jueves 28 marzo 2024

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por etcétera

He constatado, a lo largo de los años, que el valor de la CNDH reside en su gente. Y por su gente no me refiero a burócratas de vieja extirpe priista que a veces se cuelan ahí, sin ocultar su gen despótico, su chip autoritario, que consiste en obstruir el trabajo de periodistas que buscan obtener información a través de documentos o entrevistas, sino a los receptores de denuncias y a los visitadores que hacen investigaciones: ellos son los baluartes de la CNDH. Gracias a ellos, a su sensibilidad para atender víctimas y a su profesionalismo técnico, se han podido documentar graves violaciones perpetradas por diversas autoridades.

Los presidentes de la CNDH son tema aparte: pretender que todos fueron gente impoluta, sin intereses políticos, es falso. Un vistazo, para la desmemoria…

—Jorge Carpizo. Hombre refinado, inteligente, convencido de la necesidad de que existiera un organismo autónomo que indagara violaciones a los derechos humanos perpetradas por servidores públicos. Procurador y secretario de Gobernación con Carlos Salinas, esos puestos le sobraron, luego de que fuera rector de la UNAM, ministro de la Corte, y ombudsperson.

—Jorge Madrazo. Siempre me pareció oscuro, cercano al poder. Cuando fue procurador con Ernesto Zedillo se produjo la matanza de Acteal (diciembre de 1997) en Chiapas. Las indagatorias del caso hechas por su PGR fueron una vergüenza: estuvieron plagadas de irregularidades, determinó la Corte.

—Mireille Roccatti. Tenía trayectoria en el sector, pero algunos la veían cercana al poder: en mayo de 2005 (cinco años después de la CNDH) fue nombrada fiscal para los feminicidios de Ciudad Juárez y tres meses después renunció… para irse al gabinete de Enrique Peña Nieto en el Estado de México… como secretaria de Ecología.

—José Luis Soberanes. Claroscuros. De pronto su CNDH emitía buenas recomendaciones contra abusos federales o estatales, de pronto él era criticado por organizaciones de la sociedad civil debido a su cercanía con el poder. A mí no me gustó nada su postura contra el derecho que tienen las mujeres para decidir si abortan o no, papel que impulsó (2007) como ombudsman “pro-vida” ante la Suprema Corte.

—Raúl Plascencia. Se le criticó fuerte por su proximidad al gobierno de Felipe Calderón, pero sobre todo al de Peña Nieto: las recomendaciones disminuyeron bajo su cargo.

—Luis Raúl González Pérez. Dejó trabajar a sus subordinados, quienes investigaron casos muy delicados, como el de Ayotzinapa.

Más información en: Milenio

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