martes 19 marzo 2024

Ahí viene el lobo

por Pablo Majluf

A menudo los comentaristas proclives al régimen advierten sobre el peligro que implica que un gobierno de derecha herede las estructuras militares que dejará el obradorismo, como si fuera esto un problema de posiciones ideológicas.

En una mesa de opinión en el programa de Julio Astillero, por ejemplo, la periodista del periódico Sin Embargo, Daniela Barragán, dijo que no veía conveniente “que a un gobierno de derecha le dejaran un mecanismo tan militarizado como el que ya vemos que se está construyendo”. “¿Qué pasará en 20 años cuando seamos víctimas de ese temeroso péndulo… de que después de que gobierne la izquierda venga un gobierno de derecha con un mecanismo como ese, por completo militarizado?”

¿Dónde está, sin embargo, el verdadero peligro: en la militarización o en la tendencia política del gobierno en turno? Es evidente que la militarización es el mal en sí, más allá de las ideologías. Hay bastantes ejemplos de izquierdas y derechas militaristas igualmente peligrosas. Desde luego, el argumento de los corifeos tiene el propósito de evitar criticar tanto a la militarización obradorista como a su gobierno en general. La estrategia la usan lo mismo para la militarización que para el desmantelamiento del sistema de salud, la captura y destrucción de instituciones, los ataques al medio ambiente, los programas clientelares, los golpes contra el INE. “¿Qué pasa si después llega un Trump, un Orban, un Bolsonaro?”, reza la advertencia.

La realidad es que ya nos gobierna el Trump, el Orban y el Bolsonaro. No hay necesidad de esperarlos. ¿Hay matices significativos? Sí. ¿Algunos de esos matices se pueden encuadrar en la tradicional dicotomía izquierda-derecha? También. Pero hay muchas más similitudes. Si dejamos de ver el mundo actual en los términos clásicos y lo vemos como una lucha entre la democracia y los populismos, entre el oscurantismo y la ciencia, entre la razón y la demagogia, entre el nacionalismo y el cosmopolitismo, entre el aislacionismo y la globalización, entre el individuo y los identitarismos, vemos que los lobos tan temidos ya vinieron por nosotros.

Lo que todavía no conocemos en México es el devenir final –el desenlace y las consecuencias– del régimen populista-oscurantista-nacionalista. Trump, por ejemplo, no ha podido hasta el momento destruir la democracia estadounidense. Orban sí la húngara. López Obrador ahí la lleva. Y aunque siempre se puede estar peor y a él lo podría suceder alguien aún más peligroso, encuadrar el futuro en el tradicional espectro político es esconder el riesgo vigente en una trampa de etiquetas.

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