Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, no dimitió el día de ayer como se esperaba, y en su discurso de 15 minutos insistió en la “necesidad de llevar a cabo acciones para devolver” al país “a la normalidad”.
Mugabe, acompañado por los altos mandos del Ejército, dijo que tiene en cuenta todas las quejas formuladas por diferentes estratos de la sociedad y por su propio partido, que ayer lo destituyó como número uno y lo emplazó hasta mañana a medio día para dimitir.
Respecto al lanzamiento militar del pasado martes, señaló: “Nunca han representado una amenaza contra nuestro orden constitucional ni contra mi autoridad como jefe de Estado, ni siquiera como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas”.
El mandatario también reconoció que “algunos incidentes ocurrieron aquí y allá”, pero celebró que “fueron corregidos, afortunadamente en poco tiempo, y los pilares del orden se sostuvieron”.
Asimismo, recomendó que se resuelvan los conflictos generacionales en el seno de la formación gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (Zanu-PF), uniendo a los miembros más veteranos, que a su vez deben aceptar nuevas reglas.
Aunque las calles de las principales ciudades del país se llenaron este sábado de gente para pedir la salida de Mugabe, él les instó a “resolver nuestras diferencias con dignidad y disciplina” al considerar que los zimbabuenses son “un pueblo predispuesto a la paz”.
De igual manera, habló sobre el deterioro de la economía como consecuencia de las rencillas internas, pero no sobre su esposa Grace, considerada la principal instigadora de estas “purgas” con el objetivo de convertirse en la única aspirante a sucesora en el poder.
Medios locales aseguran que las calles de Harare están desiertas, pues lo que iba a ser una fiesta tras la más que segura caída de Mugabe se transformó en estupor para unos ciudadanos que no aceptan que el mandatario continúe en la presidencia.
(Con información de EFE y ABC)
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