martes 16 abril 2024

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por etcétera

El 14 de abril de 1931, el rey Alfonso XIII partía hacia el exilio y se proclamaba la II República en España. Con ello se inauguraba un nuevo capítulo en la historia del país europeo y también en la relación de este con América Latina.

La II República tuvo en México a uno de sus mayores aliados, desde su proclamación, durante la Guerra Civil (1936-1939) desencadenada como consecuencia del golpe de Estado del general Francisco Franco, e incluso después de la victoria del bando sublevado que impuso un régimen militar que duraría 40 años.

De hecho, el país norteamericano fue uno de los principales receptores de exiliados republicanos tras la contienda.

Pero en la región no todos los países tuvieron el mismo grado de relación con la República española.

Un recibimiento desigual

Para la historiadora Clara Lida, la relación de América Latina con la II República depende de tres factores: el país del que se trate, la ciudadanía de ese país y, en tercer lugar, las colectividades españolas en cada país.

Lida, quien nació en Buenos Aires y es investigadora en El Colegio de México (Colmex), donde dirige la Cátedra México-España, da dos ejemplos opuestos.

“En el caso de México, la República es muy bienvenida, y muy bien recibida por el gobierno del momento, un gobierno posterior a la Revolución de 1910, y por la ciudadanía en general”, explica.

“Son países republicanos los dos, y la idea de que haya una república en España es algo muy cercano al mundo latinoamericano para empezar, y al mexicano especialmente”, prosigue.

Sin embargo, puntualiza, “la colectividad española en México, más bien acomodada, más tradicional y más cercana a la monarquía, no fue tan partidaria de la República”.

En cambio, en Argentina había un gobierno surgido de un golpe militar (1930), y este “no recibió con mucha simpatía a la República”, dice Lida.

Aunque en este caso, “la población en general fue muy receptiva y gran parte de la colonia española en Argentina, una gran inmigración española muy vinculada con el mundo del trabajo, recibió con mucho entusiasmo a la República”.

Influencia del republicanismo americano

Un aspecto menos conocido de la relación de América Latina en general, y de México en particular, con la II República es la influencia que tuvo en la nueva Constitución republicana española.

“Quienes participaron en la conformación de la Constitución española tuvieron muy presente el constitucionalismo mexicano y muchas de sus ideas se aplicaron también a España”, explica la historiadora Lida.

Eso se debe a que, salvo el efímero antecedente de la I República (1873-1874), en España no había antecedentes republicanos, “de modo que mirar hacia las repúblicas americanas y hacia el constitucionalismo americano tenía cierta lógica, aunque también hubo influencia de la república alemana de Weimar”.

“En el caso del México del siglo XX, surgido de una revolución temprana con una Constitución que en 1917 era muy avanzada y muy progresista, esa Constitución influyó muy directamente en la Constitución republicana de 1931”.

En la Constitución de México se establecía una división clara entre la Iglesia y el Estado, una clara inclinación y vocación por la educación laica y gratuita, una defensa de la nacionalización de las riquezas del subsuelo y tenía también un artículo en favor de la reforma agraria.

“Había muchos artículos que la II República miró no solo con simpatía, sino que algunos los ajustó a su propia Constitución”.

En la página del Congreso español se reconoce la influencia de la Constitución mexicana en la española de 1931, en la que “ya constitucionaliza los llamados derechos fundamentales de la tercera generación o derechos sociales y económicos”.

Y las reformas agraria y educativa serían una de las prioridades del gobierno republicano.

Así, por ejemplo, el laicismo es uno de los principios políticos que inspiran la Constitución republicana, que también establece que “la riqueza está subordinada a los intereses de la economía nacional, constitucionalizando el Estado interventor y social que podía expropiar en base a un supremo interés social”.

En defensa de la República

Con la sublevación militar de julio de 1936 y la posterior Guerra Civil, de nuevo las posiciones en América Latina variaron mucho.

México hizo una acérrima defensa del gobierno de la República, mientras que otros países de la región, como Argentina o Brasil, se colocaron rápidamente al lado de los sublevados.

“México tuvo una actitud muy clara y sencilla con el gobierno republicano en 1936: defender a la República porque era un Estado constituido democráticamente”, le dijo a BBC Mundo Alberto Enríquez, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, para otro reportaje sobre la figura de Manuel Azaña, el último presidente de la República española.

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