisocial y pluricultural de nación, cementada en un enfoque de nación donde todos cabían y estaban considerados. Nunca pensaron en que había que hacer la Independencia del país exclusivamente con, por y para las poblaciones indígenas, como tampoco solo para los blancos de origen español, ni únicamente para los afrodescendientes; sino para todos sus habitantes.

Así lo mensajearon los concluyentes y cristalizadores de la Independencia, al considerar que ya había llegado el momento en que debían enmudecer las armas y unirlas para consumarla, cuando se fusionaron las tropas virreinales y las fuerzas insurgentes para dar paso a la formación del Ejército de las Tres Garantías y enarbolar la Bandera, con el mismo nombre, que simbolizaban estas garantías. Esto significaba, que con estas nuevas instituciones: ejército y bandera, se daba muestras de la voluntad y garantía de cumplir con las tres promesas troncales en que se fincaba la liberación y edificación de un nuevo país a través de su Independencia, porque sería un país de todos y para todos, toda vez que el blanco simbolizaba la religión católica; el verde representaba a la Independencia y el rojo significaba la unión; la unión de todas las castas y clases sociales bajo un mismo ideal.

Y tan es así, que en los propios documentos independentistas de ese tiempo, se señalaba expresamente que quienes estuvieran en desacuerdo y no quisieran permanecer en el país independizado, estaban en plena libertad de retirarse del mismo con su familia y bienes mediante el pago de los derechos correspondientes y, por el contrario, que quienes lo consideraran de esta manera, estaba en libertad de permanecer en este nuevo país, siempre y cuando se guardara lealtad, respeto y contribuyeran a mantener la Independencia del país nonato.

Creo que otra muestra de esa inclusión y aceptación de lo autóctono y específicamente de la grandeza de la principal nación existente durante la conquista, es que al naciente país se le llamó México, en honor a los Mexicas, pues a quien más, al margen de los apelativos político-jurídicos que ha tenido en su nombre. ¿Y por qué en honor a ellos?; ¿y para qué? Considero que fue en recuerdo y emulación de la propiedad y grandeza de los ancestros de estas tierras. Estimo que ahí está ya el reconocimiento de la nueva nación mestiza, a su antepasado autóctono, bautizando al nuevo país con el nombre de la nación conquistada.

Así nació México, con esa idea y con ese ideal. Así como también anunciada, incluso desde el principio, la forma de Estado y de gobierno que tendría, por lo que nadie podía haberse dado por sorprendido con la instauración del Imperio. Otra cosa distinta quizá habrá sido la visión de futuro de Iturbide; esto es primero cumplir con la forma ofreciendo la corona a la casa real española, y después, sabiendo que no la aceptarían, procurar sacar adelante el fondo, ciñéndose la corona él mismo. Primero fue, inteligente y hábilmente, poner en marcha la estrategia; es decir, la forma, y después lograr el fin; esto es, el fondo.

Como pueblo y como nación, debemos sentirnos, como lo que somos, orgullosamente mestizos, al margen de las formas como se dio y como se compuso el nuestro. Negarlo es negarnos a nosotros mismos; es negar nuestra identidad y nacionalidad. Negar lo que hoy somos. Sin ese compartimiento, fluido y cruce de genes originarios, simple y sencillamente no existiríamos como personas, como pueblo, ni tampoco existiría México. En pocas palabras, no estaríamos aquí. México como tal, como lo es hoy, existe gracias a ese ADN mestizo fundacional, compuesto fundamentalmente por un mestizaje genético tripartito.


[1].- Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo latinoamericano. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Noviembre 1995. Número 5. México. PP. 21-25.

Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo mexicano. Primera parte. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Octubre 1995. Número 4. México. PP. 27-35.

Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo mexicano. Segunda parte. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Diciembre 1995. Número 6. México. PP. 67-72.

Cifuentes Vargas, Manuel. Patrimonio cultural; esencia y símbolo de unión nacional. “En busca de la decencia política. El ser y el deber ser de cada día.” Edición del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Gobierno del Estado de Zacatecas. México. 2012. PP. 186-215.

[2]. Se dice que 10 de agosto de 1809 en Quito, Ecuador, se produjo el primer grito de independencia en las colonias españolas de América. Si así es, en todo caso lo es de este último periodo libertario, ya que hay varios antecedentes de movimientos libertarios anteriores. Pero considero que realmente se vino en escalada a partir del iniciado en 1810 en nuestro país. Creo que fue el punto de arranque del efecto domino; del bumerang independentista. Además, habría que considerar que desde tiempos tempranos de la colonia se empezaron a dar brotes de este tipo aunque no cuajaron, y que en tiempos tardíos; esto es, ya en 1808, se empezó a gestar este movimiento más en forma, que habría de constituirse en el retoño del brote independentista de 1810.

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