“No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”, dice el dicho popular, y el 6 de junio se habrán esfumado buena parte de los 30 millones de votos que tanto presumieron López Obrador y sus corifeos. Independientemente de lo que resulte en las elecciones de gobernador en 15 estados de la República y para renovar la Cámara de Diputados, se puede pronosticar con relativa certeza que la 4T perderá al menos 11 millones de sufragios, salvo que los mal llamados Servidores de la Nación hagan un fraude gigantesco.
Números similares a los que aquí se exponen están presentes en el escritorio presidencial. La preocupación por lo que se avecina explicaría el reforzamiento del clientelismo gubernamental y la utilización inmoral de la vacunación contra la Covid-19 para fines electoreros.
Para las elecciones del 6 de junio se prevé que el abstencionismo sea de alrededor del 50%, lo que implica que participarán apenas unos 47 de los 94 millones de electores registrados. Esto se debe a que las elecciones intermedias tradicionalmente despiertan menor interés que una elección presidencial, además de que se desconoce cómo incidirá en la participación el que la jornada electoral se realice en condiciones de pandemia.
Estas campañas electorales han sido complicadas para Morena, partido que designó por dedazo a sus candidatos, dejó una estela de descontento entre su militancia y miles de juicios en los tribunales. Muchas de sus candidaturas resultaron impresentables, algunas al grado del escándalo. Si hace tres meses las encuestas de opinión pronosticaban que el partido oficial ganaría 14 de las 15 gubernaturas en disputa, las más recientes mediciones dibujan un panorama totalmente distinto: si acaso, la 4T triunfará en apenas la mitad de esos estados. Lo mismo ocurre con las alcaldías de la Ciudad de México, en donde se han conjuntado la ineptitud del gobierno de Claudia Sheinbaum y sus alcaldes, el desastre de la Línea 12 y la atención indolente a las víctimas y sus familiares. Esto último es motivo de una auténtica insubordinación cívica de los chilangos.
Por otro lado, el promedio nacional de las encuestas de la elección de diputados federales indica un 42% para Morena. Es discutible que ese partido alcance tal porcentaje, pues solo llegó al 37% en la elección anterior de diputados federales y en esta ocasión no contará con López Obrador en la boleta. De cualquier modo, si se toma como referencia el porcentaje que se adjudica al partido oficial en esas encuestas, le permitiría alcanzar con sus aliados la mayoría en la Cámara de Diputados, pero quedaría muy distante de la mayoría calificada. Serán cosa del pasado las ocurrencias presidenciales para reformar la Constitución sin consensos y desaforar a quien se le antoje.
Si bien el porcentaje mencionado ubicaría a Morena en el primer lugar entre los partidos, el mismo indica que obtendría 19 millones de sufragios, es decir, 11 millones menos de aquellos que dieron el triunfo a AMLO en el 2018. No se olvide que López Obrador y su intelectualidad orgánica pretendieron dar un significado fundante a los 30 millones de votos y justificar con ellos cualquiera de las ocurrencias presidenciales, aun las que transgreden a la Constitución y las leyes.
Este escenario probable explica el indebido activismo presidencial y la conducta contumaz del huésped del Palacio Nacional, quien decidió vulnerar el mandato constitucional que le obliga a abstenerse de hacer propaganda y proselitismo durante la campaña electoral, su renovada ofensiva contra periodistas, organismos civiles y la persecución del gobernador de Tamaulipas, aún a costa de poner en riesgo el pacto federal.
Cincelada: El voto útil de las personas que tienen ideas progresistas, laicas y de izquierda, debiera expresarse a favor de Va por México en el emblema del PRD.