viernes 19 abril 2024

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por etcétera

Hace cuatro años, el mundo entero veía azorado cómo las encuestas habían fallado y Donald Trump ganaba la elección presidencial en Estados Unidos; este sábado, en cambio, llegó un estallido de felicidad, no sólo para los demócratas o para los que votaron por Joe Biden, sino, además para muchos sectores en el mundo entero, incluido, por supuesto, México.

Trump en 4 años se dedicó a dividir a su país, deslegitimar y vulnerar las instituciones, fomentar la intolerancia y la violencia, combatir a la prensa, denostar a sus enemigos políticos y, por supuesto, a rechazar las reglas democráticas que no le favorecen y por eso, como era de esperarse, Trump no aceptó los resultados y está pidiendo voto por voto. Cualquier parecido con la realidad mexicana no es coincidencia. Las características populistas son visibles e innegables.

Por eso cuando se informó que Biden había ganado el estado de Pensilvania logrando sumar más de los 270 puntos que se requerían para convertirse en el presidente número 46 de los Estados Unidos, las redes enloquecieron; presidentes de todo el mundo comenzaron a felicitarlo. Le dieron el espaldarazo internacional dejando claro que no harían eco a las pataletas y berrinches de Trump. ¡Hasta Nicolás Maduro se sumó a la felicitación! Tener a un voluble y frívolo bully en el país más poderoso del mundo nunca fue buena idea.

Sin embargo, la efervescencia mundial contrastó con el silencio del gobierno mexicano. A la 1:15 pm el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, escribió en Twitter: “Me consultan si el presidente López Obrador fijará la posición de México respecto a las elecciones en EU en cuanto arribe a Villahermosa, ciudad a la que está volando para encabezar la respuesta a la emergencia por las inundaciones. Es correcto, así será en las próximas horas”.

Y la postura llegó hasta pasadas las 17:30 pm, cuando finalmente un reportero —que cubría la conferencia de prensa que el mandatario daba para dar el reporte de las inundaciones de Tabasco— le preguntó y entonces el tabasqueño señaló que esperaría que, legalmente, se resolviera la elección. Además, otra vez sacó el rencor que rige sus actos recordando que él —todo debe girar siempre en torno de él— sufrió la cargada cuando el entonces presidente de España felicitó a Felipe Calderón en 2006. Así, López Obrador le demostró al mundo que tiene otros datos.

Por si no fuera suficiente, en su respuesta fue más generoso con Donald Trump que con el demócrata.  Algunos dirán que es mejor esperar hasta que terminen todos los juicios, pero la contundencia de los resultados exigía otra postura. Ante esto, los sabios seguramente le dirían “estás viendo y no ves” y “pero, ¿qué necesidad?”.

Antes de ser presidente, López Obrador se expresaba muy distinto de Trump. Cuando éste ganó dijo que era “una vulgar amenaza a los derechos humanos”, y ante la amenaza de construir el muro, también señalaba: “Que de inmediato se presente una denuncia en Naciones Unidas contra el gobierno de Estados Unidos y contra Donald Trump por violación de derechos humanos y por discriminación racial” y hasta le dedicó el libro Oye, Trump.

Como Presidente en cambio, no tuvo otra que doblegarse y reducir la política exterior a los caprichos del republicano.

Ayer, el López Obrador que demostró ser siempre más pragmático que consistente, que tuvo que cambiar su discurso para adecuarse a las circunstancias, escogió mantenerse en el error, no sólo por hacerle campaña a Trump cuando visitó Washington, sino, además, por regatearle el triunfo a Biden. Vaya que tendrá trabajo el canciller Ebrard en limar asperezas y reconstruir relaciones.

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