jueves 28 marzo 2024

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por etcétera

El 6 de agosto de 1945 el idílico jardín Shukkeien en la ciudad de Hiroshima se transformó en un infierno.

“La gente comenzó a llegar al jardín con los brazos en alto, porque la piel quemada se había desprendido y les colgaba de las uñas. Subían los brazos para evitar más dolor cuando la piel tocaba el suelo”.

Tomoko Watanabe ha dedicado su vida a difundir el pasado doloroso de Hiroshima, su ciudad natal.

A las 8:15 de aquel 6 de agosto, Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima el primer ataque nuclear en la historia de la humanidad.

La bomba atómica explotó a 600 mt de altura, desatando una furia de viento y radiación que mató en ese momento y los meses siguientes a cerca de 140.000 personas.

El jardín Shukkeien, el más antiguo de la ciudad, se encontraba a solo 1,7 km del hipocentro de la explosión.

“La gente comenzó a llegar al jardín desesperada en busca de agua, porque hay un río muy cerca”, señaló Tomoko.

“Llegaban descalzos. La piel de la espalda también les colgaba y la arrastraban desde los talones. Llegaban con el rostro ennegrecido pidiendo ‘agua, agua’, intentaban escapar del epicentro y caminaban como fantasmas”.

Tomoko se reunió con la BBC en ese mismo jardín, 75 años después de la explosión nuclear.

Allí relató cómo nació la iniciativa que cofundó, Green Legacy Hiroshima o Legado Verde de Hiroshima, para asegurar que el sufrimiento de su ciudad no solo no sea olvidado, sino que pueda transformarse en motivo de esperanza.

El proyecto envía a diferentes países del mundo semillas de los árboles que sobrevivieron a la devastación de la bomba atómica.

Esos árboles son conocidos en Japón como “Hibaku Jumoku”, o árboles que sobrevivieron a la explosión nuclear. (Hibaku significa afectado por la bomba, y jumoku árbol).

Hay cerca de 160 árboles sobrevivientes en Hiroshima. Muchos fueron trasladados y replantados debido a obras de construcción. Y solo unos 30 aún se encuentran en el mismo lugar en que se hallaban cuando explotó la bomba.

De esos testigos silenciosos, el más antiguo se encuentra en el jardín Shukkeien y es un viejo amigo y fuente de inspiración para Tomoko: un majestuoso ginkgo biloba de 300 años.

Tomoko, su madre y las heridas del pasado

Tomoko habló con la BBC junto al majestuoso árbol que ella llama afectuosamente “Tía abuela Gingko”.

Llegó a la entrevista acompañada de Teruko, su madre de 90 años, que fue testigo presencial de la explosión.

Ambas relataron cuán difícil ha sido para los propios habitantes de Hiroshima afrontar las heridas del pasado.

Tomoko nació unos años después de la explosión nuclear, y tiene hoy cerca de 70 años.

“Mi madre y mi padre sobrevivieron a la bomba, pero nunca me hablaban de ese tema”, relató Tomoko.

Fue recién en la universidad que Tomoko, con 20 años, quiso conocer más sobre la explosión nuclear, y recogió para un ensayo los relatos de “Hibakushas”, como se conoce a los sobrevivientes de la bomba. Ellos narraron lo que ocurrió en el jardín Shukkeien.

Encarar el pasado fue aún más difícil para la madre de Tomoko.

Teruko sólo rompió su silencio cuando su nieta era una niña y le preguntó por la explosión nuclear para un trabajo escolar.

Cuando lanzaron la bomba yo tenía 15 años y era residente en una escuela de enfermería”, recordó Teruko a la BBC.

“En el momento de la explosión yo estaba entrando al edificio, si hubiera estado un paso atrás no estaría viva”.

“Muchas cosas me cayeron encima, quedé bajo una mesa, mi uniforme estaba hecho pedazos”.

“Recuerdo que había personas quemadas entre escombros pidiendo socorro, solo pude ayudar a unas pocas”.

Más información: https://bbc.in/2ELvwjg

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