jueves 28 marzo 2024

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por etcétera

Así llamó Winston Churchill el desastre militar en Dunquerque, Francia, en el verano de 1940, y así debemos llamar, con claridad y sin ambages, los casi 50 mil muertos víctimas del covid-19. Si los modelos desarrollados separadamente por los científicos Arturo Erdely y Sebastián Garrido continúan acertando en la evolución de la pandemia en México, a principios de febrero de 2021 habremos sobrepasado con creces el millón de contagios y quizá más de cien mil víctimas fatales. La contrapartida de haber lentificado en algún grado el avance de la epidemia es que ésta será más larga y como la velocidad de contagio, aunque disminuye, lo hace tan lentamente que el número de contagios aumenta, al final tendremos números inaceptables. ¿La velocidad disminuye, pero los contagios aumentan? Es sencillo: imagine que partimos de 5,000 contagios. Y que al día siguiente se reportan 5,500, es decir, un crecimiento de 1.1%. Y al otro día, 5,750, lo que muestra una disminución en la velocidad de contagio, al 1.04%, pero con un aumento en el número de contagios. Para que baje consistentemente el número de contagios y, por tanto, el número de potenciales fallecimientos, se requiere contener drásticamente la velocidad de contagio.Y para ello hay que hacer varias cosas, en primer lugar, universalizar el uso del cubrebocas.

El desastre de Dunquerque, más de 300 mil soldados británicos y franceses atrapados en esa playa a merced de los alemanes. Un error de estos fue aprovechado por Churchill para organizar el mayor rescate de tropas que se conozca. Y para esto hizo uso de la confianza y credibilidad que se había ganado su gobierno. Miles de dueños de pequeñas lanchas y barcos acudieron a la convocatoria y en seis días lograron evacuar a casi 340,000 tropas de las playas francesas a las islas británicas.

Por razones humanitarias y de amor a nuestros conciudadanos, tenemos el reto de emular la hazaña de Churchill. No se trata del «crecimiento natural» de la epidemia; tampoco de que «así tenía que ser» por las deficiencias del sistema de salud pública y de la mala dieta de los mexicanos. Países más pobres que México y que iniciaron con la importación masiva de casos, como Ecuador, han tenido una mejor evolución. La carta de los nueve gobernadores que pide la renuncia del subsecretario López-Gatell es un grave síntoma que afecta a la principal herramienta que debemos usar para derrotar al covid: la confianza de los ciudadanos en las autoridades sanitarias federales y locales y la confianza entre los distintos niveles de gobierno. Sin ésta, poco vamos a avanzar.

Para recuperar esta confianza no contamos con el Presidente de la República, más preocupado con las próximas elecciones. Los funcionarios que se comportan como gelatina Jello ante el mandatario, incapaces de corregirlo con educación, pero firmeza, deben ponerles rostro a estos casi 50 mil ciudadanos que hemos perdido. Los hogares que han quedado huérfanos. Las madres que han partido sin despedirse. Los padres aún jóvenes con su vida segada. Los abuelos que no podrán transmitir a sus nietos la perspectiva distinta de la edad adulta. Las hermanas y hermanos que no veremos más. Por todos ellos y ellas, para que su muerte no haya sido un inútil tributo a la tibieza y al «sí, señor Presidente», deben de luchar por recuperar la confianza de la ciudadanía. Y ello requiere decir la verdad, decirla con sencillez, decir lo que se sabe, señalar lo que no se sabe y reconocer que hubo errores.

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