viernes 19 abril 2024

Recomendamos: ¡Fuera el PRIAN!, por Ivonne Melgar

por etcétera

Cuatro historias quedarán marcadas por los votos de cambio que, según la crónica electoral de 2018, habrían sido capitalizados con ventaja por Andrés Manuel López Obrador. A diferencia de los comicios de 2000, 2006 y 2012, cuando la disyuntiva era la continuidad o no del partido gobernante, hoy el puntero en las encuestas logró convertirse en el referente de la decisión.

El candidato que desde hace 12 años estableció que los males de México son responsabilidad de la “mafia del poder” parece haber triunfado con su narrativa contra el PRIAN, “la minoría rapaz” y “los privilegios” de la gente “fifí”. López Obrador sí o no. Ésa es la pregunta a responder al final de una campaña en la que las otras dos opciones partidistas se neutralizaron con lo que ahora suena a caricatura: La pelea por el segundo lugar.

Sin embargo, ese enfrentamiento entre los candidatos del Frente y del PRI va más allá de una anécdota. Es la evidencia de un fallido diagnóstico sobre lo que estaba en juego: El fin del ciclo de la tecnocracia corrompida, corruptora y corrupta, que López Obrador materializó en el PRIAN y sus representantes.

Ya veremos mañana el saldo de las urnas para cada candidato. Por lo pronto, la plataforma Oraculus —que incorporó las encuestas de Ulises Beltrán, Reforma, Financiero, Parametría, Arcop y Suasor— reporta que Jaime Rodríguez Calderón duplicó durante la campaña las preferencias, pero sin ir más allá de un dígito.

Así que el único independiente en la boleta no pudo competir con las organizaciones partidistas, aun cuando sí supo protagonizar momentos que se volvieron tema de conversación con una apuesta tan extrema como inverosímil, la de mochar manos a los delincuentes.

En el caso de la campaña de José Antonio Meade, se pretendió que el personaje estaría por encima de la marca PRI, con una biografía de honestidad y de experiencia incomparable. Más allá de lo que parece un consenso en la crónica de esta elección, que el abanderado priista debió cargar con los negativos del partido, estancándose en el tercer lugar en las encuestas, hubo dos circunstancias adicionales que fueron en su contra. Meade fue el más tecnócrata de los candidatos, en una elección que cerrará el ciclo de los gobiernos que, presuntamente, se sustentaron en la racionalidad económica desde Carlos Salinas a la fecha.

Tres décadas de un modelo que privilegió la administración de los capitales, el comercio exterior, la búsqueda de reformas estructurales, la infraestructura y la modernidad, mientras seguían casi intactas las cifras de la pobreza, y lo único que aumentaba eran el crimen organizado y los índices de corrupción. Meade fue entonces el candidato de la continuidad de esa etapa tecnocrática mexicana.

Pero hubo más: El exsecretario de Estado aceptó enfrentar la estrategia del Frente PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, centrada en “el PRI corrupto que ya se va”, con una embestida en contra de Ricardo Anaya y el supuesto expediente de lavado de dinero, hasta ahora sin pruebas.

En vez de asumir una crítica de fondo por los escándalos de corrupción en este sexenio, Meade tomó la ruta del contraste personal, etiquetando como “sospechoso” al panista. De manera que al evaluar la campaña de Anaya resulta faccioso desestimar la operación de desprestigio que se fraguó en su contra desde el equipo del PRI, con el visto bueno del gobierno.

Pero el estancamiento del frentista, en el segundo lugar de la competencia, no sólo deberá atribuirse a la embestida que incluyó el uso mediático de la PGR. También hubo dos circunstancias en las que Anaya fue responsable y que habrían contribuido a la imposibilidad de acercársele a AMLO, tanto en la intención de voto como en la percepción de poder alcanzarlo.

Nos referimos a la falta de apertura que caracterizó al equipo de campaña del panista, quien no supo convertir el nombre de su coalición en un auténtico frente tripartidista que involucrara a las estructuras locales del PRD y de Movimiento Ciudadano.

A la ausencia de un discurso que fuera incorporando las aportaciones de las fuerzas aliadas al PAN se sumaron las fracturas de este partido por la forma en que se hizo candidato, mismas que Anaya no quiso o no supo reparar.

Más información en: https://bit.ly/2IJHB56

 

También te puede interesar