martes 16 abril 2024

Recomendamos: Hitler: cómo la maquinaria de propaganda nazi creó una imagen hogareña del Führer y engañó al mundo

por etcétera

El 16 de marzo de 1941, mientras las ciudades europeas ardían y los judíos eran conducidos a guetos, The New York Times Magazine publicó una historia ilustrada sobre el retiro de Adolf Hitler en los Alpes de Berchtesgaden, en el sur de Alemania.

Adoptando un tono neutral, el corresponsal C. Brooks Peters señaló que los historiadores del futuro debían valorar la importancia del “dominio privado y personal del Führer”, un espacio donde las discusiones sobre el frente de guerra se entremezclaban con “paseos con sus tres perros ovejeros a lo largo de majestuosos senderos de montaña”.

Durante más de 70 años hemos ignorado el reclamo de Peters de tomar en serio los espacios domésticos de Hitler. Cuando pensamos en los escenarios del poder político de Hitler, somos más propensos a imaginar el campo Zeppelín de Núremberg que el salón de su casa.

Sin embargo, fue a través de laarquitectura, el diseño y las representaciones mediáticas de sus casas que el régimen nazi fomentó el mito de un Hitler que en privado se comportaba como un hombre hogareño y buen vecino.

En los años previos a la Segunda Guerra Mundial esa imagen se utilizó de manera estratégica y eficaz, tanto en Alemania como en el extranjero, para distanciar al dictador de sus políticas violentas y crueles.

Incluso después del inicio de la guerra, la impresión favorable sobre el Führer fuera de servicio jugando con perros y niños no se desvaneció de inmediato.

Un cambio radical

Las mitologías nazis sobre los orígenes de Hitler enfatizaron su pobreza y la carencia de hogar cuando era joven, así como su desdén por las comodidades.

Pero cuando Hitler se convirtió en canciller, sobre todo después de que las regalías del libro Mein Kampf (“Mi lucha”) lo convirtieran en un hombre rico, gastó mucha energía en rediseñar y amueblar sus residencias: la antigua Cancillería de Berlín, su apartamento de Múnich y el Berghof, su casa en la montaña en Obersalzberg.

El momento en que realizó esas renovaciones, a mediados de la década de 1930, coincidió con el cambio de imagen pública de Hitler como estadista y diplomático, una transformación que también fue promovida por las películas de propaganda nazi de Leni Riefenstahl.

Las facetas más ásperas del extremista antisemita y agitador de masas fueron suavizadas, creando una personalidad nueva y sofisticada que surgió en un entorno doméstico cuidadosamente diseñado.

Gerdy Troost, la decoradora de interiores de Hitler, desempeñó un papel importante en transmitir una imagen de su cliente como un hombre culto y de buen gusto.

Inspirada en los movimientos de reforma del diseño británico, puso énfasis en la calidad de los materiales y la artesanía en lugar de la exhibición llamativa.

Hitler era un cliente comprometido y admiraba su gusto, aunque a veces chocaban por su tendencia hacia lo grandioso.

Troost fue una mujer respetada y temida en la Alemania nazi, a pesar de que las historias escritas sobre ese período la han ignorado. Sin embargo, nuevas fuentes de archivos revelan su sorprendente influencia sobre Hitler y su importancia dentro de los círculos de élite nazi.

El chalet de Hitler

Con vistas a Alemania por un lado de la montaña y a Austria por el otro, Berghof era la propiedad más pública de las casas privadas de Hitler y ejercía un poderoso influjo en el imaginario nazi del imperio.

Hitler y sus publicistas se inspiraron en las imágenes de las montañas de los movimientos literarios y artísticos de Alemania, en especial del Romanticismo, para mitificar al Führer y convertirlo en un líder místico que se sumergía y encarnaba a la vez las terribles y magníficas fuerzas de la naturaleza.

Al mismo tiempo, la montaña sirvió como una herramienta para humanizar al líder de Alemania a través de su contacto con los animales y los niños. Mediante postales, revistas y libros oficiales, los alemanes consumieron fantasías sobre una vida doméstica ideal arraigada en un paisaje natural.

Entre la expansión del lebensraum (espacio vital) y el aire puro de la montaña, un sitio donde brillaba el sol y jugaban niños rubios, los nazis animaron a los alemanes a imaginar un futuro maravilloso si sacrificaban en cambio sus bolsillos y libertades

Ver más en BBC

También te puede interesar