jueves 28 marzo 2024

Recomendamos: Los “abrazos, no balazos” hunden al Centro Histórico, por Héctor de Mauleón

por etcétera

El viernes pasado, en la esquina de Emiliano Zapata y Margil, fue asesinado a tiros otro líder de comerciantes del Centro Histórico. Se llamaba Óscar Liebre. Representaba a un grupo de vendedores ambulantes de las calles de Colombia y Rodríguez Puebla.

Los agresores, dos hombres que lo siguieron a bordo de una motoneta, le dispararon en el tórax y se perdieron entre el tránsito de la calle.

La versión que se maneja entre los comerciantes del centro es que Liebre se negó a pagar “derecho de piso”. La muerte de líderes de comerciantes relacionadas con el delito de extorsión son tantas, que hemos dejado de darles importancia.

Cada dos o tres meses, sin embargo, aparecen noticias sobre el asesinato de algún líder. A todos los han cazado en la calle jóvenes a bordo de motonetas o de motocicletas.

Hace medio año, Raymundo Pérez López, otro líder del ambulantaje, denunció ante la procuraduría capitalina la epidemia de extorsiones y secuestros de que eran víctimas él y su grupo. Pérez López entregó una lista de nombres. Alguien la filtró desde la misma procuraduría: cuatro semanas más tarde, un hombre que lo esperaba a las puertas de su casa, recargado en un puesto de jugos, le disparó en siete ocasiones. En una imagen dramática, el líder quedó arrodillado a las puertas de su auto.

Según conteos publicados por EL UNIVERSAL y Milenio, al menos 12 líderes del centro han sido asesinados por las organizaciones criminales. A cada una de esas muertes le ha seguido una denuncia pública, una solicitud de ayuda, y una declaración del gobierno capitalino. En meses pasados la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, ofreció echar a andar un programa para reducir la extorsión.

Los comerciantes lo siguen esperando, y mientras tanto colocan cruces y veladoras en los sitios en los que los diversos dirigentes han caído. Pusieron unas el pasado 5 de abril, en la calle en la que hombres armados terminaron con la vida de Armando Becerril, dueño de un restaurante del centro. Aquella noche, Becerril circulaba en un automóvil al lado de su madre. Frente a ella lo mataron a tiros. Había denunciado extorsiones y amenazas de la Unión Tepito.

A pesar de la detención de señalados líderes, esta organización continúa operando, se diría que con las manos libres. Vecinos y comerciantes conocen a la perfección los domicilios desde los que se maneja la venta de droga y el “derecho de piso”; conocen a la perfección los nombres y los apodos de “halcones”, operadores y sicarios de La Unión.

Saben quiénes son Romel, El Marciano, El Elvis, El Pechugas, El Huguito Las Bochas.

Pero la política de “abrazos, no balazos” ha sido replicada en la CDMX por el gobierno de Sheinbaum.

En días pasados, vendedores del tianguis dominical de La Lagunilla, uno de los espacios más tradicionales de la capital –un torbellino de objetos antiguos: libros, radios, teléfonos, pinturas, grabados, esculturas, fotografías, documentos, obras de arte–  revelaron que enviados de La Unión Tepito se presentaron ya para exigir cuotas a cada uno de los puestos (en una sola calle hay más de 300). Esto no había sucedido en las décadas que el tianguis lleva funcionando.

Recorrí hace unas noches una calle peatonal: Regina, llena de cervecerías, pequeños restaurantes y mezcalerías. En el tramo que va de Bolívar a 5 de Febrero, es pública la presencia de “halcones” y vendedores de droga. Nada pasa por esa calle sin que ellos lo vean. Saben en qué momento se avecina un operativo, y entonces, sencillamente, se mueven a otro sitio. “Toda la calle es suya”, me dice un funcionario de seguridad.

Más información: http://bit.ly/33154IV

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