viernes 10 mayo 2024

Aeropuerto: hay que tener grandeza

por Julián Andrade

Hace algunos años, el entonces rector de la UNAM, José Narro Robles, decía que uno de los síntomas de la crisis que ya estábamos viviendo era que se había perdido la ambición de grandeza en los proyectos.

Construir un complejo arquitectónico de 710 hectáreas sonaría a un disparate desde una óptica de restricción de recursos —si mal no recuerdo, estábamos en el último tercio del gobierno del presidente Felipe Calderón—, pero que en los años cincuenta sí se hizo y se llama Ciudad Universitaria.

El presidente Miguel Alemán se arriesgó y el arquitecto Carlos Lazo coordinó el esfuerzo de infraestructura y desarrollo más importante del siglo XX.
En la actualidad estamos en posibilidades de emprender una aventura similar en los terrenos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Son 710 hectáreas las que se desocuparán cuando entre en funcionamiento (si lo hace) la nueva terminal aérea.

Desde febrero de 2016, siendo Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, la Secretaría de Desarrollo Económico, encabezada por Salomón Chertorivski, publicó “La opinión de la Ciudad”, que es una primera aproximación a la discusión sobre las posibilidades y los desafíos que implicará el cierre del AICM.

En el estudio se señala que estamos ante una oportunidad única para construir ciudad desde una perspectiva incluyente y sustentable. No hacerlo significaría condenar al oriente de la capital y a las 39 colonias que rodean las instalaciones aeroportuarias a una degradación permanente.

Esto es así porque el AICM se ha vuelto, en las condiciones actuales, en un muro para la economía, porque dejó de ser funcional y ya no hay nuevas inversiones.
Por eso la construcción del nuevo aeropuerto debe importar desde la lógica del desarrollo del país; pero también sobre los costos que tendrá para la propia capital seguir posponiendo una obra de carácter estratégico y primordial para impulsar el crecimiento económico y la competitividad.

Hay que imaginar la magnitud y el potencial de devolver a la Ciudad de México una superficie en la que cabe dos veces el Central Park de Nueva York o tres veces los Jardines de Luxemburgo de París, así como unas 200 veces el Zócalo capitalino.

Desde hace 21 años se concluyó, después de diversos estudios, que el aeropuerto Benito Juárez ya había visto sus mejores días y que iría declinando en su eficiencia.

Cuatro gobiernos han pasado y la idea no ha llegado a buen puerto; aunque en la actualidad ya inició la obra de lo que será, a eso se aspira, un espacio que dará conectividad aérea a nuestro país y generará miles de empleos.

Las condiciones están dadas para lograrlo en esta ocasión. El país, y sobre todo la ciudadanía, no puede ser presa de intereses políticos que pongan piedras en su presente. Hay que tener grandeza, y ahora es cuando más se requiere.


Este artículo fue publicado en La Razón el 18 de abril de 2018, agradecemos a Julián Andrade su autorización para publicarlo en nuestra página.

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