jueves 28 marzo 2024

AMLO y la alianza opositora

por José Buendía Hegewisch

Por aclamación, López Obrador tomó la dirección de Morena para garantizar la visibilidad de su campaña por la presidencia en 2018 y combatir en el mismo ring de espacio los mensajes de sus adversarios. Su liderazgo es el mejor posicionado en las encuestas, pero la fuerza de su partido no le alcanza para llegar a Los Pinos, no obstante el 8.3% de la votación en su primera aparición electoral, unos tres millones de votos, y situarse como cuarta fuerza política.


Por eso, las oportunidades de su candidatura dependen de la organización de Morena, ya que previsiblemente iría sin alianzas en 2018. Pero su liderazgoindiscutido e indiscutible en el partido es también insuficiente para la implantación de Morena, si no se traduce en ocupación territorial en las 13 elecciones del próximo año.


El control estatal revelará hasta dónde la fragmentación política abre espacios territoriales y altera el equilibrio del modelo tripartidista en el poder. La división en la izquierda es una nueva variable para la estrategia de alianzas, como la que pretenden reeditar PRD y PAN a nivel local. Paradójicamente, el PRI sería el beneficiado del crecimiento de Morena en los estados en los que enfrente al bloque opositor, aunque luego sea su principal enemigo en las presidenciales.


La pasada elección abrió el juego del poder y la realpolitik de las alianzas entre más jugadores. La mayor pluralidad alteró los equilibrios del viejo esquema de alternancias cerradas en todos los niveles de gobierno. Y si bien no se ha traducido en mayor diferenciación de opciones, se modifican las posibilidades de enfrentar al PRI con un bloque opositor.


El presidente del PRD, Agustín Basave, ha pronosticado que su partido tiene pocas posibilidades de ganar alguna elección en 2016 sin alianzas y analiza con el PAN repetir la fórmula de los estados donde antes se alzaron con triunfos, como Oaxaca y Puebla, también para gubernaturas donde nunca han logrado vencer al PRI, como Veracruz y Tamaulipas. Rafael Moreno Valle es su mayor impulsor, incluso como parte de su propia estrategia hacia 2018, aunque la dirección del PAN duda de ellas por el costo en identidad e imagen.


La fragmentación política tiene repercusión en la lucha por el poder entre grupos locales, que obedecen a intereses y lógicas distintas a los partidos nacionales. Por ejemplo, mientras Manlio Fabio Beltrones lanza una embestida contra AMLOpara frenarlo en las encuestas, el gobernador de Veracruz ve en el crecimiento de Morena en su estado la posibilidad de debilitar la alianza opositora PAN-PRD.


La paradoja es que permitir el avance de Morena en los estados fortalece la candidatura de AMLO. Ello a pesar de que la estrategia del gobierno y del PRI para bajarlo en las encuestas ha sido contraproducente. Desde su Tercer Informe y luego en la ONU, Peña trató de descalificarlo con la amenaza del peligro del “populismo”, pero el ataque sirvió para la victimización y para dar credibilidad a su discurso sobre la persecución de la “mafia del poder”. El mismo efecto tiene la denuncia deBeltrones sobre actos anticipados de campaña por aparecer en los spots de Morena, que AMLO contrarrestó como la pretensión de lanzar contra él un segundo “desafuero”.


Pero los errores y las consecuencias no deseadas cuentan tanto como el logro de objetivos. AMLO puede ser el beneficiario de las alianzas opositoras. Una ventaja para él es que los actores del tripartidismo leen la coyuntura con las categorías del pasado y repiten las fórmulas de preservación, aunque las circunstancias hayan cambiado y ya no concentren el poder que antes tenían. Ya lo veremos en 2016.

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