jueves 28 marzo 2024

Recomendamos: Contra la banalización de los insultos a periodistas

por etcétera

Si me veo en una sola de tus imágenes, te voy a degollar”. El sábado 13 de abril, Lise Nicolle, joven periodista que hace información local, recibió esa amenaza cuando cubría una pequeña manifestación convocada por la Liga de los Derechos Humanos en Châteauroux (centro de Francia).

Los manifestantes –poco más de un centenar- protestaban contra el proyecto del presidente Emmanuel Macron de endurecer la ley contra los llamados casseurs, esos grupos –infiltrados o rebeldes auténticos, quien sabe- que provocan disturbios y destrozos al final de las manifestaciones.

Muchos estimaban -y creen hoy-  que el verdadero objetivo de la modificación legal en marcha era –es- doblegar la protesta social de los chalecos amarillos (gilets jaunes). Se trataría de silenciar sus reivindicaciones sociales. Ahora, antes de las vacaciones de verano, el movimiento parece agotarse, quizá por una combinación de su propia fatiga y por otros factores, como la estrategia represiva de las fuerzas del orden.

En Francia, demasiados colegas –sobre todo fotógrafos- han sido golpeados y maltratados durante los últimos meses mientras trabajaban. Y varios fueron convocados por la Dirección General de la Seguridad Interior por reportajes que molestaban al presidente Emmanuel Macron. Informaban de las turbulencias de Alexandre Benalla , excolaborador cercano al presidente, o investigaban asuntos poco estéticos como el uso en Yemen de armas francesas vendidas a Arabia Saudí, el país al que nunca podrá regresar Jamal Khashoggi. Sin embargo, aquí quiero referirme a la derivada inicial. ¿Por qué despreciar, insultar y amenazar a una modesta periodista se ha convertido en un lugar común? ¿Quizá porque lo hace el mismo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump?

El mismo tipo que lanzó su frase terrible contra Lise Nicolle añadió –en público- un gesto con la mano sugiriendo cómo le rebanaría el cuello si seguía viéndola. Hasta hace poco, podíamos decir que eso en Europa no llegaba a suceder. Hace años que sí sucede; pero seguimos pensando que sólo lo sufren periodistas de México o Irak.

Cuando escribo, acaba de estallar un coche bomba que ha matado a una persona y herido a otras siete que trabajaban en Shamshad TV, un canal de televisión de Kabul. El día anterior, se produjo la detención de un veterano periodista en la parte india de Cachemira por una publicación que databa de 27 años antes. Días antes, Chakresh Jain, periodista indio de 40 años, fue quemado vivo. Cuatro días después, Mithali Chandola, una periodista de Nueva Delhi, sobrevivió a un ataque de dos motoristas contra ella cuando regresaba a su casa tras el trabajo. Recibió atención médica en un hospital por heridas serias. Y si hago un repaso a vuela pluma, durante el mes de junio hemos sabido de asesinatos o muertes violentas de periodistas en México, Haití, Colombia, Brasil y Turkmenistán. Sigue habiendo docenas encarcelados o secuestrados, en Turquía y China. En Hong Kong, Filipinas, Myanmar, Venezuela, Nicaragua, Rusia y Georgia, docenas de periodistas fueron bloqueados, acosados y detenidos –simultáneamente- por la policía y los manifestantes.

Más información: http://bit.ly/30hGkLL

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