jueves 18 abril 2024

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por etcétera

Me dejé llevar por el momento y acabé en la historia de guerra de México y Estados Unidos.

La sombra de fatalidad que me abruma siempre que me acerco al tema cayó de nuevo sobre mí, esta vez en los primeros pasajes de un libro de Peter Guardino: The Dead March.

El título alude a la pieza musical “la marcha de los muertos”, que tocaban en los funerales de los soldados estadunidenses. La cantidad inesperada de muertos en una guerra que el presidente James K. Polk esperaba corta, terminó siendo una tonada definitoria de la época.

El pasaje del libro, que hizo caer de nuevo sobre mí la sensación insoportable de fatalidad, es el de las primeras dos batallas formales que establecieron frente a Matamoros, de un lado el pequeño pero disciplinado ejército de Zachary Taylor, y del otro, el numeroso pero mal nutrido cuerpo de soldados de Mariano Arista.

Lo característico de aquellas batallas es que no lo fueron en realidad. Tuvieron lugar luego de una escaramuza en que los mexicanos sorprendieron una patrulla americana y la diezmaron, incidente que le permitió a Taylor decir al presidente Polk que Estados Unidos tenía ya el incidente que necesitaba para declarar la guerra.

Días después los ejércitos se formaron frente a frente, y la artillería de Taylor empezó a diezmar a los mexicanos sin que se trabara el combate, por la sencilla razón de que sus cañones tenían más alcance.

La carnicería resultante de esta ventaja tecnológica sigue poniendo la carne de gallina. Los cañones decían la realidad de la economía. El producto per cápita estadunidense era ya en ese momento tres veces el de México.

Más información: http://bit.ly/2WT5hQ5

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