miércoles 24 abril 2024

Agenda artificial

por Óscar Constantino Gutierrez

Existen políticos que crean problemas para luego resolverlos, esta es una conducta perversa que suele hacerse escondiendo la mano: usan un agente para provocar un conflicto y luego llega el gobernante —cual redentor— a solucionarlo. Esa táctica funciona en la medida en que la gente no identifica la simulación propiciada por el político farsante.

Por ello, es muy preocupante que las autoridades tengan el cinismo de abiertamente causar dificultades, para luego repararlas: ese comportamiento implica algo más que “hacerse útil” con contrariedades inventadas, entraña una voluntad de ostentar violentamente el poder, de hacer sentir a la gente que se tiene la fuerza para definir la vida de todos.

“No soy florero, no estoy de adorno”

El 30 de octubre de 2018, el presidente electo López publicó un video respecto a la cancelación del aeropuerto de Texcoco¹. En el escenario de su mensaje, se alcanza a ver un libro titulado ¿Quién manda aquí?, editado por el expresidente español Felipe González. Hubo medios afines al nuevo régimen que resaltaron esta situación², pero no tuvo un impacto mayor en la opinión pública.

No obstante, el constante ir y venir de medidas nocivas que luego se corrigen, permite apreciar que ese proceder gubernamental no es producto de la mera ineptitud, sino de una necesidad de hacer ver a la sociedad quién detenta el poder y que todo lo bueno o malo que pudieran recibir, depende de la única y arbitraria voluntad presidencial.

Desde los recortes presupuestales a las universidades, hasta el regreso de recursos al IMER, durante seis meses se ha visto este mecanismo de toma y daca: no es un simple control de daños ante eventuales decisiones torpes —son demasiadas para ser ocasionales—, es un mecanismo de condicionamiento y disciplina para los gobernados. De lo que se trata es que sepan quién manda, lo peor es que la maniobra le ha funcionado al gobierno: los aplausos serviles de los afectados por los recortes del IMER, ante la corrección del agravio, son propios de súbditos, no de ciudadanos libres.

A esta táctica de golpear, esperar el llanto y luego mitigar el daño, se le acompaña de un modelo de posverdades o francas mentiras: se justifica el palazo con una falsedad, a la hora que se refuta la farsa y las protestas aumentan, sale la misericordia reparadora. El “yo tengo otros datos” no es un tema de opinión, sino de un manejo demagógico de la propaganda.

Hay algunas mentiras obvias, como que el problema del sargazo no es gravísimo, pero otras no son fácilmente identificables para el público, lo que facilita la manipulación ciudadana. No obstante, que el gobierno opera mayoritariamente con mentiras tiene pruebas demoledoras: un análisis publicado por Vanguardia señala que menos de 50% del discurso de López puede considerarse verdadero³.

FOTO: ARTURO PÉREZ ALFONSO/ CUARTOSCURO.COM

Ecos de Job

Este juego de quitar, justificar el despojo con falsedades, dejar que los afectados protesten —o rueguen—, para subsanar el menoscabo, tiene sus ecos bíblicos, como otras actitudes mesiánicas del caudillo tropical.

En su afán de demostrar quién manda aquí, el gobierno de López replica lo descrito en el Libro de Job: una persona próspera comienza a recibir males y desgracias, porque el diablo insta a Dios a ponerle pruebas a ese sujeto, bajo la premisa de que es piadoso sólo porque le va bien. Como Yahvé no está de florero, ni de adorno, le hace llegar todo tipo de desdichas a Job, quien al principio las acepta mansamente. Cuando al fin le colman la paciencia, Job reclama el exceso de castigo y Dios aprovecha para demostrarle que él —pobre humano— no es nadie frente a su Señor… para luego repararle los daños causados.

El estatismo, como proyecto del nuevo régimen, apuesta a que el gobierno sea la causa y origen de todo. En la visión enferma de los adalides de la 4T, el modelo ideal es uno en que todo tenga su fundamento, razón y legitimidad en el Estado. Así, el nuevo Dios es el gobierno, del que se debe temer su furia y rogar por su misericordia. En una frase: el estatismo es la versión no monárquica del absolutismo.

Resulta claro que el estatismo se opone a la democracia republicana, porque subyuga las libertades, al no respetar las esferas sociales extraestatales. La visión estatista es muy cómoda para las burocracias, es la versión cínica de una frase frecuentemente invocada por el presidente López. Si él dice “al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”, la política real de su régimen pretende que “al margen del Estado nada, ni nadie”: esa es la definición de texto del totalitarismo.

Así, el caudillo toma el papel de Dios, la sociedad el de Job y el diablo es alguno de sus lugartenientes, que le calienta la cabeza para soltar rayos y recortes contra un determinado grupo social. Hay que recordar que el estatismo no sólo pretende apoderarse de todas las fuentes de riqueza —para concederlas— sino que pretende regularlo todo, para que cualquier actividad privada quede a la licencia del gobierno. Así, el mesías convertido en caudillo vuelve a ser redentor: digno de un diálogo entre Freud y Weber.

Los límites del (casi) todopoderoso

Más que congoja, existen luces que evidencian que este ataque contra las libertades aún tiene barreras que lo restringen. Una de ellas es el litigio estratégico, que ha resaltado el rol de los tribunales en el control del Poder Ejecutivo, como lo demuestran los amparos que han evitado los daños al aeropuerto de Texcoco y han suspendido cualquier tipo de obra en Santa Lucía.

Otro límite es el electoral, los comicios intermedios serán un buen examen de la disposición o rechazo del pueblo mexicano a vivir una reedición del sistema político en que el presidente todo lo puede.

No obstante, ambas barricadas están en riesgo. Existe una voluntad constante de someter a la Corte, intento en el que abona la disposición del presidente de ese tribunal a acatar los deseos del Ejecutivo, incluso para cambiar resoluciones que no son del agrado de la Fiscalía y de la Secretaría de Hacienda4.

Por otra parte, la insistencia en que el proceso de consulta para la revocación del mandato presidencial se superponga con las elecciones intermedias tiene la clara intención de bloquear el voto de castigo por los errores gubernamentales, al poner al presidente López en la boleta y a hacer campaña. No debe olvidarse que el enojo ciudadano y cultura cívica en México aún son susceptibles de manipulación demagógica: los aplaudidores del IMER son un ejemplo claro de ello.

Hoy, más que nunca, corresponde a la opinión pública señalar, momento a momento, esta agenda artificial de golpes y correcciones, de posverdades y estatismo descarado. A diferencia de Job, la deidad del cuento nacional no es infinitamente bondadosa y sabia: aunque quiera parecerse a Yahvé, se asemeja más a Stalin.


https://www.youtube.com/watch?v=MSKNTHYHYrc

https://www.nacion321.com/gobierno/video-el-mensaje-subliminal-que-amlo-le-mando-a-los-empresarios

3 https://vanguardia.com.mx/articulo/menos-de-50-del-discurso-de-amlo-es-verdadero-verificado

https://www.reforma.com/templo-mayor-f-bartolome-2019-06-26/op159256?pc=102 “DE NO CREERSE la docilidad de la Suprema Corte que preside Arturo Zaldívar ante los caprichos del gobierno federal. Resulta que los ministros aprobaron en el pleno una resolución que no gustó a la FGR y a la SHCP. Y lo que nunca había pasado: ambas dependencias se desistieron y siete ministros aceptaron dar marcha atrás… ¡en lo que ya habían aprobado! El boletín de prensa de la SCJN tuvo que ser borrado y aquí no pasó nada”.

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