jueves 18 abril 2024

Recomendamos: Meyer ayer y hoy, por Pablo Majluf

por etcétera

Repaso de una entrevista con Lorenzo Meyer.

Hoy recuerdo una entrevista que el doctor Lorenzo Meyer me concedió alrededor del 2005 siendo yo aún estudiante de periodismo, acaso la primera que le hice a un personaje de alto perfil. Lo consulté sobre dos asuntos: el escándalo político y la élite intelectual. Me dijo –recuento de memoria– que en México el escándalo tenía una función catártica de clase: permitía al pueblo “bajar a la clase política a su nivel.” Vulgarizaba a explotadores para regocijo de explotados, una suerte de desagravio. A falta de justicia, el escándalo a menudo era el único castigo; si bien una ilusión –pues no sustituía a los castigos institucionales–, podía canalizar positivamente el descontento colectivo, al tiempo que fijar ciertos límites. Los escándalos de Peña Nieto, por ejemplo, tuvieron ese efecto.

Sobre la élite intelectual mexicana me dijo que su gran problema fue haber sido creada por el Estado, cuando en los países modernos había sido al revés: ella había creado al Estado. Me puso el ejemplo de los pensadores y revolucionarios liberales estadounidenses –los “founding fathers”–, ilustrados que forjaron un proyecto a partir de ideas. Aquí al contrario: el Estado multisecular –siempre en manos de hombres fuertes, no propiamente ilustrados– había delimitado a la élite a través de diferentes premios y castigos, lo que la había vuelto obtusa, oportunista y acomodaticia.

Cuán fuerte resuenan aquellas ideas hoy. Tanto más cuanto que el doctor Meyer es uno de los principales apologistas de un régimen que parece jugar en contra de ambas. Éste ha devaluado el escándalo a tal grado –cada día ocurre un episodio igual o más estridente que el anterior–, que lo ha vuelto prácticamente estéril. Si antes el escándalo podía prestarle al pueblo cierta facultad de escrutinio, ahora es al revés: abriga al poder. El flujo perpetuo de mentiras y sofismas, el acaparamiento de los medios, la presencia ubicua del presidente y sus centinelas en los reflectores hacen al escándalo efímero. De ahí que semejante desvalorización sea promovida desde la nueva clase política, que por supuesto no se presenta como tal, sino como pueblo, lo que le ha permitido robarle al verdadero pueblo uno de sus últimos instrumentos de justicia simbólica – el escándalo.

Más información: http://bit.ly/2SGWjPt

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