viernes 19 abril 2024

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por etcétera

Lo peor es descubrir que nada se derrumba después de la hecatombe, que mañana habrá otro amanecer y sus ojos no estarán para gozarlo. Lo peor es ver que los días se dilatan en su ausencia, y que no hay dolor que pare el tiempo. Estamos condenados a vivir la pérdida. «El universo está acostumbrado a la muerte, los que no estamos acostumbrados somos nosotros».

Habla Fernando Savater (San Sebastián, 1947) con la voz de la experiencia, pensando en Sara Torres, su Sara, y en el tumor cerebral que la mató el 18 de marzo de 2015, cuando tenía 58 años. Ese día debió pararse el mundo, pero no fue así. Su vida sí lo hizo, en parte, porque desde entonces mira más al pasado que al presente. Para un escritor eso significa empuñar la pluma y recordar. Eso ha hecho desde entonces: sufrir, convertir la memoria en relato. El resultado es «La peor parte. Memorias de amor», un monumento literario a la mujer de su vida. Es un tópico, pero también es verdad. El libro está terminado, al fin, y llegará a las librerías en septiembre de la mano de Ariel.

¿Se puso a escribir justo después de la muerte de Sara?

Al principio empecé a escribir un poco sobre lo que yo sentía. Era una especie de reflexión sobre el dolor o algo así. Después me di cuenta de que lo que yo quería realmente era escribir sobre ella, no sobre que que yo estuviera triste.

Uno de los orígenes de la literatura es la catarsis: ponerle nombre al dolor. Se supone que eso, en parte, lo mitiga. ¿Ha sido así en su caso?

Me gustaría poder decirle que sí… Hombre, escribir, como tiene un componente técnico, es un reto: el de convertir una cosa que tú sientes devastadoramente en algo legible, en someter la tristeza a los parámetros literarios. En cierto modo, eso te ayuda a no pensar en lo que estás sintiendo, sino en cómo te las arreglas para transmitirlo. Pero no, francamente. No mitiga el dolor.

Entonces, ¿sigue sufriendo la pérdida?

El sufrimiento es permanente. Lloro a Sara todos los días, lo mismo en el primero que hoy. En eso no he cambiado en absoluto. Lo que pasa es que bueno, es un problema mío.

¿Y cómo lo sobrelleva? ¿A qué dedica el tiempo?

Sigo haciendo lo que he hecho toda la vida, aunque ahora lo de escribir ya lo he reducido al mínimo. Entonces lo que hago es leer, releer, ver películas antiguas, oír música… Y bueno, en San Sebastián me doy paseos. Es una vida de jubilado normal. Lo que pasa es que las cosas que antes tenían mucho sabor ahora lo han perdido. La tristeza es un poco como cuando estás muy resfriado y sigues teniendo ganas de comer, pero ya la comida no te sabe a nada. Esto es lo mismo. Sigues haciendo las cosas que hacías antes, pero ya no saben a lo que sabían.

¿Siente que no se va a acabar esa tristeza?

Se acabará porque yo me acabaré. Mientras yo viva, no.

Si no le ha ayudado con el sufrimiento, ¿por qué este libro?

Si has escrito mucho sobre lo que es tu vida, cuando te ocurre algo así, que es trascendental, no puedes dejar de comentarlo, de hablar de ello. Al menos en mi caso ha sido así. En este libro lo fundamental es hablar de la vida de una persona luminosa.

Más información: http://bit.ly/2MIQrUa

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