viernes 29 marzo 2024

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por etcétera

El ansia centralizadora de este gobierno sólo compite con su incapacidad administrativa. En una pandemia es una combinación mortífera. Pero no cambian de estrategia.

AMLO decide todo y ejecuta de forma opaca. No sabemos con certeza qué se firmó. Solo sabemos que de jueves a sábado se aplicaron, en promedio, 6,600 dosis.

La absurda estrategia centralizada de vacunación trata de alcanzar tres objetivos al mismo tiempo: vacunar, hacer propaganda electoral y reafirmar quién manda. Nadie en el mundo lo está haciendo así. Nadie ha vacunado maestros y operadores políticos antes de terminar con el personal de salud.

No tendríamos por qué estar así. México contaba con los recursos para comprar suficientes vacunas y con las capacidades para desarrollar una eficaz estrategia para aplicarlas.

Imaginemos que en agosto pasado el gobierno hubiera reconocido que la pandemia estaba fuera de control y hubiera decidido convocar a la sociedad civil para diseñar e implementar la mejor estrategia de vacunación posible. Cuando “la patria es primero”, es lo que se debería haber hecho.

Si el gobierno, en lugar de usar su enorme poder para presionar a grandes empresarios a comprar boletos para la rifa de su avión, lo hubiera utilizado para obtener financiamiento y apoyo para comprar las vacunas y aplicarlas, por ejemplo, a todos sus empleados y sus familiares, lo habría logrado con toda la buena voluntad de la clase empresarial. Vacunar es muy barato respecto al costo de no hacerlo. Un comité científico y ético podría haber acordado las reglas de vacunación para hacerlo de forma justa. Estaríamos mucho mejor.

Carlos Slim sí entendió cuán importante sería tener la vacuna, y con su capacidad empresarial logró que México y parte de América Latina tengan acceso a la de AstraZeneca. El 12 de agosto anunciaron el acuerdo. Con prudencia, Slim no se ha colgado la medalla. Gracias a ese esfuerzo la región accederá a entre 150 y 250 millones de dosis. México, a 77 millones. El grueso de las vacunas confirmadas son ésas.

El reto de la vacunación ha desnudado a los gobiernos. Trump entendió que se requería una vacuna e invirtió miles de millones de dólares para financiar varios proyectos para desarrollarlas. Si bien, como AMLO, fue torpe en la estrategia de vacunación, al no ser el gobierno federal un cuello de botella que todo lo entorpece llevaban, al último registro, más de 39 millones de dosis aplicadas, frente a las poco más de 700 mil de México. Sólo el sábado se aplicaron en Estados Unidos 2.2 millones de dosis.

No hay una receta para saber cuánta centralización es óptima. Puede funcionar cuando se tienen instituciones competentes. El gobierno de Reino Unido compró con oportunidad las dosis requeridas y se apoyó en su poderoso sistema de salud pública para poder vacunar de forma ordenada y veloz a su población. Llevan más de 11.5 millones de vacunados. Para el fin de este primer semestre esperan haber cubierto a toda su población adulta.

Un caso de centralización fallida es el de la Unión Europea. Tardaron mucho en comprar vacunas por la complejidad de hablar en nombre de todos los miembros sobre cómo y qué comprar. La política de salud no había sido un tema competencia de la Comisión Europea. Fue un error pretender centralizar la compra de vacunas.

Nuestro gobierno insiste en que hay que centralizarlo todo. Lo estamos pagando con muertos y con una estrategia de vacunación que nació fracasada. Ahora va sobre el sistema eléctrico.

La reforma legal propuesta no sólo sería violatoria de la Constitución, sino que no hay argumento alguno de que ello hará posible una electricidad más barata, más limpia, y más confiable. La incompetencia de esta administración, más la centralización que ansía, nos llevarán al desastre en el suministro de electricidad. Pero eso sí seremos soberanos, afirman, que es otra forma de decir “acá mandamos nosotros”, al costo que sea.

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