miércoles 24 abril 2024

Volver a lo (más) básico: A,B,C del crecimiento y del desarrollo

por Ricardo Becerra Laguna

“…Del mismo modo que no se puede concebir la mutación de un renacuajo en esplendorosa rana sin que se hayan agregado a su cuerpo millones de células que lo cambian al mismo tiempo que lo hacen más grande. Lo mismo ocurre con el desarrollo del cerebro humano que para alcanzar todo su potencial congnitivo y creativo necesita una cavidad más grande para alojar circunvalaciones cerebrales más amplias y complejas. Donde quiera, lo mismo en la naturaleza que en la sociedad humana, el desarrollo exige crecimiento, el crecimiento en si mismo, es desarrollo” (Fernand Braudel).

Otro modo de ver las cosas lo proporciona otro gran historiador Pierre Vilar quien advirtió el siglo pasado: “En economía, el crecimiento está asociado a una noción cuantitativa. El desarrollo, parece aludir a lo cualitativo ¿pero cuántas cosas pueden cambiar o mejorar sin adicionar, sin sumar, sin potenciar lo existente?”.

Y el inolvidable Jaime Ros, dedicó uno de sus mejores trabajos a hermanar la economía del desarrollo con la teoría clásica del crecimiento, dos disciplinas que a menudo se dan de patadas, pero que se complementan y se explican una a la otra (La teoría del desarrollo y la economía del crecimiento, FCE-CIDE, 2004).

Adivinaron, las citas vienen a cuento por la declaración del Presidente a propósito de la cifra oficial sobre el crecimiento económico de México, dada a conocer por el INEGI la semana pasada: 0.0% en el segundo trimestre, dato que fue desestimado echando mano de la antinomia fácil: “lo importante es el desarrollo, no el crecimiento” dijo el primer mandatario.

La confusión subió de tono esta semana porque el Ing. Carlos Slim, haciendo uso de la tribuna presidencial, se aventó otra puntada: “…no se si crezcamos o no crezcamos, es intrascendente, lo relevante es que hay un potencial y grandes posibilidades de crecimiento”. Dichos confusos que exigen volver a lo más básico.


FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

En primer lugar la economía no es una sustancia aparte que está fuera de la sociedad.

La economía le responde a la población; el problema es que nuestra población crece y lo hace a tasas muy importantes (3 millones de mexicanos se agregan cada año al territorio nacional). Si producimos la misma riqueza que el año pasado, el resultado neto es que seremos más pobres porque tendremos que repartir la misma cantidad de producto, el mismo ingreso nacional, entre más personas. Por eso necesitamos crecer. Es más, en estas condiciones dejar de crecer es quedarse a la zaga, retrasarse.

En segundo lugar, supongamos que estamos construyendo una sociedad mejor, más igualitaria, y que por tanto repartimos mejor el ingreso nacional. En teoría eso debería ocurrir gracias a los grandes programas sociales y a una reforma fiscal que lograra lo que México nunca ha podido: que paguen más los que más tienen. Pero como el gobierno se niega a emprender esa reforma (en una fatalidad para mí inexplicable) la redistribución está ocurriendo de las clases medias hacia abajo (esos funcionarios, burócratas, despedidos o menguados en sus sueldos que están financiado los programas sociales cuyos efectos aún están por verse). Si no crecemos esta compactación ayudará a millones de pobres pero perjudicará a millones de clasemedieros, mientras las clases altas sonríen y brindan con champagne.

Lo que quiero decir es que el crecimiento cero o muy bajo, sin reforma fiscal en serio, equivale a un estrujamiento en la parte baja de la escala social. Una pelea redistributiva entre pobres, básicamente.

Y en tercer lugar el desarrollo siempre y en todas partes quiere decir mayores ingresos. No hay escapatoria ni excusa: todos los grandes episodios de salida del atraso económico, desde los Estados Unidos a Japón de Alemania a Corea o de China a Inglaterra todos se han traducido en mayores ingresos líquidos de la gente que trabaja y los obtienen porque el trabajo empieza a ser un bien escaso, se encarece, se paga más por él porque a su vez hay una inversión movilizada que no cesa de crecer y demanda más y más trabajo. El crecimiento es pues, el socio del mayor ingreso de la gente, sin él, no hay desarrollo, ni bienestar material.

Como pueden ver, el a,b,c de la buena economía no permite escabullirse en la retórica crecimiento versus desarrollo, pues en esencia, son lo mismo, aluden al mismo proceso, pertenecen a la misma cosa. Como decía Ros: “son dos campos que deberían ser uno mismo”.

Ni el primer político de la nación, ni el más acaudalado de los magnates mexicanos tienen derecho a hacerse bolas e ignorar esa verdad.

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