viernes 29 marzo 2024

Aeropuerto, a consulta

por Roy Campos

A diferencia de los otros proyectos que López Obrador propone, el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México es una obra a la que en campaña le dedicó tiempo en contra. Muchas veces indiqué que su estrategia de distracción con el aeropuerto fue exitosa y mantuvo a sus contrarios ocupados en responderle y que al final él podría hacer lo que quisiera porque había pasado desde “cancelarlo” hasta “revisar viabilidad técnica”, “revisar contratos” y “concesionarlo”; también en campaña instó a las encuestadoras a “hacer gratis la pregunta sobre qué hacer con el aeropuerto”, así que no extraña que ahora pretenda someter a “consulta o encuesta” el proyecto.

Al menos 40% de los mexicanos ha viajado por lo menos una vez en su vida en avión y, cuando la mayoría no conoce la CDMX, pedirles que elijan una opción que plantea la consulta es pedirles simplemente que tomen una posición política y hasta partidista, tratando de desglosar el tema anoto:

1. Entre consulta y encuesta la decisión es importante y los resultados pueden ser distintos: la consulta moverá solamente a población interesada en el tema, con algún conocimiento o movilizada por grupos de activistas; la encuesta representaría a todos. Por lo dicho por López Obrador de que la economía es cosa de todos, lo lógico sería hacer encuesta, pero la consulta también lo justificaría diciendo “todos pueden ir”, aunque sólo vaya un grupo.

2. En caso de hacerse por encuesta el tamaño será muy grande (no las 1,000 con las que técnicamente se podría hacer) para satisfacer a los que sin saber estadística creen que hay que pensar prácticamente; la pregunta debe ser una pregunta dicotómica muy clara o apoyándose en material adicional; podría hacerse con algún filtro como “estar interesado” y se debe definir la población a medir: ¿ciudadanos en todo el país?, ¿sólo valle de México?, ¿sólo a usuarios de aeropuerto?, etcétera.

3. El “quién organiza la consulta” (que sería más costosa) o “quién hace la encuesta” es importante. Parece que la solución es hacer encuesta, pero en ese caso que se optara por que un grupo de encuestadores haga el proyecto y presente una decisión, así ocurrió en el 2001 con el bando 13 (regulación de marchas) en el DF y con la encuesta que definió su candidatura en el 2012. También hubo un momento parecido cuando planteó el plebiscito sobre el segundo piso que le organizó el IEDF. Personalmente participé en la encuesta del bando 13 y apoyando al IEDF en la redacción de la pregunta del plebiscito.

Si se hacen encuestas, lo importante del tema hará que exista una transparencia extrema, empresas serias, preguntas públicas y resultados claros. Además que se considere que las empresas que NO participen en el ejercicio harán si pueden esa pregunta por muchos otros métodos, como en campaña electoral, pues.

4. Antes de la consulta deberá haber una “campaña” que consistirá en muchos debates de medios e información en redes, pero esos debates que seguramente tendrán voceros de las dos posibles opciones serán seguramente muy técnicos, poco digeribles para el ciudadano normal y hasta aburridos por repetitivos, al final, el ciudadano elegirá la opción que defiendan las personas o los partidos a los que más les crea.

Lo anterior plantea para mí el principal problema: una decisión que debe ser eminentemente técnica pensando en el futuro se podría volver una decisión “partidista”; si se identifican a los defensores del actual proyecto como “priistas” y a los que piden su cancelación como “morenitas”, podríamos vivir una nueva campaña electoral donde los simpatizantes de López Obrador interpreten que su deseo es apoyar a los voceros de Morena, peligroso.

5. El periodo de discusión sobre ventajas y desventajas de cada opción coincidirá con la actividad del nuevo congreso que ya tiene una propuesta de cambios a la ley por parte de morena, en medio de esas discusiones tendremos los “debates” sobre el aeropuerto, no auguro mucha atención ciudadana.

¿qué prefiere López Obrador? No estoy tan seguro, estoy inclinado a pensar que prefiere que se continúe con el proyecto actual. si hubiera querido cancelarlo, no requería hacer consulta y tiene la legitimidad popular para hacerlo, sus seguidores lo hubieran tomado como un cumplimiento de promesa y más si destapaba con ello alguna cloaca de corrupción; mandarlo a consulta sabiendo que hoy la opinión está inclinada a favor del proyecto actual, le permite por un lado justificar la “no cancelación” y si por alguna razón ése es el resultado final, vendría la siguiente etapa donde revisará contratos, costos, licitará concesiones y le pondrá su sello a esta obra.

El problema real es el precedente que se sienta, una decisión técnica se toma con un criterio político, con el riesgo de que el ciudadano, más partidizado que informado, tome una decisión incorrecta con un costo que va más allá del dinero. Recordemos que “ser más no es tener la razón” y que los electores damos un mandato al gobernante para que tome las mejores decisiones, no para que nos consulte todo, para ello tiene que consultar a los que saben de cada tema, ni el presidente ni el ciudadano tienen por qué ser expertos en todo.


Este artículo fue publicado en El Economista el 19 de agosto de 2018, agradecemos a Roy Campos su autorización para publicarlo en nuestra página.

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