Gil caminaba sobre la duela de cedro blanco con una gran noticia en el bolsillo. Se ha publicado un libro en la editorial Tusquets. No adivinan. Se los dice Gamés: Instrucciones para sobrevivir en el México de la 4T. Autores: Trino, el monero, y Gilga, el gacetillero. Cómo lo leen. Todo ocurrió como el relámpago. El inhumano editor Gabriel Sandoval invitó a comer a Trino y a Gil a un restorán de postín. Con sus malas artes les invitó viandas y viandos, tragos y tragas. Al final, dijo Sandoval: en un mes, un libro, un recuento de Gamés del primer año de Liópez Obrador, así dijo. Cariacontecido, Trino abandonó el restorán mientras Gamés ordenaba otros Glenfiddich 15 y meditaba: esto está del carambas.
Y manos a la obra. Había pasado un año del gobierno de presidente Liópez Obrador. Y aquí seguimos. Gamés ofrece dos y media tabletas del libro. Algo más y menos: los cartones de Trino superan con mucho a las gacetillas de Gamés, lo dice en serio, pero no ofendan a Gilga, por piedad. En otro mundo, el joven Gilga seguía a Trino, Jis y Falcón, allá en los años en que tenían una gran página: “La Croqueta”. Irreverentes, cómicos, satíricos, fársicos, estos tres hechizaban a Gamés, oh sí. En fon. Vamos al primer año del presidente Liópez Obrador. Recuerden por favor.
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Todo parece muy lejano, como si hubiera ocurrido en otro mundo. Gil nunca comprendió: El Joven Maravilla, Ricardo Anaya, y el Ciudadano, José Antonio Meade, se daban hasta con la cubeta. Los que saben, que luego no saben nada, decían que Anaya quería despachar a Meade y luego entrar al palenque de Liópez con todas sus huestes. La verdad de las verdades es que el carretón de adquisiciones políticas de Liópez se fugaba día a día. La manga del muerto y las encuestas de los vivos (muy vivos), pero las llamaradas de la cargada con Liópez alcanzaban altitudes notables. Y ahí iba con su carretón, a gran velocidad. Lo demás, ustedes ya lo saben.
Gamés pensaba (ya empezamos con las jactancias): algo va mal. Si los precandidatos hacen chistes, Gil hará política y escribirá discursos con los cuales cimbrará a la nación: “song personeros de la mafia, pero está muy cerca el renacimiento de México, el cambio verdadero, por eso andan muy nerviosos”. A Liópez le dio por hacerse el simpático, es un decir, para que no dijeran que el candidato era un majadero, un malhumorado y un amargado. Epigmenio logró casi lo imposible, que Liópez sonriera, cantara, diera besitos tiernos a su esposa e hiciera chistes. Yo soy “el Liópez”, amigo de todos los niños, y digo versitos y hago canciones y doy consejitos: jugaré, reiré y quizá hasta lloraré, pero siempre contento en esta campaña de tú; no, de me, bueno, ya se me olvidó. Caracho, si los candidatos van a decir chistes, Gilga podría enloquecer y cantar la vieja canción del inmortal Chabelo.
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