viernes 19 abril 2024

El Zócalo de AMLO, del acarreo a la apología de la militarización

por etcétera

Entre el acarreo masivo y la apología de la militarización del gobierno mexicano transcurrió el enésimo informe con el que el presidente Andrés Manuel López Obrador se solazó este miércoles en el Zócalo capitalino.

El pasado jueves 25 de noviembre, sin tomar en consideración la situación sanitaria de la Covid-19 ni el riesgo que podría implicar la aparición de la variante ómicron, el mandatario anunció que este 1 de diciembre, con motivo de los tres años en que ha ejercido el poder, informaría al pueblo de México en la plaza principal del país, el “Zócalo democrático”.

Prácticamente desde el mediodía de este miércoles comenzaron a llegar al lugar los seguidores de López Obrador, muchísimos de ellos llevados en autobuses principalmente desde la ciudad (los primeros reportes mencionaban a los que provenían de las alcaldías del sur de la capital) y sus zonas aledañas, aunque se mostraron videos de grupos que se trasladaron, por ejemplo, desde Chiapas.

Étcetera estuvo entre los medios que cubrieron el acarreo. Su director, Marco Levario, intentó realizar transmisiones en vivo desde las cercanías de la Plaza de la Constitución, pero no fue posible debido a los bloqueadores usados por el gobierno de la Ciudad de México, por lo que tuvieron que emitirse notas por YouTube.

En su recorrido el periodista contó, tan sólo en las calles de Bucareli, avenida Juárez y Paseo de la Reforma, al menos 295 camiones en los que se había trasladado a las personas al mitin de López Obrador.

En la cobertura se pudo ver el pase de lista y hasta la entrega de los lonches a quienes tuvieron que participar en el acto presidencial. Varios contingentes venían encabezados por diputados tanto locales como federales para cumplir con su respectiva cuota de acarreados.

etcétera

En uno de los reportes de Levario se puede observar a un nutrido grupo de personas que portan gorras de amarillo y negro, y que son incluso detenidas por sus líderes. Cuando se les pregunta si el acarreo era sólo del PRI, al centro de la descubierta del contingente un hombre que responde que también en esta ocasión lo hay. Cuando avanza el contingente, incluso uno de sus miembros golpeó por la espalda al director de etcétera.

La multitudinaria reunión no podía dejar de ser aprovechada para la promoción de lo que Morena y el oficialismo llaman “ratificación” del mandato presidencial. En el Zócalo y en el trayecto hacia la plaza fueron colocados varios puestos en los que se recolectaban apoyos para la revocación de mandato, pero con una pequeña trampa: en mantas se leía: “#Quesiga AMLO. Firma aquí para que inicie el proceso de ratificación”, leyenda que es falsa porque no es tal, como lo hizo saber Levario a los encargados de una de esas mesas.

(Sobre ese punto y por si no hubiera quedado claro: mientras ocurría esa triquiñuela del acopio de apoyos, la Comisión de Quejas del Instituto Nacional Electoral determinaba dictar medidas cautelares contra dos organizaciones promotoras de la revocación porque difunden desinformación al hacer propaganda de una supuesta “ratificación”).

Se llenó el Zócalo. Pero desde que el presidente hacía uso de la palabra, incluso a minutos de iniciada su alocución, varios grupos estuvieron abandonando la plaza constantemente. Pero a los que soportaron la alocución de López Obrador, a los que “vienen por su propio pie, por convicción” según él, se les entregaría un libro.

(Horas antes el editor de los libros que serían regalados a los acarreados, Paco Ignacio Taibo II, del Fondo de Cultura Económica, había dicho a Reforma que, por estar aprendiendo a gobernar, “un montón de cosas hemos hecho mal”, pero que, eso sí, faltaba más, “siempre democráticamente”).

La Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina calculó, generosamente, unas 250 mil personas en “el Zócalo democrático”. Su jefa, Claudia Sheinbaum, fue la única mandataria de todas las entidades que acompañó en el templete a López Obrador.

Carente de lógica y buena fe

El discurso de López Obrador abrió fuerte: más y más dádivas. Anunció que aumentarán las pensiones de los adultos mayores, también los apoyos a niños discapacitados, que se extenderán hasta los de otras edades, y también los dedicados a estudiantes pobres.

Después fue un recuento de sus obras, agradecimiento a los paisanos migrantes por las remesas, recuentos de maldiciones, culpabilización de neoliberalismo y la corrupción y fórmulas ya muy gastadas (“primero los pobres”, “revolución de las conciencias”, etcétera).

Si algo hay que destacar es la contundente defensa que López Obrador hizo de la intervención de los militares en su gobierno, que va mucho más allá de lo que tramposamente mencionó.

“Las acusaciones de que estamos militarizando al país carecen de toda lógica y de la más elemental buena fe. No se ha ordenado a las Fuerzas Armadas que hagan la guerra a nadie; no se les ha pedido que vigilen u opriman a la sociedad, que violen las leyes, que coarten las libertades y, mucho menos, que se involucren en acciones represivas”, dijo en el informe.

Como ningún otro gobernante, López Obrador ha procurado y ha ampliado la intervención del Ejército, ya sea por él mismo o en la interacción y en los mandos de la Guardia Nacional, en labores de seguridad pública cuando menos hasta 2024, probablemente de forma inconstitucional.

Pero no sólo ello, sino que le ha concedido cada vez mayores espacios en los que los militares no tenían injerencia. Según un estudio del Centro de Investigación y Docencia Económicas, en los últimos 12 años se les han entregado a las Fuerzas Armadas 246 facultades civiles. En su propio informe, por ejemplo, López Obrador anunció que a partir del próximo año serán las responsables de la distribución de medicamentos por todo el país.

Para otorgar esas tareas a las Fuerzas Armadas el presidente también tiene que evadir referirse, por ejemplo, a las denuncias de irregularidades cometidas por el Ejército en la construcción de los aeropuertos de Texcoco y Santa Lucía.

Sobre las tareas que han desempeñado las Fuerzas Armadas, los soldados que “son pueblo uniformado”, López Obrador añadió: “El vasto esfuerzo para construir la paz se ha llevado a cabo sin violaciones a los derechos humanos, sin el involucramiento de las fuerzas federales en masacres, sin cometer torturas, sin desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales como ocurría antes. Ya no aplica el ‘mátalos en caliente’”.

Sin embargo, contra ello hay, al menos, un dato muy grave y contundente: entre enero de 2020 y junio de 2021 se habían presentado ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos mil 63 quejas contra el Ejército. A ellas se deben sumar, por su integración y funcionamiento militar, las que han sido realizadas contra la Guardia Nacional, otras 591. En total, mil 654.

Los motivos de las quejas fueron desde trato cruel, inhumano y degradante hasta el asesinato, además de detenciones arbitrarias, tortura y desapariciones forzadas.

Sin embargo, el presidente, carente de lógica y buena fe, prefirió ocultar esas realidades y fue por el lado luminoso de las Fuerzas Armadas: su intervención, por ejemplo, en desastres. “Por eso, mi reconocimiento a la Secretaría de Marina y a la Secretaría de la Defensa Nacional por su entrega y por su respaldo”.

“Gracias, pueblo de México. Gracias de todo corazón”, concluyó López Obrador.

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