jueves 25 abril 2024

Recomendamos: Así funcionaba la fábrica rusa de las noticias falsas

por etcétera

Matt Skiber no existía pero era un tipo muy ocupado. Durante la campaña electoral estadounidense de 2016 igual reclutó a manifestantes para la Marcha por Donald Trump, que contrató anuncios en Facebook que presentaban a Hillary Clinton dándole la mano a Satán. Como miembro y casi líder del movimiento conservador Somos Patrióticos, Skiber era un activista entregado al que nunca le faltaba dinero y que, para desgracia de sus seguidores, dejó de existir el 13 de septiembre pasado, cuando a 7.000 kilómetros de distancia Irina Viktorovna Kaverzina decidió enterrarle para siempre.

A Kaverzina no le tembló el pulso. Ese día había advertido la presencia del FBI y así lo hizo saber en un correo electrónico: “Hemos tenido una crisis en el trabajo, el FBI ha reventado nuestra actividad. No he parado de borrar huellas con mis colegas…”.

Skiber, el grupo Somos Patrióticos y cientos de perfiles y cuentas falsas empezaron a ser frenéticamente destruidos. Fue un intento tan desesperado como tardío. El FBI ya había determinado que desde el número 55 de la calle Savushkina, en un moderno centro de negocios de San Petersburgo, Kaverzina y un oscuro grupo de conspiradores dirigían desde 2014 la gran máquina de las fake news (bulos). La punta de lanza de la injerencia electoral rusa que investiga el fiscal especial, Robert Mueller, y que tiene contra las cuerdas a la Casa Blanca.

No se sabe si alguien de dentro ayudó al FBI. Tampoco ha quedado demostrado que el operativo actuase a las órdenes del Kremlin. Pero a nadie se le escapa que el entramado tenía un objetivo político largamente acariciado por Vladímir Putin. “Emprendieron una guerra de información destinada a generar desconfianza hacia los candidatos y el sistema democrático”. Así lo sostiene el Departamento de Justicia de EE UU y así lo cree la propia Casa Blanca, donde hasta la fecha solo una persona se ha mostrado renuente a aceptarlo: el presidente.

Donald Trump nunca ha acusado directamente al Kremlin por la injerencia electoral. Caracolea, echa balones fuera e incluso ha dado por buenos los desmentidos de Vladímir Putin. “Es todo una farsa de los demócratas”, ha llegado a decir. ¿Por qué? La respuesta es precisamente lo que persigue el fiscal especial.

Más información: http://bit.ly/2omLLaJ

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