Los cinéfilos adultos y viejos (¿existe ahora una cinefilia adolescente y juvenil?) corremos el peligro de militar en la jeremiada permanente ante la anunciada y larguísima muerte de la forma ancestral de ver el cine, de que ese espectáculo que se desarrollaba en escenarios compartidos por el público esté destinado inexorablemente a convertirse en un acto privado que se consume en la intimidad casera a través de pantallas que pueden ser diminutas….
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