viernes 19 abril 2024

La batalla por el lenguaje inclusivo

por Karen Quiroga Anguiano

El lenguaje inclusivo es una de las batallas que las mujeres y los grupos minoritarios siguen dando, su importancia y visibilización es similar a la que representa el combate a la violencia de género, el machismo, la misoginia o el patriarcado; sin embargo, al ser un tema tan sutil continúa enfrentando resistencias y obstáculos que es fundamental superar.

Apenas hace unos días leí con asombro las declaraciones del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, sobre el tema. El escritor afirmaba que “el llamado lenguaje inclusivo es una simple aberración que no soluciona el problema de la postergación de la mujer”. Por su parte, la Real Academia de la Lengua ha criticado el uso del “todos y todas, que ha proliferado en muchos países, así como el exceso de lo políticamente correcto que pretende doblegar el modo como hablan las mayorías por el capricho de unas minorías abusivas”.

El lenguaje incluyente ha sido el único recurso que tienen y han tenido los grupos minoritarios al no verse incluidos en la vida pública, y en ocasiones ha sido hasta el protagonista y el gran salvador de esas minorías.

Las modificaciones que históricamente ha tenido el lenguaje han permitido que el avance democrático, especialmente en países de América Latina, se consolide. Cuando en una sociedad se utiliza la palabra presidenta o diputada, la percepción cambia, la gente se imagina a una mujer en el poder y con ello se visibiliza a todas.

En ese sentido, quienes trabajamos en favor de las mujeres, ya sea desde el gobierno, el poder legislativo, los partidos políticos o la sociedad civil, sabemos que el lenguaje se rige por un conjunto de reglas ortográficas que resultan ciegas hacia los avances, proyectos y sueños de aquellas que históricamente han sido víctimas de violencia y discriminación.

¡Ni minorías abusivas ni posturas aberrantes! Los grupos de mujeres respaldamos el leguaje inclusivo porque es una necesidad política y ha sido la única herramienta para hacer que el patriarcado nos mire y nos tome en serio. Así que ¡lo seguiremos utilizando! ¡Claro que sí!, sin importar lo que opinen los defensores y propagandistas del machismo cultural.

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