viernes 29 marzo 2024

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por etcétera

No llega ni a la mitad de su mandato, van mil días de gobierno, pero Andrés Manuel López Obrador ya agotó su juego. La realidad lo alcanza y ni siquiera su fecunda imaginación le permite evadirla. El reinado que cultivó en su mente por décadas, no se concretó.

Creció contemplando a los presidentes emanados del PRI, se convenció que poder y voluntad política bastaban para lograr lo que fuese. A eso sumó una impresionante soberbia. Mediocre estudiante, fósil universitario, burócrata de partido que ni siquiera logró la presidencia municipal de Macuspana que en su momento ambicionó, en cambio tenía la impresionante necedad y convencimiento del mesiánico: él sería un líder histórico.

Con mil días, 34 meses de gobierno a cuestas, descubre para su asombro y coraje, que no logra lo que imaginó tan sencillo. La economía no crece, el crimen no disminuye y el pueblo no cae rendido a sus pies. Pensó que, porque así lo decretaba, el petróleo brotaría de nuevo en abundancia del mar y la tierra, que una refinería se construiría en tres años de la nada, de la misma forma que de la nada habría un sistema de salud como en Dinamarca. Pensó que encontraría dinero en abundancia en las arcas públicas para sus más diversas ocurrencias y que podría robar sin que nadie lo denunciara porque proclamaba sin cesar que era honrado.

Pero el petróleo no sale del mar, sino que el mar se incendia y las plataformas de Pemex estallan por la ineptitud. Ocurre que el mantenimiento no era un tiradero de dinero, ni una forma de corrupción, y los muertos de Pemex fueron precedidos por los fallecidos en el Metro capitalino. Dos Bocas será un fiasco, y el inquilino de Palacio se ve forzado a tratar de inventar (con dinero público) una aerolínea entre las cenizas de Mexicana de Aviación para que unos cuantos aviones despeguen de Santa Lucía. El Insabi dejó a casi 16 millones de personas sin servicios de salud.

La votación de junio lo enfurece, porque muestra que muchos ya le dieron la espalda, notablemente en la Ciudad de México. Sus sueños de una reelección, de una extensión de su sexenio, se hicieron humo, mientras que ni siquiera logra que se legisle sobre la revocación de mandato. AMLO mantiene muchísimo poder, pero perdió el aura de invencibilidad de los primeros años.

Busca sin cesar enemigos en el exterior e interior, alguien con quien desquitar la frustración de sus fracasos. Si en su anacronismo buscó, inútilmente, riqueza en el petróleo, de la misma forma presenta a España y Estados Unidos como enemigos históricos de México. No encuentra eco porque trata, como le ocurre con el chapopote, de revivir un pasado muerto. España es el país hermanado por el antifranquismo, Estados Unidos, el socio comercial preferente al que México se unió hace un cuarto de siglo. Las biliosas palabras en la mañanera se resbalan contra esa realidad.

En el interior están los expresidentes, pero resultó que los votantes mostraron su más completa indiferencia por el circo que les proponía AMLO. Ahora es el turno de Ricardo Anaya, el rival presidencial que más se burló de su persona en 2018, mientras que se dedica a cambiar floreros en su gabinete para rodearse de aquellos más serviles. A eso se limitará el largo cierre de la presidencia obradorista: las acciones de odio y los movimientos inútiles en tanto el país se sigue derrumbando.

Lo que ahora supura no es triunfalismo, sino rencor. Será un Presidente histórico, sin duda, pésimo como muy pocos.

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