sábado 20 abril 2024

De memoria: Héctor Vasconcelos escribió esto hace siete años en defensa del Estado laico contra los usos religiosos. Sí, a quien AMLO presentó como probable canciller

por etcétera
La visita de Felipe Calderón al Vaticano, para asistir a la beatificación de Juan Pablo II, configura el mayor de los atropellos a un laicismo que, formalmente, es fundamento definitorio de nuestro Estado. Viola flagrantemente la Constitución y la Ley de Asociaciones Religiosas que de ella emana. Pero los agravios al Estado laico comenzaron el día mismo en que la derecha, en la persona de Vicente Fox, asumió la Presidencia de la República y han continuado, acrecentados, desde que Calderón fue impuesto por las fuerzas combinadas del conservadurismo.

Si las constituciones vertebran a un país, entonces los documentos de 1857 y 1917 establecieron que la laicidad es consustancial al Estado en México, y no por accidente: al menos dos guerras civiles que desgarraron a la sociedad produjeron un consenso en el sentido de que el laicismo estatal es la mejor garantía para la convivencia y el respeto a los distintos credos y filosofías, incluida la religión católica. Y no olvidemos que la Cámara de Diputados aprobó en febrero de 2010 una reforma al artículo 40 de la Constitución que establece la laicidad como característica esencial de la República. La reforma aguarda ahora la aprobación del Senado. A quien no le guste ese estado de cosas no le queda más que promover una nueva reforma o ¿acaso una nueva guerra civil?

Sucede que la vieja derecha mexicana nunca aceptó los grandes consensos nacionales. Agazapada, esperó la ocasión histórica para tratar de volver a imponer sus dogmas, cosa que el país ya padeció durante los 300 años de la colonia; siglos durante los cuales el territorio y las etnias autóctonas estuvieron bajo la dominación de un reino y una religión extranjeros. Calderón proviene de esa derecha, aunque no ose decir que se opone a la tradición liberal, juarista que fundó al México moderno. Por supuesto, él tiene derecho a creer lo que desee: los liberales sí afirmamos tal libertad. (Cada quien tiene convicciones religiosas o filosóficas acordes con la información y el desarrollo intelectual que posee). Pero en la medida en que se ostenta como presidente de la República no tiene derecho alguno para acudir a Roma –no como individuo, sino en representación de la nación–, dado que ningún jefe de Estado puede despojarse de esa condición en momento alguno de su gestión. Alguien que se presume presidente tendría que representar a todo el país y no sólo a los católicos, aunque éstos sean mayoría. La representación y protección de las minorías es esencial en cualquier definición moderna de democracia. Al acudir al Vaticano, Calderón no representa a los varios millones de mexicanos que practican otros cultos o a aquellos que, como el de la voz, no profesamos religión alguna, pero también somos mexicanos. En realidad va a Roma como (pobre, puesto que ha habido mejores) representante de la reacción mexicana. Como Gutiérrez Estrada acudió a Miramar: en representación de la antipatria. Los cangrejos del siglo XIX han asaltado el poder en el XXI.

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