miércoles 17 abril 2024

Córdova: una reforma electoral debe ser producto de muchas cabezas, no de muchos hígados

por etcétera

En estos momentos una reforma electoral no es necesaria; pero si se quiere hacer para mejorar, debe ser producto de diagnósticos adecuados, no de humores, de muchas cabezas y no de muchos hígados, comentó Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE).

Durante el foro “Agenda electoral: revocación de mandato y ¿posible reforma?”, realizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México este lunes, Córdova hizo un recuento de las reformas electorales que se han hecho desde 1977.

Como resumen, el consejero sentenció: “Nuestro sistema electoral funciona, y funciona muy bien. Si no funcionara hubiera sido imposible organizar 322 elecciones en estos ocho años, y que no fueran problemáticas. Perdón: allí están los resultados”.

Se preguntó: “¿Nuestro sistema es mejorable? Claro que sí. Hay un montón de cosas en las que valdría la pena ajustar en el sistema electoral y, eventualmente, avanzar a una siguiente generación de reformas que nos permitieran mejorar lo que tenemos. Si eso además abarata costos, qué bueno”.

Pero evaluó: “En términos generales nuestro sistema funciona. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que si no hay reforma electoral la democracia está en riesgo en 2024? La respuesta es contundente: no. Podemos ir a 2024 con el sistema electoral que hoy tenemos. No nos va a pasar nada, más a lo que ya nos tiene acostumbrados el INE: que la elecciones del 24 van a ser todavía mejores que las del 21. Es decir, la capacidad de mejora de la propia autoridad electoral elección tras elección va sofisticando y perfeccionando nuestro sistema electoral. Así que una reforma no es necesaria. No sé si sea pertinente, tampoco. ¿Se pueden cambiar las reglas? Sin duda; ¿se pueden mejorar las que tenemos? También. Pero no sé si el ánimo en el que hoy se está trabajando sea lo mejor”.

Acerca de la oportunidad de haces en la actual etapa una reforma, recordó una lección de la historia mexicana: “Dejo sobre la mesa un dato: todas las reformas electorales de los últimos 25 años, desde la de 1996 en adelante, todas se han realizado y puesto a prueba en una elección intermedia, no en una presidencial. No se ponen todos los huevos en una canasta ni todas las castañas al fuego. Se cala la calidad de una reforma en una intermedia, y eso ha sido muy virtuoso”.

Hizo otra anotación acerca de la coyuntura actual: “Yo no sé si que la mitad del Congreso sea catalogado como ‘traidores a la patria’ sea el mejor contexto para propiciar una reforma electoral, aunque hay quien dice que después de esta y si no pasa va a haber ‘traidores a la democracia’. Pues ojalá y no, pues hay puntos de vista en un sistema democrático y son respetables”.

Posteriormente Córdova postuló tres características que debe tener una reforma electoral para que ese cambio de reglas no se convierta en un problema: primera, “tiene que ser resultado de un amplísimo consenso político. No basta que se cumpla con las cifras que pide la Constitución: dos terceras partes o la mayoría para las leyes secundarias, porque si no, si hay alguien que esté excluido y que ve las nuevas reglas a las que tendrá que sujetarse como una imposición, como algo con lo que no se está de acuerdo, se está abriendo la puerta para que la reforma sea un problema electoral después, porque seguramente, con los malos jugadores que tenemos en el mundo hoy en términos de compromiso democrático, seguramente alguien que pierda las elecciones va a decir: ‘Perdí porque se desbalanceó la cancha; teníamos cancha pareja y ahora no la tenemos. Perdí por culpa de las reglas’. Sería gravísimo que algo que ya no está ocurriendo, ocurriera por cambiar las reglas”.

La segunda es evitar un regreso al pasado: “Si es para meter reversa no vale la pena. Si es para que la Secretaría de Gobernación vuelva a controlar las elecciones, pues no vale la pena. Por eso la historia de nuestra transición es importante: si es para excluir, para volver a un sistema hermético y no incluyente, no vale la pena. Si es para inyectar incertidumbre en el cómputo de los votos, no vale la pena; si es para romper las condiciones de equidad, no vale la pena; si es para concentrar el poder, tampoco vale la pena. Así que sea para mejorar, y que se sepa qué se quiere mejorar, porque partir de la premisa de que nuestro sistema electoral no funciona, que el INE no sirve para nada y que hay que tirar todo a la basura, esa no es una buena manera para mejorar el sistema, sino es una lógica para reinventarlo y quién sabe qué cosa salga. Si el sistema no se mejora, pues entonces podríamos volver a la época en la que nuestro principal problema eran las alecciones. De allí venimos”.

Finalizó con lo siguiente: “Que sea producto de diagnósticos adecuados; es decir, que la lógica sobre la que se quiere construir las nuevas reformas partan de cifras, de datos y no de humores. Si la base de la reforma es que me cae gordo el INE porque traigo atravesado al INE y al IFE desde hace no sé cuánto, entonces va a salir algo mal. Una reforma electoral tiene que ser bien pensada, sustentada en datos, tiene que hacerse con la suma de muchas cabezas, no con la suma de muchos hígados”.

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