viernes 29 marzo 2024

Bicentenario de la Consumación de la Independencia de México Decima y última parte

por Manuel Cifuentes Vargas

Posdata

Monumentos históricos: Patrimonio de la nación

Obertura

Este año ha sido prolijo en conmemoraciones centenarias de la culminación de la Independencia. Todos estos eslabones, unidos sucesivamente, forman una misma cadena que se extiende desde los primeros pasos que se dieron a principios de 1821 en favor de la consumación de la Independencia, hasta la concreción de la misma en el mes de septiembre, así como de sus primeros pasos al cierre del mismo año. Con excepción del primero, que es el punto de salida, no se explican los demás hechos sin sus antecesores, porque van concatenados uno tras otro, a la manera de una especie de efecto dominó.

En este orden, en este año se cumplió el bicentenario del Abrazo de Acatempan; el bicentenario del Plan de Iguala; el bicentenario de la fundación del Ejercito Mexicano, a través de la formación del Ejercito Trigarante; el bicentenario de la Bandera Nacional, en su primera edición con la creación de la Bandera Trigarante; el bicentenario de los Tratados de Córdoba; el bicentenario de la entrada triunfal del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México y, con ello, la consumación de hecho de la Independencia Nacional; el bicentenario del Acta de Independencia del Imperio Mexicano y, con su expedición, la consumación jurídica de la Independencia de México; el bicentenario de la creación del primer Imperio Mexicano, aunque sin emperador por el momento; el bicentenario de la instalación del primer gobierno de México, el cual recayó en una Junta Provisional Gubernativa y en una Regencia, por lo que estos dos órganos también cumplen su bicentenario, así como varias Secretarías de Estado que se instituyeron; el bicentenario de la transformación del Ejercito Trigarante a Ejército del Imperio Mexicano; el bicentenario de la primera mutación de la Bandera Trigarante a una nueva Bandera del Imperio Mexicano; el bicentenario de la creación de la Armada de México; el bicentenario del Reglamento Interior de la Junta Provisional Gubernativa, con el cual inicia la era de la reglamentación parlamentaria del México independiente; el bicentenario de la Convocatoria al Congreso Constituyente, que vendría a ser el primero del México independiente; el bicentenario del Reglamento de la libertad de imprenta y el bicentenario de las Bases Constitucionales, semilla del constitucionalismo mexicano, con lo que podríamos decir, que se cierra con broche de oro este venturoso año de grandes acontecimientos nacionales alrededor de la cristalización de la Independencia nacional.

CIUDAD DE MÉXICO, 28JUNIO2018.- Monumento a Colón.
FOTO: MARIO JASSO /CUARTOSCURO.COM

Todos ellos, de cuyos hechos hemos pasado revista dando cuenta breve en esta serie de artículos y que, con este último, a manera de epilogo, cerramos esta serie, la cual aderezamos con el quinto centenario más un año, del triunfo Mexica en defensa de Tenochtitlan sobre el ejército español el 30 de junio de1520, y con el quinto centenario de la caída final de esta última el 13 de agosto de 1521, consumándose prácticamente de esta manera la conquista de Mesoamérica.

En efecto, también se cumplen 501 años de la “Noche Triste” protagonizada por el ejército español comandado por Hernán Cortés y de su símbolo testigo natural viviente de esta escena, llamado “Arbol de la Noche Triste”, donde cuenta la leyenda que a pie de ras de tierra de su tallo y bajo la copa de sus frondosas ramas, sentado lloró Cortés la derrota a manos del ejército Azteca en defensa de Tenochtitlan y, en consecuencia, del Imperio Mexica.

Este celebre ahuehuete hasta hace pocos años todavía reverdecía, si no con el esplendor de su juventud y madurez, si con unas cuantas ramas que aun daban muestras de vida, aunque ya con el reflejo de su senectud, y que hoy, después de más de cinco siglos de vida, solo queda un vestigio seco y hueco de lo que fue su vigoroso, grueso y ancho tronco. En él, bien quedan simbolizadas las dos escenas recordatorias: para los españoles con su presencial derrota, sufrimiento, tristeza y retirada temporal de Tenochtitlan, en tanto que para los Mexicas, de triunfo, alegría y esperanza de una futura victoria definitiva sobre el invasor, que nunca llegó, aunque ellos no lo hayan festejado precisamente en ese sitio donde se encuentra el legendario árbol.[1]

Valga advertir, que ahora con esta nueva dinámica política que se ha puesto de moda en los últimos tiempos en nuestro país, de la sustitución de nombres a lugares, avenidas y sitios históricos de añeja cuna representativa, por los acontecimientos históricos que simbolizan, y que varios se escenificaron en su momento en esos lugares, tampoco esta reliquia de árbol escapó a esta moda, pues después de siempre tener el nombre de “Arbol de la Noche Triste”, ahora le están desapareciendo esta denominación histórica, para llamarle “Arbol de la Noche Victoriosa” y “Arbol de la Noche Feliz”.[2] Como también, dicho sea de paso, es el caso reciente de la “Plaza de la Constitución”, cuyo nombre se debe al tiempo en que se juró en el recinto virreinal, hoy Palacio Nacional, y que se celebró en esa explanada la llegada y puesta en vigencia de la Constitución española de 1812, ahora se le ha  rebautizado con el nombre de “Zócalo Tenochtitlan”, borrando de un tirón y  mandando su recuerdo a la basura, a la manera de un despojo esquelético, la celebración del acontecimiento de la primera Constitución política de la etapa preparatoria del surgimiento del México independiente.

CIUDAD DE MÉXICO, 15AGOSTO2016.- Sobre la avenida México-Tacuba se encuentra el “Árbol de la Noche Triste”, en donde cuenta la historia lloró el conquistador español Hernán Cortes tras una derrota ante el imperio Azteca. FOTO: MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

No debemos defenestrar nuestro pasado e identidad

Muchas veces somos muy dados, y más cuando se le quiere pintar con una óptica política ideológica, a querer negar o cambiar nuestro real pasado, o a juzgarlo con los valores que hemos acuñado en el presente como fruto de la evolución de la civilización y de la cultura. Y este es un error, porque los nuestros, no son los mismos contextos, condiciones ni circunstancias por las que atravesaron las culturas que vivieron en otros tiempos, como tampoco contaron con los instrumentos y herramientas que hoy tenemos como resultado del desarrollo de la ciencia, de la tecnología y del reacomodamiento y refinamiento de nuestro modo de vivir y convivir en sociedad y entre sociedades nacionales.

A veces queremos juzgarlas y cambiar monumentos y nombres de calles o de inmuebles por puro capricho o antipatía ideológica-política, sin querer ver que a quienes están dedicados no fueron dioses ni seres perfectos, como nadie lo es ni lo será, pero que obedecen a una razón histórica y producto de su circunstancia. Además de que lo hacen con el prurito de erigir el de personas y figuras que aparentan representar algo o algún suceso, y que por no contar con la madurez del tiempo, no se ha valorado ni determinado debidamente su ensalzamiento, por lo que a veces solo se hace por posicionamientos y temperamentos puramente políticos del momento. No así los que el tiempo ya decantó y se ha encargado de calificar su amplio reconocimiento por sus aportaciones o por su ejemplaridad para las generaciones venideras.

Nuestro deber es conservar y resguardar los monumentos que representan nuestra historia e identidad. No podemos avergonzarnos o rechazar lo que representan, porque son parte de nuestra esencia, identidad y existencia como nación y como país. Además, son parte de nuestro patrimonio y de nuestra herencia como nación amplia. No somos muchas naciones independientes, sino la suma de todas ellas agrupadas y fusionadas en una sola sociedad preponderantemente mestiza de composición plurisocial y pluricultural en la que cabemos todos por igual, que políticamente forman el Estado Mexicano. Ciertamente hay poblaciones y/o grupos sociales que pueden tener una mayor pureza autóctona, pero ya salpicados por otras herencias genéticas. Aunque conserven en buena parte sus usos y costumbres, su lengua materna vernácula, sus tradiciones, en fin, su herencia social y cultural particular que los distingue.

Porque de lo contrario, con esa lógica política, entonces también habría que desalojar, remover y reemplazar las edificaciones que surgieron y fueron parte de determinadas etapas que no se quieren aceptar, porque supuestamente, representan lo negativo de esos periodos nuestros y que, por lo tanto, tienen un rancio olor al abolengo conquistador y virreinal. Y no solo esto, sino asimismo se tendría que eliminar su nomenclatura actual; es decir, la infinidad de nombres de calles, avenidas, colonias y de inmuebles de esos tiempos, de los que estamos llenos en nuestro país. Por ejemplo Palacio Nacional, el inmueble que ocupa la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México; palacios de gobierno de los estados; de municipios; catedrales; iglesias; conventos y museos, porque muchos, hasta en el nombre llevan impreso el añejo distintivo del reino conquistador, así como de ríos; lagunas; lagos y mares, entre tantas cosas que existen en México con nombres de ese periodo que para algunos incomoda o molesta.

Con esa visión tendríamos que hacerlo, porque de lo contrario; es decir, conservarlos y hasta hacer uso de ellos, políticamente sería contra natura que rechacemos el episodio y/o hecho del que surgieron, y que vivamos y convivamos con ellos. Aclaro, no estoy diciendo que lo hagamos eh; por el contrario, lo que quiero decir es que conservemos y protejamos nuestra fiel identidad; de lo que estamos forjados, porque es nuestro patrimonio social y cultural histórico, con el sello que los autentifica, ubica y por lo que representan, aunque para algunos por su afecto político individual no les pudiera gustar. Pero estos temas no son de gustos personales, sino de lo que se trata es del sentimiento de la nación. No son de la propiedad particular de los gobernantes para que dispongan de ellos a su manera y libre albedrio; sino bienes artísticos, culturales e históricos públicos, que pertenecen a nuestra herencia e identidad: a la nación.

Es nuestro fidedigno pasado; es la realidad de nuestra historia, a pesar de que haya páginas, pasajes o capítulos que no sean de nuestro total agrado; a veces vistas así por cuestiones puramente ideológicas o políticas. No la podemos cambiar o eliminar, simplemente porque algunos de sus tramos no son de nuestro gusto personal o de grupo. Podemos criticar y hasta reprobar cosas, pero con verdaderas razones ubicándonos en su tiempo, y eso es válido, pero lo que no podemos hacer, es querer borrar o sustituir la realidad, para ponerle otra careta y pretender suplantarla con otras figuraciones que no corresponden a lo que fue la realidad y circunstancia del momento.

Cosa distinta es que hagamos nuevos monumentos o placas conmemorativas para enaltecer algo o a alguien digno de ser verdaderamente admirado y hasta venerado por lo que puedan significar, así como colocarlos en los espacios apropiados disponibles; pero no arrancar una página de la historia para pegarle otra distinta en su lugar.

Tenemos muchos héroes y referentes históricos de gran valía y de la más variada índole en quienes reflejarnos, y quienes nos pueden servir como guías pertinentes. Pero parecería que no los tuviéramos y que por eso a veces algunos gobernantes andan en la búsqueda de extranjeros a quienes importar, a fin de reverenciarlos y rendirles culto con el establecimiento de efigies públicas en nuestro país. Lo hacen no solo para satisfacer sus egos ideológicos personales o con fines puramente de conveniencia política, sino además porque nos los quieren imponer a todos, mediante su edificación.

Que si lo son de bien y ampliamente reconocidos por sus aportaciones; es decir, personas ejemplares, son bienvenidos porque son parte de la cultura universal. Pero cuando es reprobable su conducta y actuación y, por lo mismo son mal vistos y generan rechazo; peor aun cuando se han caracterizado por ser dictadores, por su tiranía o genocidas que oprimieron a los pueblos, o que contribuyeron a ello, qué necesidad de hacerlo, y más aún en tiempos político-sociales convulsos.

Que paradoja, a veces se quiere tapar, esconder, ocultar y hasta desaparecer partes de nuestro pasado; de dónde venimos; lo que somos, porque pareciera que se avergüenzan, quitando monumentos y nombres de lugares, que son patrimonio de la nación, para ponerles otros. Algunos incluso ajenos a nosotros, para enaltecerlos aquí, no obstante que en sus propios países, salvo por las nomenclaturas gobernantes herederas, no son bien vistos por su gente por el trato que le dieron a los respectivos pueblos. Bien dice la frase popular: “Candil de la calle y obscuridad de tu casa”, por motivaciones político-ideológicas particulares y de reducidos grupos, que no son toda la nación.

Porque con esa lógica política, entonces también habría que levantar monumentos de nuestros propios personajes históricos, a los que por cierto, por conveniencia política,  se les ha etiquetado como personas negativas, aunque algunas no tanto como se les ha pintado, ya que también tienen en sus haberes rasgos positivos ganados a pulso, y literalmente en el campo de  batalla, brindando aportaciones significativas y definitorias en los destinos del país, como un Antonio López de Santa Anna en los preludios y principios de la consumación de la Independencia[3] o un Porfirio Díaz durante la intervención francesa y la restauración de la República.[4] Pregunta: ¿O por qué de los nacionales no, habiendo tantos personajes y acontecimientos a celebrar, y sí de extranjeros, como, por ejemplo, de Fidel Castro y Ernesto Guevara?[5] Y otras preguntas más, ¿Y porque nosotros tenemos que conmemorar aniversarios de extranjeros que no son bien vistos por todos?, porque acontecimientos de este tipo tenemos muchos en México, e incluso del exterior tan memorable como el de la Revolución Francesa y su Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, solo por poner un ejemplo, que generó todo un movimiento mundial de cambio y de transformación, y que por cierto, dicho sea de paso, repercutió también entre nosotros, provocando nuestro movimiento de Independencia; y sin embargo no hay monumentos alusivos a las mismas. Entonces va la pregunta de nuevo, ¿porqué de unos sí y de otros no, no obstante que son más importantes por su trascendencia nacional o universal?

Ya una vez rechazamos la donación e instalación de la efigie de Heydar Aliyev, por su cuestionable pasado en los servicios policiacos secretos comunistas y después durante su gobierno en Azerbaiyán, con mano férrea sobre la población de ese país recién independizado al desintegrarse la URSS. Lo anterior, por el movimiento de inconformidad que generaron algunos actores políticos y sociales, y finalmente se retiró la efigie, confinándola provisionalmente en un almacén, con la intención de entregarla a la Embajada de su país: Azerbaiyán.[6] Sin embargo, para la de Guevara y Castro no se hicieron sonar esas voces ni derramaron tinta esas plumas, con lo cual está más que claro, que todo obedece a corrientes puramente político-ideológicas, y no a una razón y sentimiento de nación.

Regresando a nuestro entorno histórico nacional, así como se suele decir para otros episodios de nuestro pasado, yo creo que en el caso de Antonio López de Santa Anna y de Porfirio Díaz Mori, también está pendiente reescribir la historia de estos dos personajes de luces tempranas y sombras tardías en la historia de México. Pero hay que hacerlo de manera serena y objetiva; sin apasionamientos; porque de no hacerlo, nuevamente brota la pregunta, ¿por qué de unos o de algo sí, y de otros no?

Ahora bien, los monumentos establecidos que representan nuestra historia, son monumentos históricos públicos; y esto quiere decir de todos, y no solo porque a algunos grupos no les parecen bien, deben ser removidos.

La historia de la humanidad siempre ha sido de conquistas. Me atrevo a pensar que hoy en la faz del mundo difícilmente podremos encontrar países que, desde sus propios orígenes humanos, no hayan sufrido invasiones. Es más, la cartografía político geográfica mundial no es la misma de la de hace unos cientos de años, y menos de la de hace unos milenios. Así como han surgido unos han desaparecido otros entes estatales por este motivo, para dar comienzo a otros países nuevos. Si nos remontamos hasta la antigüedad, me parece que todos han tenido pasajes de invasiones sobre sus espacios territoriales primigenios y, con éstas, se ha dado pauta para la conformación de nuevas y/o renovadas nacionalidades.

Todas las conquistas siempre han tenido sus claroscuros. ¿Qué país podría decir que cuando pasó por este trance fue conquistado humana y civilizadamente? Menos mirándolo con los valores de nuestro tiempo. Todas las conquistas han sido dolorosas. Y no es que las esté justificando y mucho menos las salvajadas que se han cometido, sino que simplemente así ha sido la historia humana en este sentido de la lucha por el territorio; ya sea por la conservación del mismo, para la suma de otros espacios, o para la fundación de nuevos países, así como para la apropiación y explotación de los bienes materiales y humanos de los mismos. Todos, guerreros y conquistadores, en la lucha por el alimento, por el territorio, así como por los bienes y la fuerza de trabajo humano de los conquistados.

En todas las conquistas se han cometido atrocidades. Así han sido siempre las guerras, llenas de acciones brutales y de latrocinios. O yo me pregunto, ¿acaso habrá alguna que haya sido generosa, piadosa y profundamente humana? No hay guerras santas. Ninguna guerra ha sido santa, ni aún para los que creen en un Dios. Las que se han hecho en nombre de él, como por ejemplo “las cruzadas” y algunas otras evangelizadoras, por los atropellos humanos que se cometieron contra personas y poblaciones enteras, seguramente él las reprobó y nunca aceptó que en su nombre se cometieran esos excesos y exterminios. Ni siquiera la mal llamada revolución cultural; ya que además es contra natura por lo que vivió en carne propia aquel pueblo, por lo que significa el vocablo “cultural”, utilizado como adjetivo, que viene del término “cultura”. Y cultura significa civilización, luz, sapiencia, refinamiento, no lo que padeció ese pueblo. Lamentable y triste por las generaciones que las sufrieron en los respectivos países. Pero eso son cosas del pasado que no podemos cambiar; sino aprender para no seguir repitiéndolo en un mundo más civilizado.

Reescribir la historia; esto es, desacralizarla, desoficializarla y desideologizarla, no es desmancharla de sellos ideológicos politizados, para volverla a ensuciar cambiándola y poniéndole otras marcas o mascaras igualmente ideológicas con fines siempre políticos. Es ajustarse estrictamente a la realidad de los sucesos inmersos en las circunstancias de sus correspondientes momentos con la mayor objetividad posible, hasta donde la capacidad de su cerebro, voz y pluma de la persona se lo permita, buscando siempre la verdad; como fue, ajustada a la realidad de los hechos, no tergiversándola consciente y malévolamente, con propósitos ideológicos o políticos. En este sentido, fuera trajes de este tipo, para ver con mayor claridad y objetividad.

Dentro de este mismo marco ideológico-político, ahora se empiezan a tejer otras historias con el objeto de desacreditar al universalmente reconocido y autorizado descubridor de América. En efecto, en el fondo, con querer descalificar y descatalogar a Colón de nuestra realidad histórica, hay ahora hasta quienes dicen que él no descubrió América, sino que los descubridores de este continente fueron aquellos primitivos hombres que, por azares del destino y de la naturaleza, en aquel tiempo de congelamiento del Estrecho de Bering, permitió el paso de esos seres humanos primitivos trashumantes provenientes del continente asiático, en seguimiento del alimento, y que finalmente se asentaron en este continente americano.[7]

Es un sofisma, porque esos primeros hombres primitivos que cruzaron esa angostura intercontinental congelada, por tierra, navegando o de ambas formas, eran gentes nómadas; seres humanos errantes sin destino determinado que andaban por doquier, siempre con un fin muy concreto de subsistencia; es decir, en la búsqueda permanente del sustento alimenticio y de vestido para su sobrevivencia. Así fue como también, siguiendo el propio instinto animal en busca de alimento, ellos tras sus huellas y a su caza con idéntico objeto, llegaron a este continente: ambos por accidente, en busca y perseguimiento incesante del alimento animal terrestre, vegetal y del marino, según las rutas que tomaron, así como de abrigo.

No estamos hablando de quien vió y piso primero estas tierras americanas, porque esa es otra historia, sino de quien las avistó y pisó para el mundo civilizado allende el Océano Atlántico, conforme a un proyecto meditado determinado salido de una investigación previa.

Ellos no lo hicieron con la fijación de un fin específico exploratorio y científico premeditado en busca de nuevas rutas y de nuevas tierras para otros propósitos; es más, llegaron a América sin saber que estaban pisando las tierras de un nuevo continente, porque para ellos todas eran lo mismo, como posibles fuentes de alimento. Simplemente tierras donde encontrar alimentos y vestido, y porque además en ese periodo primitivo no existían límites geográficos políticos, pues todas eran tierras libres y vírgenes y, por lo mismo, objeto de asentamiento y apropiación, tal y como sucedió con esos primeros pobladores. Por lo tanto, ellos nunca tuvieron plena conciencia de que estaban llegando a un nuevo continente.

Cristóbal Colón, como otros exploradores, no lo hicieron para satisfacer su hambre, si no en base a proyectos concretos pensados, estudiados, planeados y hasta programados, así como lo más avituallados posible para emprender empresas de esa envergadura, ya fuera con propósitos comerciales o científicos, y si se quiere de expansión y dominio político militar. Creo que hay una enorme diferencia entre la visión de unos y en la necesidad de otros.

Ahora bien, si como afirman algunos estudios científicos de que la vida nació en algún punto, lugar, zona o región de Africa, y que de ahí migró y se expandió el ser humano primitivo, luego entonces estos primeros migrantes y sus descendientes fueron los que descubrieron, no solo a América, sino a todo el mundo. Esto es, también a  Asia, a Europa, a Oceanía y demás territorios marinos, con el transcurso de los milenios de todas estas corrientes migratorias, porque todos fueron, al principio de la vida humana,  nómadas siempre en busca del alimento y mejor vida, pero coloquialmente sin brújula orientadora; sin saber a ciencia cierta por donde andaban y dónde estaban, hasta convertirse en las primeras poblaciones sedentarias al formar pequeñas aldeas, que con el tiempo se fueron transformando y dieron origen a las primeras pequeñas naciones, precisando su ubicación en la tierra tiempo después, gracias al desarrollo del conocimiento; esto es, de la ciencia y de la tecnología.

Coda

Nos guste o no, Cristóbal Colón encontró estas tierras para el mundo europeo; para la civilización europea de entonces que no las conocía, y para el resto de los continentes. Y eso no tiene vuelta de hoja, pues está más que reconocido de siempre y universalmente, toda vez que a partir de ese momento hay un monumental y sin comparación quiebre o salto en la historia y en el destino de la humanidad civilizada, conforme al estadio que se vivía en ambos lados de los dos grandes océanos. También a partir de ese suceso, el hombre empezó a conocer a todo el mundo y empezó a tener nuevas visiones más globales, al darse cuenta que había tierra y vida más allá de sus entonces propios confines.

Ellos no nos conocían ni sabían de nuestra existencia, así como los nuestros tampoco sabían que existían aquellas tierras euroasiáticas africanas de ultramar, hasta que llegó Colón y los conquistadores europeos a estas tierras, hoy llamadas americanas, cuyo nombre de nuestro continente también se debe a otro explorador europeo contemporáneo de Colón, pero posterior a él en sus trabajos exploratorio y de investigación en este continente: estamos hablando de Américo Vespucio.[8] Los enormes muros acuíferos infranqueables que representaban hasta ese entonces los océanos Atlántico y Pacífico lo habían impedido hasta ese tiempo precolombino, hasta que Cristóbal Colón lo rompió para encontrar y acercar a estos dos mundos social, comercial y culturalmente hablando, al margen del instrumento y método utilizado por los conquistadores.

Ahora bien, no estoy minimizando y mucho menos menospreciando a uno de los eslabones de mi propio mestizaje. Por el contrario, siempre lo he ensalzado, por lo que a propósito de nuestros pueblos originarios y en reconocimiento a ellos, hace unas décadas me permití exponer algunas ideas sobre este tópico de nuestra composición nacional, y proponer la necesidad de revalorar y enaltecer las diversas aristas de vida de los pueblos de mayor origen étnico, para que tengan una buena vida y vivan mejor, no solo como seres humanos y, los nuestros, como parte de la nación, sino además, como pueblos remotos sobrevivientes, porque deben considerarse todos como patrimonio de la humanidad.[9]

En el artículo que corresponde a la séptima parte de esta serie, hablaba yo de que esta tierra es nuestra madre patria porque como mestizos nos gestamos en nuestros principios en el vientre de la mujer indígena. Luego entonces, por nuestro ius soli y por nuestro ius sanguine materno originario, esta es nuestra madre patria. Ahora bien, simplemente como una nota aclaratoria de fin de esta serie, y aunque es de sentido común, conviene agregar que ciertamente para los españoles peninsulares que conquistaron estas tierras y para los que vinieron después a la Nueva España, indiscutiblemente que España era su madre patria en su doble acepción; es decir, por su derecho de tierra y por su derecho de sangre, por lo que era del todo correcto que así le llamaran, porque allá nacieron y por haber nacido de españoles peninsulares.

Pero para los criollos, no obstante que de muchos sus padres fueron peninsulares, esta tierra fue su madre patria porque aquí nacieron; esto es, de acuerdo a su ius soli, aunque por su ius sanguine también lo fuera España, ya fuera por la vía materna, paterna o de ambas. Y con mucha más razón para los mestizos, porque nacimos aquí en estas tierras y, en sus orígenes, de nuestras primeras madres aborígenes. Y así lo demostraron muchos en los hechos, mestizos, criollos y afrodescendientes, con sus sentimientos libertarios independentistas de estas tierras en aquel glorioso año de 1821: año de la venturosa consumación de la Independencia de México.


[1]. Este histórico árbol sufrió una quemadura hace varios años, cuyo fuego finalmente lo mató, de manos de uno de los destructores del patrimonio patrio.

[2]. Este árbol ya no conserva la placa que de adolescente yo vi y leí con su nombre tradicional. Ahora lo han ido llenando de nuevas placas para bautizarlo y rebautizarlo. Actualmente tiene cuatro que dicen lo siguiente:

1.- “En este árbol lloró Hernán Cortés después de la derrota ante los defensores Aztecas. 1520-1998.”

2.- “Plaza el Arbol de la Noche Triste.

“El treinta de junio de 1520, mientras los Mexicas sepultaban al Emperador Moctezuma y asignaban a Cuitláhuac como su sucesor, Cortés preparo su salida por la calzada del Tepeyac, al no partir de inmediato dio oportunidad a que los Mexicas lanzaran un nuevo ataque.

“La noche llegó nuevamente y los españoles iniciaron su retirada por el camino de Tacuba, sin embargo, la oscuridad y la lluvia los dejó indefensos, no pudieron usar sus armas.

“Los Mexicas se apoderaron del puente y la calzada, provocando alarma y confusión en el ejército español. Durante esa batalla muchos soldados de Cortés murieron ahogados al caer al lago, fueron arrastrados por el peso de sus armaduras y los cargamentos de oro y plata que transportaban.

“Cortés perdió en esa noche la mayor parte de su ejército, hombres caballos y armamento. Triste, al ver pasar los restos de sus tropas, lloró de dolor al pie de un viejo árbol de ahuehuete que se hallaba en el camino, se sabía vencido por los Mexicas.

“La Noche Victoriosa.

“México, D. F. 20 de febrero 2013.”

3.- “Arbol de la Noche Victoriosa.

“Arbol de la Noche Feliz, aquí lloró. (Este texto también está en Náhuatl)

Consejo Nacional del Pueblo Mexicano. 30 de junio de 2017.”

4.- “Conmemoración de los 500 años de la Noche Victoriosa.

En este Arbol lloró Hernán Cortés. (El texto también está en Náhuatl).

30 de junio de 1520-30 de junio de 2020.”

En la segunda placa aparece el nombre del entonces jefe de Gobierno del D. F., así como el del titular de la Delegación Miguel Hidalgo; y la cuarta placa tiene el nombre del alcalde de la ahora denominada Alcaldía Miguel Hidalgo.

Me parece que hay un exceso de placas alusivas a este hecho histórico. Más bien parece que en realidad obedece a una lógica de culto a la personalidad de los gobernantes en turno, al querer dejar testimonio de su tiempo colocando su nombre en algunas de ellas. Hay dos, de momentos distintos de gobierno, del mismo gobernante. Incluso en una, en la cuarta placa, quizá en una especie de elogio personal, resaltado su nombre con la letra del mismo tamaño que el del texto histórico narrado.

[3] . Habría que ver que Antonio López de Santa Anna, en el principio de su trayectoria político-militar, hizo aportaciones importantes al país, entre otras, que fue uno de los primeros en adherirse al movimiento de la consumación de la Independencia en 1821 con importantes victorias armadas en Veracruz. Estando presente en este lugar, fue el primer contacto de Juan O’Donojú a su llegada de España a este puerto con este movimiento independentista y se constituyó en el puente de comunicación con Agustín de Iturbide, jugando un trascendente papel en la concertación de su encuentro en Córdoba para la firma de los Tratado de Córdoba, que llevarían finalmente a la culminación de la Independencia del país. Ya por el reconocimiento que había adquirido, fue por lo que se erigió en el enlace entre ambos consumadores de la Independencia. Si no hubiera sido por su prestigio, que se encontraba en ese lugar en ese momento y sus buenos oficios, quién sabe cuánto tiempo hubieran tardado en establecer comunicación, contacto, lugar donde se hubieran entrevistado y el acuerdo para concretar la Independencia y, por ende, el posible retraso de ésta. Tiempo después se convierte en el pivote armado del descontento contra el Imperio de Iturbide, al desconocerlo y combatirlo logrando su objetivo, instaurándose a partir de su extinción, la república. Asimismo, combatió los intentos de recuperación de México por parte de España, entre otras acciones que han dejado de valorarse por su actuación negativa posterior al frente del gobierno y por su craso error en la pérdida de territorio nacional. Por lo que hace al Imperio de Iturbide, me queda claro que si no lo hubiera hecho él con el ambiente político favorable para tal fin, seguramente tarde que temprano hubiera caído el Imperio, pero también seguramente no en ese momento, por lo que se hubiera retrasado la creación de la república en nuestro país.

Su trayectoria puede verse amplia y detalladamente en sus memorias tituladas “Mi historia militar y política 1810-1874. Sus primeras andanzas las podremos leer en las páginas de la 1 a la 23.

[4]. En el caso de Porfirio Díaz recordemos que fue uno de los principales brazos que acompañaron a Ignacio Zaragoza en el triunfo prácticamente definitivo del 5 de mayo de … contra la invasión francesa que sostenía al Emperador Maximiliano de Habsburgo, con lo que se restauró la República. Además de todo el trabajo de infraestructura, crecimiento y desarrollo económico, así como de la importante pacificación y estabilización político militar que tuvo el país; y por supuesto, con sus respectivos claroscuros en algunos renglones políticos y sociales. Que por cierto, que paradoja en su vida militar y de gobernante. Luchó contra la intervención francesa y salió airoso, y su gobierno tuvo tintes afrancesados. Pero no debemos olvidar, que en esos tiempos, Francia era unos de los países modelo a seguir en muchas de sus aristas, además de que sentía cierta aversión hacia los Estados Unidos de América, y esto no jugaba en su favor.

[5]. El monumento se compone de dos piezas. En la primera y al centro está un busto de Ernesto Guevara y en la placa que se encuentra en el pedestal se lee que es en memoria de su muerte: “¡Hasta la victoria siempre! 30 aniversario de la caída del Che en Bolivia. 1967-1997. México.”, y adelante sentados de cuerpo entero en una banca, el mismo Ernesto Guevara y Fidel Castro. En el primer caso, no hay alusión ni rastro alguno de cuál es su procedencia; es decir, de quien fue la iniciativa de colocarla, por lo que hasta parecería que se quiso ocultarla para mantenerla en el anonimato. En el caso de la segunda efigie, ni siquiera existe alguna placa que señale cuando se colocó, con que motivo y, mucho menos, a quién se debe la iniciativa. Esto es, no hay ninguna señalización. ¿También se quiso mantener en el anonimato? En ambos casos, ¿y por qué? Sin embargo, por lo que se refiere a la segunda, hay una referencia periodística que pudiera dar luz sobre su origen, y que dice lo siguiente: “El 2 de diciembre de 2017 el entonces alcalde de la Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, y la directora del Museo de San Carlos, Carmen Gaitán, develaron las esculturas de Fidel y el Che atrás del Museo de San Carlos, en la colonia Tabacalera, donde ya se ubicaba un busto del argentino.

“El argumento: que los dos lideres se conocieron a unas cuadras de ahí, en José de Emparan 49. La obra fue hecha por el escultor Oscar Ponzanelli.

“La alcaldía Cuauhtémoc señaló … que en los archivos de la Jefatura de Unidad Departamental de Adquisiciones de la Subdirección de Recursos Materiales no obra contrato alguno con el C. Oscar Ponzanelli.

“Y añade que realizaron una búsqueda sobre esculturas, encontrando sólo el registro de una contratación … con el proveedor Servicios Dogman, S. C. de 600 mil pesos hecha con la partida presupuestal …  denominada Bienes artísticos, culturales y científicos. Hago de su conocimiento que, durante el ejercicio fiscal 2017, se llevó a cabo el proyecto denominado Adquisición de dos esculturas de bronce, indica la alcaldía.” Da testimonio de lo anterior, una fotografía donde aparece el entonces alcalde sentado en la banca, en medio de las dos efigies, y tomando de la rodilla a Castro.

[6]. Fuente BBC News Mundo. 26 de enero de 2019. “México: retiran polémica estatua de ex líder de Azerbaiyán. En la madrugada de este sábado, en medio de las sombras y sin la presencia de medios de comunicación, el gobierno local de Ciudad de México retiró la polémica estatua del exmandatario de Azerbaiyán Heydar Aliyev. Desde que el monumento se erigió, en agosto del año pasado en la conocida Avenida Reforma de la capital mexicana, la polémica no ha cesado. Los críticos decían que no era posible que en la histórica avenida, donde se encuentran estatuas de Gandhi y de Winston Churchill, se pusiera la figura de un personaje cuestionado. Una de las personas que inició las protestas fue el urbanista Andrés Lajous, quien en ese momento dijo a BBC Mundo que había empezado los cuestionamientos luego de leer el obituario que el New York Times publicó en 2003, cuando murió Aliyev. Allí se dice que fue un “antiguo general de la policía secreta rusa que por 30 años gobernó a Azerbaiyán con puño de hierro, primero como su líder comunista, luego como presidente electo”. Y se agrega: “Un extravagante culto a la personalidad fue otro aspecto de su gobierno”. A Heydar Aliyev le sucedió su hijo, Ilham, quien aún se encuentra en el poder. Pronto otras voces se sumaron a las protestas y se realizaron manifestaciones en el lugar con pancartas que decían “Quiten al dictador”. Fue tanta la trascendencia que el tema adquirió en los medios locales y nacionales, que el gobierno del Distrito Federal nombró una comisión ciudadana para decidir qué hacer. Defensa de Aliyev. Al mismo tiempo, la embajada de Azerbaiyán inició una campaña en defensa de quien consideran el padre del país. Azerbaiyán financió tanto la escultura en la Avenida Reforma como la remodelación de la Plaza Tlaxcoaque -que también puede generar polémica, pues califica como genocidio la matanza de Jodyali algo que aún no ha sido reconocido como tal por las Naciones Unidas- también en el D. F. Aunque las cifras invertidas nunca se dieron, diversos medios mexicanos coinciden en que fueron del orden de los 40 millones de pesos, poco más de US $3 millones. En una entrevista por correo electrónico con BBC Mundo, el embajador de Azerbaiyán en México, Ilgar Mukhtarov, dijo que la estatua y la remodelación del parque eran una muestra de agradecimiento de Azerbaiyán hacia uno de los primeros países que reconoció su independencia luego de la disolución de la Unión Soviética. Mukhtarov indicó que el dinero no se entregó directamente al gobierno, sino que la embajada contrató a las compañías constructoras, y aseguró que todos los detalles de la inversión se manejaron de manera transparente. Incluso, en su ronda por los medios de comunicación mexicanos, funcionarios de la embajada azerí dijeron que el retiro del monumento podía afectar las relaciones entre los dos países. “No honra a ciudad de México”. Sin embargo la polémica no se acalló. La comisión nombrada recomendó retirar la escultura. Y la semana pasada, el excandidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, coordinador de asuntos internacionales del DF -una especie de canciller de la capital- dio el que puede considerarse el veredicto final: “La estatua del señor Aliyev no honra a la Ciudad de México, ni la Ciudad de México tiene por qué honrarlo”. La madrugada de este sábado, posiblemente con la intención de evitar más polémicas y protestas, el monumento fue retirado con grúas al abrigo de la noche. Ahora se encuentra en una bodega de la colonia Del Recreo, en la capital mexicana, mientras se decide su futuro.”

[7]. Cabe mencionar que este congelamiento del Estrecho de Bering fue lo que permitió el paso de los primeros humanos de Asia hacia América, específicamente en su primer contacto de Siberia (hoy parte de Rusia) con Alaska (hoy parte de Estados Unidos de América), de acuerdo con la teoría tradicional. Se dice que la parte más angosta que separa a los dos continentes, mide 85 kilómetros y que la profundidad del océano es de 30 a 50 metros. Sin embargo, investigaciones recientes de los científicos les han permitido construir otras dos nuevas hipótesis sobre este hecho que permitió el poblamiento de nuestro continente, y que hay quienes la remontan hasta 30,000 años. Estas son las siguientes:

Una teoría señala que este puente de comunicación que se formó y que facilitó el cruce de esos hombres primitivos, fue de tierra firme, toda vez que durante el Ultimo Máximo Glacial esa parte del estrecho no estaba sumergida bajo agua, ya que los océanos bajaron su nivel por el congelamiento de agua, por lo que se produjo un espacio amplio de tierra firme.

La otra hipótesis, nos dice que con ese corredor de tierra que se formó, la migración temprana fue por la costa de Beringia; esto es que no pasaron por tierra firme, sino navegando; esto es, costeando por el mar, y de ahí por toda la costa del continente hasta llegar a la Tierra del Fuego, punta extrema del sur del Continente Americano.

[8]. Como resultado de la narrativa de sus Cartas de Navegación, se desprende que este navegante italiano recorrió gran parte de las costas del continente, al cual le puso su nombre. Vale señalar que tanto él como Colón eran italianos y que los dos zarparon con sus naves de Cádiz, España. Américo en su primer viaje lo hizo siguiendo una de las rutas empleadas por Colón. También se afirma que Vespucio fue el primero que piso tierra firme del continente, pues recordemos que Colón llegó hasta algunos de los hoy países antillanos. Solo para el anecdotario habría que mencionar que, en todo caso, en estricta justicia el nombre del continente debería corresponder al de Colón por ser el descubridor, aunque el que lo pisó y recorrió en buena parte fue Américo Vespucio, además de que el  que lo bautizó con este nombre fue este último. Colón no le puso su nombre ni apellido a ninguno de los lugares descubiertos.

[9]. Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo latinoamericano. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Noviembre 1995. Número 5. México. PP. 21-25.

Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo mexicano. Primera parte. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Octubre 1995. Número 4. México. PP. 27-35.

Cifuentes Vargas, Manuel. Los pueblos indios en el constitucionalismo mexicano. Segunda parte. Revista LEX. 3ª. Epoca. Año I. Diciembre 1995. Número 6. México. PP. 67-72.

Cifuentes Vargas, Manuel. Patrimonio cultural; esencia y símbolo de unión nacional. “En busca de la decencia política. El ser y el deber ser de cada día.” Edición del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Gobierno del Estado de Zacatecas. México. 2012. PP. 186-215.

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