viernes 29 marzo 2024

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por etcétera

La prometieron en matrimonio con sólo 11 años. La casaron a los 13. A los 16 años la obligaron a separarse de su marido declarando nulo ese matrimonio. A los 18 la desposaron por segunda vez. A los 20 su propio hermano la dejó viuda, tras asesinar uno de sus esbirros a su segundo marido. A los 22 la hicieron contraer matrimonio por tercera vez. Siempre por intereses políticos de su padre. Nunca eligiendo ella a sus maridos.

Hablamos de Lucrecia, de Lucrecia Borgia.

«Fue una pobre víctima. Un peón, un juguete al servicio de los intereses políticos de su padre», asegura a Crónica el escritor y antropólogo Joan Francesc Mira, autor de Borja Papa y Los Borja: familia y mito, dos libros fundamentales para entender los entresijos y la verdad sobre aquella familia de origen valenciano que se convirtió en una de las más poderosas del Renacimiento italiano.

«Lucrecia jamás envenenó, jamás mató, jamás hizo matar. Y sin embargo, contra lo que dicen todos los documentos, contra todos los testimonios, contra toda lógica, la leyenda de Lucrecia se erige, resiste como una sentencia», afirmaba la italiana Maria Bellonci,autora de Lucrecia Borgia, un libro fruto de una minuciosa y detallada investigación histórica, de rebuscar información en archivos varios, y que se ha convertido en un referente desde su publicación en 1939.

Nos han mentido. Durante cinco siglos nos han engañado vilmente.

Nos han contado que Lucrecia Borgia era una mujer pérfida, sin escrúpulos, ávida de sexo y de placer, desenfrenada, ambiciosa, envenenadora, incestuosa… Esa es la cantinela que desde hace cinco siglos se repite machaconamente sobre la hija del papa Alejandro VI, convertida en la antiheroína por excelencia, en alguien de quien se esperan las peores maldades y los excesos más perversos.

Pero todo eso es un embuste, una gigantesca patraña. Lucrecia Borgia, de cuya muerte se cumplió ayer, 24 de junio, 500 años redondos, no fue para nada la persona infame que nos han hecho creer. Todo lo contrario. La verdadera Lucrecia -la que emerge de los archivos y los documentos, la que surge a través de metódicas investigaciones históricas- era radicalmente distinta.

«Fue una mujer espléndida, culta, gentil, delicada y casi tímida. Y también valiente y fuerte. Pero esa Lucrecia Borgia no vende. Se vende muchísimo mejor pintarla como una gigantesca puta», aseguraba a este periódico en 2014, dos años antes de su muerte, el premio Nobel Dario Fo, quien también quiso poner su granito de arena en la rehabilitación de esa mujer con La hija del Papa, una novela que escribió tras un año de investigaciones en archivos y fuentes históricas.

Sólo en los últimos años se ha empezado a hacer justicia con Lucrecia y a contar su verdadera historia, una historia muy distinta a la de su leyenda negra.

La historia comienza en abril de 1480 con el nacimiento de Lucrecia en Subiaco, una localidad a 65 kilómetros de Roma. Era una niña de cabellos rubios y ojos de un azul grisáceo, hija del entonces cardenal Rodrigo Borgia y de Vannozza Cattanei, la principal de sus muchas amantes y con quien mantuvo una relación larga y estable. El que luego sería Alejandro VI tuvo en total siete hijos reconocidos, incluidos los cuatro que tuvo con Vannozza Cattanei: Juan, César, Lucrecia y Jofré.

«En aquella época era muy, muy habitual que obispos, arzobispos y cardenales tuvieran hijos. Algunos de esos prelados incluso vivían en el palacio episcopal con su amante. Los hijos ilegítimos también eran muy frecuentes en las familias nobles», nos revela Joan Francesc Mira. «Había hijos de cardenales por todos lados y no se diferenciaban de los hijos de los príncipes», dejó escrito en su libro Maria Bellonci.

ORIGINARIOS DE XÀTIVA

Los Borja (Borgia es la adaptación fonética italiana de ese apellido) eran una familia de antigua estirpe originaria de Xàtiva cuya fortuna comenzó cuando uno de los suyos, Alfonso Borja, se convirtió en papa con el nombre de Calixto III. No tenía hijos y sí una fuerte tendencia al nepotismo, así que se volcó con dos sobrinos, Pedro Luis y Rodrigo, hijos de su hermana Isabel y de Jofré Borja y, por tanto, dos veces Borja. A Rodrigo, su preferido, le hizo cardenal a los 25 años.

Pero el verdadero y definitivo golpe de suerte para la familia llegó la noche entre el 25 y el 26 de julio de 1492, cuando el papa Inocencio VIII falleció. Contra todo pronóstico, Rodrigo Borgia fue elegido nuevo pontífice, sentándose en el trono de San Pedro con el nombre de Alejandro VI.

Más información: http://bit.ly/2X53Mto

 

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