sábado 20 abril 2024

Recomendamos: El miedo, por Gil Gamés

por etcétera

Gil no sabe mentir. Cerraba la semana con miedo. Así, temeroso, caminó sobre la duela de cedro blanco en busca de un libro que su memoria le señalaba. La búsqueda fue casi catastrófica, pero encontró el libro que buscaba: Los miedos en la historia, una reunión notable de ensayos coordinados por Elisa Speckman Guerra, Claudia Agostini y Pilar Gonzalbo Aispuru (Colmex/UNAM, 2009). Entre los ensayos, Gil hizo un paradero en éste de América Molina Villar: “Entre el miedo y la esperanza: la peste de 1737 y la mujer hechicera de San Pablo del Monte de Puebla”. Van que vuelan estos párrafos:

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La enfermedad y la muerte son algunos de los miedos colectivos más antiguos y universales. El espléndido estudio de Delumeau, El miedo en occidente, dedica un capítulo entero a analizar el miedo de los hombres ante los reiterados brotes de peste que azotaron Europa entre los siglos XIV y XVIII. En el México colonial el miedo de la sociedad ante las epidemias también fue una constante y se manifestó de diversas maneras, mediante la realización de actos religiosos con misas, novenarios y procesiones, todos para mitigar la presunta ira divina ante el pecado de sus habitantes.

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En aquella época el origen de las epidemias estaba asociado a diversos fenómenos, como el hambre, las guerras, los eclipses, cometas, inundaciones y terremotos. Una de las epidemias más devastadoras de la época colonial, el matlazáhuatl [el tifo] de 1737 ocasionó una sensible disminución demográfica, especialmente entre la población indígena que apenas comenzaba a recuperarse de las severas epidemias de los siglos XVI y XVII.

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Ante este terrible impacto se escribieron diversos testimonios, que muestran el miedo que provocó la epidemia entre la población: “la primera señal de pestilencia fue la tierra, movida de un sensible terremoto, el agua conspiró ya contra nosotros y se envenenó desde el diluvio y un eclipse que mostró también que se había montado en cólera el cielo y también soplaron fuertes vientos, que causaron destrozos en los campos, extrajeron raíces y derrumbaron árboles”.

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En un acto de hechicería en un pueblo indígena del área de Puebla-Tlaxcala, San Pablo del Monte, en mayo de 1737 llegó a esa localidad una mujer con poderes mágicos para curar y enfermar a la población. Esta hechicera puso en jaque al pueblo, ya que muchos indios acudieron a ella para librarse de la epidemia. Pero las autoridades se percataron de que la mujer manipulaba a los habitantes, pues los amenazaba con contagiarlos de la enfermedad si no le rendían culto. La Inquisición actuó de inmediato y ordenó que un oficial fuera al pueblo a retomar el testimonio de varios vecinos. Después de practicar varios interrogatorios,el inquisidor procedió a enclaustrar a la mujer en un convento de la ciudad de Puebla.

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Como ocurrió durante los innumerables brotes de peste en Europa, la epidemia de 1737 desestructuró el entorno social cotidiano y bloqueó todas las rutas hacia el futuro, sacudiendo de este modo las bases del “psiquismo individual y colectivo”. La epidemia había alterado la vida cotidiana del pueblo, ya que los indios sufrieron la pérdida de familiares y tuvieron dificultades para sobrevivir. Las muertes provocaron que las actividades económicas se interrumpieran y los indios atravesaron serios problemas para pagar sus tributos y contribuciones comunitarias.

Más información: https://bit.ly/3ajdWxS

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