miércoles 24 abril 2024

AMLO©, el candidato que no pudo ser presidente

por Mayté Noriega

Andrés Manuel López Obrador© ha hecho campaña durante poco más de dos décadas (sigue en campaña). En ese lapso, ha criticado sin miramientos ni ponderación alguna, los actos de gobierno de quienes le antecedieron en el cargo. Sus críticas y descalificaciones carecían, la mayoría de las veces, de fundamento o sustento de cifras o datos que avalaran sus dichos.

La prensa reproducía sus sentencias y daba cobertura a sus actos. Es probable que no lo hiciera con la misma intensidad con la que se difundían los mensajes de los candidatos punteros o del mismo gobierno. Cuestionó que eso sucediera, fustigó a medios y periodistas y se victimizó como hace siempre que las cosas no salen como él quiere.

La prensa, que había ido conquistando su libertad poco a poco, porque hay que recordar que la libertad nunca es una concesión graciosa de la autoridad, le dio voz, como hoy se la da los que critican y cuestionan sus actos de gobierno.

No hay ataques como él proclama. Hay cuestionamientos, críticas a sus acciones, a sus dichos carentes de verdad, a sus descalificaciones, a su afán de polarizar a la sociedad, de engañar, de crear verdades paralelas.

No hay ataques y que nadie se confunda. Existe el señalamiento de aquello que está mal hecho, aquello que no funciona, aquello que vulnera los derechos humanos de los ciudadanos, aquello que los priva de su patrimonio o de lo que es más importante, su vida.

Se cuestiona la destrucción del sistema de salud que deja inermes a los ciudadanos, los empobrece y conculca un derecho garantizado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el derecho a la salud.

Se le piden cuentas por el despilfarro que implicó la cancelación del nuevo aeropuerto, por los contratos otorgados sin licitación, por la falta de medicamentos para los niños con cáncer y el resto de la población. Se le critica por sus ocurrencias y caprichos convertidos en actos de gobierno.

Se le cuestiona por el hecho de liberar narcos, preocuparse por sus familias e ignorar a las víctimas de la violencia que provoca el crimen organizado; por los abrazos, no balazos, por la indolencia, por la indiferencia.

Miente como un bellaco cuando hace creer a la sociedad que aquellos a los que llama “los conservadores”, son los enemigos del pueblo bueno y sabio. No, los enemigos del pueblo bueno, son los narcotraficantes que envenenan a los hijos de la gente del pueblo, los que violan a sus mujeres, los que reclutan a sus niños y jóvenes para convertirlos en asesinos. Ellos son los enemigos del pueblo, no los que elevan la voz para exigir servicios de calidad para todos; no los que le piden cuentas, no los que exigen mejores hospitales, mejores escuelas, mejores servidores públicos…

Los enemigos del pueblo bueno son los asaltantes que los despojan de sus pocos recursos, los que violan y matan a sus hijas. Son también enemigos del pueblo los policías corruptos que lo extorsionan, los servidores públicos incapaces que les niegan la posibilidad de justicia, que les impiden el acceso a la salud, que los maltratan en las ventanillas.

Los enemigos del pueblo son aquellos que se prestan a torcer la ley para ocupar cargos públicos y contribuir de ellos a la destrucción de las instituciones. Nunca, desde su creación, había sido tomada la CNDH por ciudadanas cuyos derechos humanos habían sido violados por la autoridad, sin que la presidenta del organismo constitucional autónomo hubiera hecho siquiera el intento de “taparle el ojo al macho” ya no de investigar para emitir una recomendación que asegure el castigo para los culpables, las medidas necesarias para que no vuelvan a ocurrir hechos similares y la reparación del daño. Nunca la CNDH había sido menos autónoma, nunca había sido presidida por alguien con menos merecimientos. Nunca la CNDH había estado más lejos de los ciudadanos, y más cerca del poder.

Andrés Manuel López Obrador©, durante su muy larga campaña política se ha dedicado a criticar la corrupción de los gobernantes y los servidores públicos y a exaltar su honestidad. Para aquellos que alguna vez creyeron en su lucha anticorrupción (que no son pocos) resulta decepcionante comprobar que está hecho del mismo barro que aquellos a los que criticaba. Algunos miembros de su familia se han prestado a participar en actos de corrupción que hoy pintan al régimen de cuerpo entero. Poco a poco van cayendo sus ropajes de honestidad sostenidos por palabrería hueca y engañosa, mientras los solapa y justifica.

Tantos años de campaña, tanto dinero invertido, tantas giras, tantos discursos para llegar a ser presidente y nunca ha podido serlo. No es más que un aprendiz de dictador que se niega a gobernar una república porque el quiere un imperio en el que la única voz que se escuche y se obedezca sea la suya.

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