jueves 28 marzo 2024

Anaya: La construcción del tsunami

por Julián Andrade

Entre los temas que hay que reflexionar sobre la elección de 2018 se encuentra la estrategia que se montó para desbarrancar a Ricardo Anaya, el candidato presidencial del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

En el PRI estaban convencidos que sacando al panista del segundo lugar en las preferencias, podrían cerrar fuerte y alcanzar a Andrés Manuel López Obrador, para, por unos puntos, derrotarlo.

Esta teoría, a toro pasado, resulta absurda, pero motivó mucho de lo que sucedió en aquellos días en los que se definió, nunca mejor dicho, el futuro de México.

Suena un suicidio, como fue, pero en algunos salones del poder, ahora ya lo sabemos, se operaba para quien iba a ganar la contienda, aunque no se tenía claridad del tamaño del tsunami.

Anaya, como se sabe, fue acusado de lavado de dinero por la supuesta compra de una nave industrial por 50 millones de dólares. Se filtraron datos y se estableció una historia que golpeó al candidato y que lo hizo concentrarse en su defensa.

Al final resultó que Anaya nunca cometió algo indebido, pero el daño que le hicieron sin duda impactó en los resultados.

Anaya logró 12 millones 610 mil sufragios, lo que representó un 22%; José Antonio Meade, el abanderado del PRI, obtuvo 9 millones 289 mil votos, un 16% y el aspirante de Morena, PT y PES, Andrés Manuel López Obrador alcanzó 30 millones 113 mil apoyos en su favor.

Foto: Cuartoscuro

A quien le fue peor fue a Meade, sobre todo si tomamos en cuenta que Enrique Peña en 2012 obtuvo 18 millones 727 mil votos. Anaya, a pesar de todo, superó a Josefina Vázquez Mota y sus 12 millones 473 mil sufragios. López Obrador, en aquella ocasión, logró 15 millones 535 mil sufragios.

Esto muestra el tamaño del desastre para los priistas, quienes tenían un buen candidato, que sin duda habría sido un mejor presidente, pero que nunca recibió el apoyo adecuado y que además lo enredaron en una agenda oscura que, ahora sabemos, siempre se situó y lo situó en los límites del abismo.

Es evidente, de igual forma, que todos sus esfuerzos beneficiaron a Morena. Uno nunca sabe para quién trabaja.

Lo peor es que la campaña en contra de Anaya influyó, aunque no sepamos el grado, en la integración del Senado y la Cámara de Diputados. Me parece que ahí está el pecado mayor, porque otorgó al triunfador prácticamente el control del poder legislativo.

Es más, la diferencia para que la Constitución no sea reformada, sin el acuerdo de la oposición, es de unos cuantos escaños.

La política es dura, no hay que ser ingenuos, pero deben existir límites morales, aunque sean flexibles.

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