jueves 25 abril 2024

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por etcétera

En lugar de pensar en una revolución y lanzar improperios a diestra y siniestra todos los días, nuestro Presidente debe ponerse a gobernar. Y antes, con todo respeto, que alguien le explique cómo.

Ayer en la mañana usó su tiempo para agredir a El Universal, presumir creación de empleos que no lo son, pelearse con quienes dudan de la conducción del combate a la epidemia, con Twitter, y un prolongado y desagradable etcétera, mientras lo esencial está en la descomposición del país.

Lo único que sabe hacer es buscar pleitos. Ya basta, ¿no? Tiene que demostrar, por el bien de todos, que también le importa la nación.

Y dejarse asesorar -como hacen todos los líderes inteligentes– por personas que saben, y no por militantes resentidos, llenos de odio y la cabeza vacía.

Cuando el coronavirus comenzó a estremecer la economía mundial, el 2 de marzo, López Obrador dio su diagnóstico: “En cuanto a México, siento que no vamos a tener problemas mayores. Ese es mi pronóstico. Los conservadores, que quisieran que nos fuera mal, van a decir que está mal mi pronóstico, que vamos a tener crisis económica y financiera. Les digo, no. Está bien nuestra economía”.

Tres días antes había dado otro pronóstico a la población, esta vez sobre salud: “No hay que exagerar (con el Covid-19), hay que prevenir y estamos preparados para eso… No es algo terrible, fatal, ni siquiera equivale a una influenza”.

Ya, suficiente, ¿no?

Sólo este año tendremos, según Inegi y análisis de instituciones financieras, entre 10 y 12 millones de nuevos pobres extremos. Y se van a perder entre un millón y un millón 500 mil empleos formales.

A ellos hay que agregar a dos millones y medio de mexicanos que viven en el sector informal de la economía y perderán sus trabajos, de acuerdo con lo expuesto ayer por el presidente del Consejo Nacional Agropecuario, Bosco de la Vega.

Si esos datos no son suficientes para que AMLO deje de revivir guerras del Siglo XIX, se asesore de gente capaz y ponga los pies en la tierra, estaríamos hablando de un Presidente que de manera deliberada le hace daño a su país.

Ya estábamos en crisis antes del coronavirus. La economía cayó de un crecimiento de 2.5 por ciento en 2018, a -0.2 por ciento en 2019. La generación de empleo se desplomó a más de la mitad en el primer año de este gobierno.

Ahora viene algo mucho peor, inevitable, de lo cual hay que tratar de salir lo más rápido posible.

Para eso es necesario que el Presidente deje de pelearse, de ofender, de perder el tiempo, y se ponga a gobernar con un equipo que sepa y al cual escuche.

Ayer nos salió con que iba a medir “el bienestar del alma”. No es su función y ni siquiera hay acuerdo acerca de si existe el alma. La suya no es una misión divina, sino algo completamente terrenal: procurar que sus gobernados tengan paz, salud y trabajo.

Más información: https://bit.ly/36Hry5r

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