viernes 29 marzo 2024

Recomendamos: ¿Qué hora es? La que usted diga, señor Presidente, por Vianey Esquinca

por etcétera

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha caracterizado por ser unipersonal. Es él, solamente él y nadie más que él quien toma las decisiones, quien debe tener la última palabra.

No le gusta que le lleven la contraria y si, para dejar claro su punto, es necesario desautorizar a sus funcionarios y hacerlos quedar en ridículo, lo hará sin piedad. Si alguien lo sabe es el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien tiene el récord de ser el funcionario más desmentido por el Ejecutivo.

La semana pasada no fue la excepción. Durante un foro de Canacintra, Herrera afirmó que: “Éste (el cubrebocas) va a ser no solamente uno de los elementos más importantes para protegernos, sino que va a ser uno de los elementos que permitan relanzar con mayor éxito a la economía”. Al día siguiente en la mañanera, el presidente López Obrador lo desautorizó: “No, pues creo que está muy desproporcionado, ojalá y fuese eso… pues si fuese el cubrebocas una opción para la reactivación de la economía, pues me lo pongo de inmediato, pero no es así. Yo sigo las recomendaciones de los médicos, de los científicos”.

Al funcionario de Hacienda, presente en esa conferencia, no le quedó otra que señalar que “era una analogía para decir que nos vamos a tener que reorganizar a través de mecanismos distintos para regresar a la normalidad y a la recuperación”. Sólo le faltó balbucear “pipipipipi” y meterse a su barril, cual Chavo del ocho.

Esta reacción recordó la anécdota sobre la conversación de dos políticos: “¿Sabías que los cocodrilos vuelan?”, “Por supuesto que no”, “¿quién dijo semejante estupidez?”, “El Presidente”, “Aaaah, bueno, es que vuelan, pero bajitooo”.

Con la renuncia de Javier Jiménez Espriú dejó claro nuevamente que el Presidente sólo escucha a su almohada. “Lamento profundamente no haber tenido éxito en transmitirle mi convicción y mi preocupación, sobre la grave trascendencia que tiene esta medida para el presente y el futuro de México, tanto en lo económico como lo político”, señaló el ahora exsecretario de Comunicaciones y Transportes.

Jiménez Espriú no debería lamentarlo, realmente nadie ha tenido éxito en transmitirle nada al Presidente. Si es algo que el Ejecutivo no quiere escuchar, simplemente lo hace a un lado.

En su gobierno sólo tienen cabida los que le dan la razón, el avión, los que ya renunciaron a tratar de convencerlo o los que evitan la confrontación, pero le resuelven temas y problemas. Si alguien lo cuestiona o le da las noticias que no quiere escuchar, simplemente lo hace a un lado, no lo escucha, lo segrega.

Eso explica que nadie sea capaz de decirle no al mandatario o al menos, lo contradiga, dejando a un lado, incluso su prestigio. Es el caso de Hugo López-Gatell, quien, a pesar de oponerse y minimizar el uso de cubrebocas, el 11 de julio finalmente dijo: “utilizar el cubrebocas como un instrumento auxiliar de la prevención, particularmente en espacios cerrados, como un mecanismo para que la persona que tiene los virus no los proyecte”.

Pero sus declaraciones no han sido suficientes para que el Presidente use el cubrebocas, incluso el viernes pasado señaló que, tanto el Secretario de Salud como López-Gatell le habían dicho que no necesitaba usarlo.

Seguramente, estos funcionarios de Salud, como muchos otros en el gobierno federal, son incapaces de llevarle la contraria al Presidente. Al revés, se mimetizan con él, repiten sus mismos conceptos discursivos, quieren quedar bien, por lo que ante la pregunta, ¿qué hora es? siempre responderán: “la hora que usted diga, señor Presidente”.

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