jueves 28 marzo 2024

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por etcétera

Cuando hablamos de discriminación hablamos de la desvalorización, del trato desfavorable o del desprecio inmerecido que se hace, consciente o inconscientemente, a un grupo, persona, institución o creencia por el simple hecho de considerarla “diferente”.

Estos comportamientos se generan por estereotipos y prejuicios que salen a relucir al momento de percibir a alguien como “inferior” o distinto, entonces es juzgado y valorado bajo parámetros negativos y con sentimientos hostiles, lo cual genera una actitud de separación o exclusión.

En una sociedad innegablemente machista, los estereotipos, los prejuicios y la discriminación son dirigidos de manera sistemática y exacerbada en contra de las mujeres quienes, por su género, son consideradas como seres inferiores y, por ende, son objetos de burla y denigración. Así es, la cultura dominante, a lo largo de la historia, ha dado a las mujeres un papel de subordinación en una visión masculina que las deja sin derechos, poder y prestigio y, además, vulnerables a todo tipo de abusos y violencia.

La violencia contra las mujeres reviste todo tipo de formas que van desde los malos tratos psicológicos o emocionales, a la agresión verbal, física, el acoso y los abusos sexuales, principalmente. No es una violencia fortuita ni aislada, por lo que es necesario evaluar los prejuicios y los estereotipos que promueven y fomentan las conductas discriminatorias y violentas, las cuales se producen y reproducen en diversos ámbitos como: medios de comunicación, casa, escuela, amigos, en la calle, en la literatura, en la publicidad, así como en ciertas costumbres o tradiciones que pasan de generación en generación a través de refranes, acertijos, canciones, cuentos o chistes.

Es una realidad,  muchos refranes,  chistes y  canciones contienen y trasmiten estereotipos y prejuicios que desencadenan y fomentan actitudes discriminatorias.  Como ejemplo de lo anterior,  analicemos algunos refranes que, seguramente, muchas de nosotras hemos escuchado alguna vez en alguna parte. Además de ser claros ejemplos de violencia verbal, reproducen  estereotipos y prejuicios con el fin de fomentar la discriminación de género:

  • “La mujer y la burra, cada día un zurra”
  • “La mujer, como la escopeta, cargada y en un rincón”
  • “Más valía llorarlas muertas y no en poder ajeno”
  • “La mujer es un animal de pelo largo y pensamiento corto”
  • “En cojera de perro y lágrimas de mujer: no hay que creer”
  • “La mujer es el piojo del hombre”
  • “Cuando Dios hizo al hombre, ya el diablo había hecho a la mujer”
  • “Las mujeres y las pistolas para funcionar necesitan hombre”
  • “Dolor de mujer muerta, dura hasta la puerta”
  • “El hombre propone, Dios dispone y la mujer todo lo descompone”
  • “Guárdeme Dios de las malas mujeres, que de las buenas ya me guardaré yo”
  • “No hubiera malos hombres, si no hubiera malas mujeres”
  • “Las mujeres son la perdición de los hombres”

No nos equivoquemos, los refranes anteriores no tienen nada de inocentes ni tampoco tienen la intención de reflejar ni aportar costumbres o tradiciones positivas. Por el contrario, algunos de ellos llevan un mensaje que justifica el maltrato físico en contra de las mujeres, pues expresan que pueden ser golpeadas para ser “domesticadas” por los hombres. O bien, las mujeres aparecen como tontas e ignorantes; son infravaloradas y comparadas hasta con el mismo demonio. En otros, se manifiesta que si los hombres son malos, es por culpa de las mujeres.

Una agresión no siempre deja marcas visibles, pero aun así sigue siendo violencia, y una muestra de ello son los refranes y lo “tradicionales” chistes degradantes, ya que conllevan un comportamiento dominante y abusivo, como cualquier otro tipo de agresión y, por tanto,  también afectan el equilibrio psíquico y emocional de quien lo recibe.

CHISTES MISÓGINOS:

En general, los chistes son pequeñas historias con intención de hacer reír a quien los escucha o lea. Básicamente, son de dos tipos:

1) Los ingenuos y que no causan daño a nadie;

2) Los tendenciosos y agresivos,  capaces de denigrar a una persona, institución, grupo o creencia.  Estos “chistes” se dicen con el afán de humillar o denigrar a otros u otras; a los que, por sus características y condición se les considera “diferentes”, por ejemplo por ser extranjeros,  por pertenecer a un grupo social étnico, pueblo o cultura específica; por ser pobres o ricos; por  ser  hombres…o bien, por ser mujeres  (y que son a los que nos referimos en este artículo).

De entrada, los “chistes sexistas” (los que afectan tanto a uno como a otro sexo) no son inocentes, tienen un carácter anónimo pero son aceptados por la sociedad que comparte un sistema de creencias que refleja la batalla entre ambos sexos. Aparecen en situaciones relajadas, pero encubren una gran violencia, una violencia simbólica presente en todos ellos, sea cual sea el género que se satiriza. Para ambos sexos  son igual de violentos, aunque con las mujeres el problema se agrava, pues generalmente reflejan un alto grado de misoginia.

Indudablemente, los tradicionales “chistes sobre mujeres” (esas pequeñas historias que suelen contarse en cualquier lado y en cualquier momento como si fueran anécdotas chispeantes y que, frecuentemente, se acompañan de grandes carcajadas, tanto de hombres como de mujeres), no son más que otra forma  de violencia sutil para denigrar al sexo femenino, la cual se acepta y se tolera socialmente al ampararse, veladamente,  bajo el manto del “humor”.

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