viernes 19 abril 2024

Recomendamos: La volcánica vida de Chavela Vargas: olvido, sexo, alcohol y balazos

por etcétera

Terror de las cantinas mexicanas, cómplice tequilera de José Alfredo durante parrandas interminables, la leyenda cuenta que Chavela Vargas abandonó el alcohol en los ochenta después de un trance catártico con unos chamanes. En realidad, fue el ultimátum de su pareja cuando la descubrió, ebria como siempre durante aquella época, enseñando a su hijo de ocho años como se mataban arañas a balazos de revolver.

“O dejas de beber o no nos vuelves a ver”, fueron las palabras de Alicia Elena Pérez Duarte, representante y pareja durante los años más oscuros de la volcánica artista costarricense, hija adoptiva de México y colosal heredera de su tradición ranchera. Desnudando el aura del mito, su dobleces, alegrías y amarguras, el documental Chavela se presenta este fin de semana en las salas mexicanas después de ser aplaudido en su periplo por festivales. También está disponible en el portal online Filmin.

Las directoras, Catherine Gund y Daresha Kyi, arrancan en mitad de la partida. Con una entrevista en 1991, cuando la cantante acababa de regresar a los escenarios después de 12 años de vacío. “La gente creía que estaba muerta”, cuenta una de las promotoras de aquel primer nuevo concierto, que estuvo a punto de caerse antes de empezar. Las promotoras amenazaron con cancelar si Chavela osaba volver a beber un trago.

“El alcohol es la enfermedad de la soledad, del abandono, de estar rodeado de mucha gente pero al final, nada”, reconocía ella misma ante la cámara. Soledad es una de las palabras que más repiten en la cinta. Desde la semblanza de “aquella niña triste, un poco sola, que no tenía el verdadero amor de sus padres”, quienes la consideraban rara, una niña-niño con manos grandes y cuerpo enjuto, que la escondían “para que no la vieran las visitas” y que hasta el cura de San José le prohibía la entrada en la iglesia.

De aquella claustrofóbica Costa Rica salió huyendo a finales de los treinta. Con 17 años llegó al México del cine de oro, con sus férreos prototipos de machos bigotones y almibaradas dulcineas. “México me enseñó a ser lo que soy, pero no con besos sino a patadas y a balazos. Me agarró y me dijo te voy a hacer una mujer en tierra de hombres y te voy a ensañar a cantar”. O en palabras de otra de las voces del documental: “en un mundo muy macho, muy misógino, donde una lesbiana no tenía lugar, Chavela tuvo que ser la más fuerte, la más macha, la más borracha”.

Se construyó a sí misma como un personaje a la contra de los roles de aquel mundo, como una especie de heroína anti-femenina: parca, altiva, amante imbatible con pantalones y poncho. De Frida Kahlo a Ava Gardner, de jovencitas estadounidenses en la playa de Acapulco a las esposas de los ministros que iban a verla en sus conciertos, ella misma fue cimentando su leyenda depredadora.

Más información en: https://bit.ly/2O9vAIW

 

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