viernes 29 marzo 2024

Alianzas aprobadas y confrontaciones previsibles

por Alejandro Colina
Etcétera

Al día siguiente del reciente Congreso Nacional del PRD la noticia fue que los perredistas aprobaron alianzas con el PAN para las elecciones del próximo año. De ahí pregunto: ¿cuál es la prioridad? ¿Impedir la restauración de la hegemonía priísta –ahora verde-priísta- o echar adelante un programa de gobierno ideológicamente coherente? ¿Hay que evitar que los verde-priístas acaparen los puestos de elección popular o imprimirle una dirección definida a los gobiernos municipales, estatales y, en 2018, al gobierno federal?

La pluralidad en el poder público constituye un fin en sí mismo. En los lugares donde el poder público es administrado por un partido hegemónico la libertad se restringe, la democracia deviene formalidad vacía, autoritarismo disfrazado. Pero la alternancia por la alternancia pierde sentido cuando no emergen buenos gobiernos de ella.

Aún no se cumplen 20 años de que la pluralidad se instaló en el Legislativo. La primera alternancia en el gobierno federal fue en el 2000. En 1989 el PRI perdió por primera vez una gubernatura. En varios estados no ha llegado aún. La nuestra es una democracia en pañales, es obvio, pero tras la alternancia de 2000 a muchos nos dio por decretar el fin de la transición democrática y dimos por hecho que la democracia se había instaurado de manera cabal entre nosotros. Debemos reconocer, sin embargo, que aún estamos lejos de ello. Solo admitiéndolo se puede entender que el PRD prevea aliarse con el PAN en 2016, y que el propio PAN también lo contemple. Su confrontación previsible será con el bloque PRI-Verde, pero no solo con él. También con Morena.

Del purismo enemigo de las alianzas se pueden decir muchas cosas. Entre otras, que encuentra en su pretendida pureza su mayor poder de seducción política, el mejor plus de su rentabilidad electoral. Queda, sin embargo, por aclararse cuál es el proyecto de nación que le permite ostentarse al PRD como un partido de izquierda. Al menos para aliarse con el PAN deberá poner entre paréntesis los propósitos de liberalidad moral que pueden identificarse con la izquierda, tales como la despenalización del aborto, la legalización de la mariguana y la reivindicación de los derechos de las lesbianas y los homosexuales. Lo cierto es que el reciente Congreso Nacional del PRD colocó como prioridad la búsqueda y defensa de la pluralidad en el poder público. En ese propósito los perredistas cifran no sólo su intencionalidad política, sino su sobrevivencia como partido importante en el aún naciente sistema democrático mexicano. Lo demás ya lo sabemos: AMLO y su partido tildarán de cínica esa estrategia perredista en favor de una política de principios en la que no habrá lugar, sin embargo, para los propósitos de liberalidad moral propios de la izquierda.

 

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