viernes 29 marzo 2024

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por etcétera

El presidente López Obrador ha declarado el fin de la guerra contra el crimen organizado.

Su decisión desconcierta a muchos, parece una locura, pero está muy cerca de ser la decisión más cuerda que puede tomarse. Hay que leer lo que dijo exactamente. Declaró el fin de una modalidad de la guerra contra el crimen organizado que es cazar capos, descabezar bandas.

Esto dijo: “No se ha detenido a capos porque esa no es nuestra función principal. La función principal del gobierno es garantizar la seguridad pública, ya no la estrategia de los operativos para detener capos”.

Descabezar a los cárteles es la política más ineficaz y contraproducente que se haya inventado.

De hecho, es una de las causas fundamentales de la violencia porque el cártel descabezado queda expuesto a dos lógicas fatales: la de la pugna interna por el lugar del capo caído y la de la agresión de cárteles rivales que suponen débil al descabezado.

Han caído muertos o presos todos los capos imaginables y la violencia homicida no ha hecho sino aumentar.

Visto en el tiempo, los números son así: en 1985 había un cártel y medio: el de Sinaloa, de Miguel Ángel Félix Gallardo, y el del Golfo, de Juan N. Guerra.

Veinticuatro años después, luego de practicar durante un decenio la política de descabezar a los cárteles para debilitados, hay dos cárteles que pelean a muerte por toda la República, el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, más 280 bandas locales que asolan regiones, pueblos y ciudades.

Más información: http://bit.ly/2WzOE8w

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