jueves 28 marzo 2024

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por etcétera

El lunes comentamos el contexto político en que nos encontramos: un gobierno rapaz e incompetente, que llegó al poder gracias a la combinación de tres elementos: un político que ha creado un personaje creíble y atractivo para muchos (el líder austero preocupado por los pobres), el derrumbe de las democracias liberales y la reacción de los rentistas frente a la transformación del país.

Hoy permítame ofrecer algunos números que pueden ayudar a dibujar el resto de lo que tenemos enfrente.

Primero, por razón obvia, la pandemia. Después de nueve meses de mentiras y de una estrategia fallida, cerramos el año con un millón 426 mil 94 casos reconocidos y 125 mil 807 fallecimientos por coronavirus. Ninguna de las cifras se acerca a la realidad. Por un lado, se han aplicado muy pocas pruebas en México. De acuerdo con ourworldindata.org, al cierre del año eran 25 por cada mil habitantes. Muy pocos países han aplicado menos pruebas: Bolivia, Guatemala y Ecuador están entre 35 y 40; Colombia, Cuba y Uruguay entre 100 y 200; Panamá y Chile más de 300; Estados Unidos más de 750. No tenemos idea de cuántas personas se han contagiado. Tampoco sabemos cuántos han muerto como resultado de la pandemia, sea directa o indirectamente. Con la cifra mencionada, ha muerto uno de cada mil mexicanos, lo que nos coloca entre los 10 países grandes con mayor mortalidad (misma fuente). Sin embargo, los esfuerzos de investigadores como Mario Romero y Laurianne Despeghel apuntan a un múltiplo de entre 2.5 y 3 veces lo reportado, es decir, cerca de 350 mil muertes al cierre del año. Con ese ajuste, disputaríamos con Perú el primer lugar mundial en fallecimientos.

El segundo grupo de datos tiene que ver con la economía. La contracción del PIB estará entre 8.5 y 9 por ciento para el año completo. Eso significa un nivel equivalente al de hace cinco años. Sin embargo, lo que ha generado algo de rebote ha sido el sector externo, mientras el mercado interno sigue hundido. En este renglón, la contracción será de entre 12 y 13 por ciento, con lo que el nivel será similar al de 2012, un retroceso de ocho años. Si además descontamos la parte del gobierno, el mercado privado interno, donde estamos casi todos los mexicanos, se habrá contraído 15 por ciento en 2020.

No entro en detalles, pero los datos de inseguridad y corrupción, que fueron los ejes de las campañas de 2018, son iguales o peores que entonces. No hay avances que puedan documentarse, aunque los políticos intenten adornar sus gestiones.

En suma, han sido dos años desastrosos. Tanto, que algunos promotores del voto por López Obrador han reconocido que no debieron hacerlo. Unos pocos incluso se han convertido en críticos acérrimos del gobierno actual. No es una mayoría, ni nada cercano a ello, pero cambian el panorama.

Conviene recordar que la coalición que apoyaba a López Obrador obtuvo 44 por ciento del voto. Con eso, y argucias legaloides, lograron obtener 62 por ciento de las curules. Un dato curioso es que el PT obtuvo una votación histórica porque su espacio en la boleta era el primero en el que aparecía el nombre del caudillo.

Suponga usted que uno de cada 10 votantes por López Obrador en 2018 se ha arrepentido de su voto. Eso implicaría que la coalición podría obtener 40 por ciento de los votos en junio. Más aún, toda esa votación tendría que acabar en Morena, porque el PES no va con ellos, y el PT ya no tiene la fortuna de aquel año. El máximo de curules que obtendrían sería de 48 por ciento. Fin de la mayoría calificada, y tal vez incluso de la mayoría simple. Habría algo de contrapeso. Podríamos atemperar, tal vez frenar, la destrucción que hemos atestiguado. Podríamos pensar en la reconstrucción.

Eso dicen los números.

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