viernes 29 marzo 2024

Recomendamos: El México de AMLO no puede estar feliz feliz feliz, por Diego Fonseca

por etcétera

Andrés Manuel López Obrador llega a su primer informe de gobierno con un problema: la cuarta transformación (4T) no está transformando lo que debía, ni las brechas económicas y sociales ni la política de caciques de México. Mucho deberá cambiar para que el legado de AMLO sea positivo. Hoy, su cacareada 4T es un fiasco.

Nadie espera que México se transforme en un año, por supuesto, pero al tiempo de su primer balance de gobierno, López Obrador no ha cumplido sus grandes planes de campaña. Si propone transformar México, debe estar a la altura de su promesa. Para hacerlo, o al menos intentarlo, el propio AMLO debe cambiar: en lugar de reinterpretar a un caudillo del viejo régimen, debe ser un estadista. Y para ello debe entender que no hay otros datos. En vez de despreciar los hechos que lo contradicen, tiene que aceptarlos para poder mejorarlos. Partir de información incontrovertible es la noción básica de la conducción de un Estado moderno.

Si Andrés Manuel López Obrador quiere que la realidad se ciña a su capricho solo profundizará la fragmentación y su transformación se reducirá a más de lo mismo: el México doloroso heredado del PRI.

El presidente adeuda respuestas económicas, políticas y sociales. El desempeño económico ha sido lamentable, en parte afectado por la previsión global de recesión, pero sobre todo porque la 4T es una antología de promesas grandilocuentes. No ha habido renovación política, sino la profundización de los viejos vicios de la política mexicana —verticalismo, caudillismo, autoritarismo— y algunas importaciones nada provechosas de los populismos de moda —el mesianismo y la infalibilidad del líder, la vocación hegemónica—. El escenario social tampoco ha cambiado: el racismo no se resolverá por decreto presidencial y el mayor actor civil de estos días —el feminismo— supone un desafío que el gobierno mexicano no ha atendido con seriedad.

Con casi un año cumplido en el poder, la 4T se parece demasiado a un plan improvisado, y su líder, un político mesiánico. Según AMLO, su proyecto equivalía al fin del neoliberalismo, la violencia y la corrupción. Sus militares pacificarían el país después de haber fracasado con los gobiernos anteriores. Se acabarían los privilegios. La economía de México, al fin, crecería a tasas chinas. Nada de eso ha sucedido, pero López Obrador dice estar confiado en sus otros datos y que el pueblo está feliz feliz feliz.

Ni tanto. En no pocos aspectos cruciales, el México de AMLO está peor que el México pre-4T. Hay más violencia —en el primer semestre se registraron más homicidios que en el mismo periodo de 2018, el año más violento en la historia de México— y no dejan de escalar los feminicidios —en lo que va de 2019, una mujer ha sido asesinada cada dos horas y media—. La economía está parada y la política internacional parece una broma: Donald Trump primero ganó la negociación comercial y luego consiguió, sin mayor resistencia, que México sea su policía fronteriza para Centroamérica.

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