viernes 29 marzo 2024

Recomendamos: Valerie Solanas, algo más que la mujer que disparó a Warhol

por etcétera

Veinte años después de haber descerrajado unos tiros al artista Andy Warhol en su Factory, en la primavera de 1988 el cadáver de Valerie Solanas fue hallado en un motel lumpen del barrio de Tenderloin, en San Francisco. Llevaba varios días muerta. La sordidez de aquel final no desentonaba con la cruda vida de la autora del Manifiesto SCUM. Y es esa desoladora y siniestra escena de su muerte, precisamente, el punto de partida de la novela recientemente reeditada sobre la vida de Solanas La facultad de los sueños (Nórdica), de la autora sueca Sara Stridsberg.

Solanas es una misteriosa y extraña musa, demasiado rara y extrema para los círculos radicales de los sesenta, tampoco encajaba en el circo de artistas e inadaptados de Warhol. Norman Mailer la llamó “la Robespierre del feminismo”.

Desde la primera frase de su Manifiesto SCUM, Solanas (Nueva Jersey, 1936- San Francisco, 1988) exhortaba a la destrucción del Gobierno, la eliminación del sistema monetario y la destrucción del sexo masculino. No se andaba por las ramas. S.C.U.M, literalmente escoria en inglés, es el acrónimo de Society to Cut Up Men (traducido habitualmente como Organización para el Exterminio del Hombre), que Solanas describió con furia y un extraño sentido del humor. Trató de ofrecer una respuesta tajante y radical a algunas teorías de Freud.

En 1967, la propia autora distribuía copias autoeditadas de su manifiesto por las calles de Nueva York antes de que el editor Maurice Girodias rescatara el texto en Olympia Press. Era la misma editorial especializada en literatura vanguardista que había sacado la primera edición de Lolita, de Nabokov.

Solanas también le pasó una obra de teatro a Andy Warhol, pero aquello no llegó a nada y, cuando ella fue a reclamarle el manuscrito, el artista aseguró que lo había perdido. La invitó a participar como secundaria en un par de las películas que rodaba con su tribu en la Factory de Union Square. Y fue allí mismo donde en junio de 1968 Solanas les disparó al artista y al galerista.

Amaya recordaba el incidente de aquella tarde de mucho calor, en el libro de historia oral Eddie, de Jean Stein: “Cuando oí los disparos, deduje que alguien nos estaba disparando a través de las ventanas. Caí al suelo. Escuché a Andy gritar: ‘¡Oh no, oh no, Valerie’. Y pensé: ‘Oh dios mío, han debido de disparar a esa chica con la que estaba hablando’. La siguiente cosa que recuerdo fue mirar hacia arriba y ver lo que estaba pasando y a esta mujer de pie encima de mí, con la pistola apuntándome. Llevaba pantalones, una chaqueta, y el pelo suelto. Afortunadamente tenía mala puntería”. Amaya añadió que la pistola era diminuta, “como de chica”, y concluía el relato: “Andy y yo solíamos decir que habíamos sido las primeras víctimas del feminismo”.

Solanas se entregó en la comisaría de Times Square esa misma tarde, y la abogada feminista Florynce Kennedy se apresuró a representarla, en lo que fue casi el primer contacto cercano de los grupos feministas con Solanas. Antes de ser juzgada por los disparos, la trasladaron al ala psiquiátrica del hospital Bellevue, y cuando finalmente se celebró el juicio la condenaron a tres años. Parte del tiempo estuvo encerrada en un centro psiquiátrico.

Ver más en El País

También te puede interesar